Adina se quedó mirando el collar que tenía en sus manos. El cristal parecía brillar con una luz brillante que salía de su interior. A primera vista, se dio cuenta de que era una reliquia familiar de valor invaluable que había pasado de generación en generación.

El collar valía ciudades, y tal vez ni siquiera se podía comprar con dinero.

Sin embargo, su abuela se lo había regalado así como así.

Adina se sintió conmovida. “Gracias, Abuela”.

Ella guardó el collar. Después de un momento, preguntó: “Abuela, ¿Los Daugherty vendrán al banquete de mañana?”.

“¡Los Daugherty solo son un montón de lobos desagradecidos! Si los hubiera invitado, sería lo mismo que traer barro para decorar nuestra mansión”. Los ojos de la Señora Xavier se iluminaron con una furia fría. “¡Hicieron todo lo posible para matarte en el pasado, así que la mejor manera de humillarlos es asegurarte una vida mucho mejor ahora lejos de ellos!”.

Adina tomó la mano de la Señora Xavier y le dio un ligero apretón. No sentía