El médico se sentía aterrado. Quería huir de allí lo más pronto que pudiera y olvidar aquello ojos rojos que lo estaban observando ahora con atención. "Carajo, ¿dónde demonios se metió mi amigo?" —susurro para si mismo tratando de mantener la calma. El corazón le saltaba en el pecho y los nervios se lo comían vivo. Solo podia pensar en miles de preguntas y ninguna tenía que ver con lo que fuera que estuviera frente a él. —¡Hay, por favor, ya cálmate! —soltó el hombre rodando los ojos—. No voy a comerte o algo así. —Estoy tranquilo. ¿Acaso no lo notas? Una risa inundó sus oídos y el golpe de su mano en el escritorio lo hizo soltar un grito de susto. —Puedo oír los latidos de tu corazón, Henry. Algo que es sencillo de percibir, al igual que tú miedo por mi —explicó con paciencia—. No voy a comerte o algo así. ¡cálmate! Henry achicó los ojos y se acercó un poco hasta él con cierto temor. Jamás en su vida había visto a alguien con ojos rojos, pero allí estaba, su amigo desde hace m
Al final de la tarde todo estaba más que listo y preparado.“Hablar con honestidad, pero no pasarse de sinceros”Luz se lo repetía cada segundo que transcurría mientras arreglaba el resto del departamento con mucho cuidado y terminaba de pulir la mesa. Había cocinado todo a la perfección, servido los platos y dejado las velas en su sitio para encenderlas cuando fuera el momento adecuado.Cuando ya no hubo más nada que preparar, se sentó en el sofá y miro todo con nostalgia.Si ella se lo pedía, ¿realmente vendría?Aquella pregunta la atormentaba desde hace algunos días atrás cuando todo aquello exploto. No quería hablar con él, sin embargo debía de hacerlo, por más tonto que fuera se trataba de confianza y ella la había roto.Y mientras ella se hacía miles de preguntas, Ofelia se dirigía con toda la disposición a la empresa de Nero.La puerta sonó dos veces, pero antes de que lo hiciera, Nero ya sabía de quien se trataba. Ese olor tan característico y familiar solo podía ser de una so
El cuerpo de Nero se puso rígido al sentir ese olor reconocido por él, su visión se volteó en varias direcciones, pero aun así no detectó ningún cuerpo, no hasta que escuchó claramente las continuas pisadas que desaparecían cuando ese cuerpo finalmente saltó sobre él.Luz colgaba de su cuello y no tenía intención de soltarse. Nero la levantó en el aire totalmente distraído, había algo más, algo que estaba soltando el aire que no lo dejaba concentrarse en la ira que sentía en aquel momento al ver a la mujer que no deseaba tener en frente; de pronto, sus fosas nasales se abrieron instintivamente, dejando al descubierto un olor que hacía mucho tiempo que no percibía... el olor de su hogar.—Nero... —susurró esa tierna y melodiosa voz que le hizo perder la atención a ese olor conