Los gritos de Luz se escucharon por toda la torre cuando Nero la sacó a empujones de allí. —¿¡Pero qué demonios te sucede!? —gruñó Luz soltándose bruscamente del agarre de Nero. —¿¡Qué demonios te sucede a tí!? ¿Ahora confías en él después de todo lo que hizo? Luz lo miró sorprendida dando un pasó atrás. No confiaba en él, pero le había demostrado mucho más en minutos de lo que Nero le había demostrado en meses. —¿Y qué si ahora confío en él? —le preguntó encogiéndose de hombros y lo vio caminar de un lado a otro con desesperación—. No parece tener malas intenciones... Fue sincero, mucho más de lo que has sido tú. —¡Ah! Ahora soy yo el malo de la historia, ¿No? ¡Eso sí es sorprendente tomando en cuenta la clase de persona que nos demostró ser! —Lo demostró por ti, Nero —espetó girando para irse, pero el la sostuvo del brazo, pegándole a su cuerpo—. ¡Déjame ir! —Primero prométeme no acercarte a él... —¡No voy a prometer algo que no cumpliré! Removió su cuerpo debajo de él, per
La sonrisa más repulsiva y llena de maldad se dibujaba en los labios de Penélope que escuchaba con atención los lamentos de Nero. Nunca en su vida se había sentido tan bien viendo a alguien lamentándose de ese modo y que Nero lo hiciera, en especial por ella, le daba una satisfacción inimaginable. —Así me gusta. Solo puedes rogar por mí. Esa mosca muerta no es nadie, ¡Ni siquiera competencia para mí! —se burló contando sus curvas desde los arbustos hasta que aquella silueta camino y se detuvo a espaldas de Nero—. ¡Maldita! —gruñó con los dientes apretados. Las rodillas de Nero dolían y las lágrimas estaban a punto de salirle, aquella fotografía le traía recuerdos muy crueles y su corazón no dejaba de repetir lo mismo. —Te extraño tanto... —¿Ella es... Tú mujer? La voz de Luz a sus espaldas le provocó un escalofrío, no la había oído llegar y pronto la ira invadió su corazón. —¿Qué haces aquí? —Te seguí... No es bueno que peleemos y dejemos a medias las cosas... —le respondió ar
Penélope no era de las qué veían y olvidaban. Su cuerpo giró con brusquedad sobre sus talones y pronto el camino de regreso al castillo se convirtió en un mar de lamentos hasta que llegó al cuarto principal. Todo estaba a oscuras, todo apuntaba a que parecía que pasaría otra noche sola. Sé quitó los zapatos y se puso cómoda agarrando una botella de vino del minibar de la habitación. Ni siquiera la había abierto cuando sus lágrimas comenzaron a caer con desesperación. —Cómo pudo hacerme esto... —sollozó abriendo la botella y dándole un buen trago—. Yo lo amaba, como a nadie lo amaba y allí estaba él revolcándose con la mosca muerta esa. —¿Fuiste a ver a Nero? —le preguntó una voz al fondo de la habitación, encendiendo la luz de una pequeña lámpara. Penélope dio un pequeño brinco del susto, pero finalmente acabó asintiendo. Entre lo ebria que se sentía y lo miserable que era ahora junto al hombre frente a ella, no tenía nada que perder con decirle la verdad. —¿Y qué si estuve con
Nero le sostuvo la puerta y la ayudo a entrar en la jaula. Su tamaño era mucho más pequeña que la anterior y parecía bastante incomoda, el único consuelo que acompañaba a Luz era que si todo salía como esperaban, finalmente lograría encajar. —Siéntate quieta mientras recito los párrafos. Luz asintió y se sentó en aquel suelo suave mientras Zacarías traía un libro antiguo llenó de polvo.—Bien, comencemos. Cuando el libro se abrió, la página apareció por sí sola y Zacarías comenzó a recitar cada una de las oraciones mientras aquel libro levitaba como si fuera sostenido por alguien más. A lo lejos un aullido se escuchó y el oído de Nero escuchó claramente las pisadas de alguien que venía a toda velocidad. —Está llegando… —advirtió alejándose de la jaula porque aquella loba venía con todas las intenciones de volver y el solo sería un obstáculo al que quitaría del camino con facilidad. Solo fueron minutos los que transcurrieron antes de que aquella loba enorme y hermosa llegara al l
Un lobo pardo de ojos azules muy claros veía con atención el escenario desde la oscuridad del bosque. Sus ojos analizaron el espacio con detenimiento, buscando el punto y momento exacto en el que pudiera hacer su primer movimiento.Luz se encontraba frente a Amelia, cada una tenía su frente pegada a la de la otra y los ojos cerrados mientras de ambas desprendía un esplendor blanco escarchado.—Se siente cálido, como si el sol estuviera a unos metros de distancia —alcanzó a murmurar Luz mientras el resplandor cubría lentamente su cuerpo."Deja que el calor te cubra. Concéntrate y yo haré el resto del trabajo".—Tengo un poco de miedo…"No tienes por qué tenerlo, Luz. La diosa esta de nuestro lado y estamos juntas, yo estoy contigo, siempre lo estaré".El corazón de Nero empezó a latir con fuerza cuando la loba comenzó a materializarse, convirtiéndose en una especie de niebla blanca que cubrió poco a poco el pequeño cuerpo de Luz hasta que finalmente desapareció.Su primer instinto fue
Marciel saldría a caminar por el bosque como cada media mañana, le encantaba que su lobo olfateara ese aroma a flores frescas que salía del bosque para luego correr, sintiendo el aire fresco recorrer su pelaje hasta llegar a la cima de una montaña donde solo allí podría encontrar su tranquilidad.Pero fue en la cima de la montaña donde vio a Luz hacer vínculo con su loba, a Nero mirando detenidamente y lo que más le llamó la atención: Zacarías tenía en sus manos el libro que nunca quiso mostrarle.—Qué demonios está sucediendo —dijo acercándose al lugar en donde estaban, pero escondiéndose entre los árboles.Cuando el anciano comenzó a recitar y todo finalmente sucumbió, Marciel se quedó con la boca abierta. La diosa había bendecido a un simple humano con el poder de atraer y sacar a su loba de su cuerpo.Apretó los dientes con fuerza y hecho las orejas hacia atrás, listo para atacar; sin embargo una maravillosa y terrible idea se le cruzo por la mente.Se paseó por el castillo donde
El cuerpo de Luz perdía la vida con cada segundo que pasaba. No era lo mismo un lobo sano y fuerte cargando su cuerpo que el de un hombre cuyos siglos ya no recordaba y que había sido entrenado para la educación y no para la batalla.—¡Resiste, Luz, no te vayas! —rogó casi imploró el anciano con lágrimas en los ojos.Jamás en sus siglos había visto la vida de alguien escaparse frente a sus ojos.—Por favor, diosa, ayúdala —murmuró Zacarías sacando todos los instrumentos y poniéndose manos a la obra.Cada pocos segundos, Nero volteaba a verla agonizar, sentía como le dolía y él no se sentía diferente, ahora que tenía a su loba de vuelta el vínculo se hacía fuerte, pero aunque la opresión en su garganta y la sensación de que perdía algo fueran fuertes, siempre regresaba a la mujer que tenía frente a él, cuyo cuerpo estaba más frío que una lápida y se negaba a verla morir nuevamente frente a sus ojos.—¿Estas bien? —le preguntó Zacarías y Nero se giró para verlo con el rostro desencajado
Penélope pasó un tragó sonoro antes de inventarse una historia con el poco tiempo que Nero le estaba dando para responder. Se le veía inquieto y frustrado, parecía el mismo Nero, pero si realmente lo hubiera sido, jamás le habría hecho aquella pregunta. —Diego… yo… Diego no… La lengua se le enredaba y todo el cuerpo le temblaba, el hombre frente a ella estaba perdiendo la paciencia y Penélope lo sabía. En lugar de verla fijamente a la cara como tenía de costumbre, se giraba cada cinco segundos en dirección a Luz, soltando un suspiro que le molestaba a Penélope. —¿¡Vas a escucharme o quieres ir con ella!? —le gritó irritada y el volteó de inmediato nervioso cuando Luz cruzó sus ojos con los de él—. Sí tan interesado estás en ella, ve. ¿A qué esperas para ir a olerle la cola? —No quiere verme, así que será mejor escuchar tu historia mientras me da una oportunidad… —¿Qué? ¿Es mi imaginación o me estás usando como distracción al asunto que tienes con esa mujer? —No eres una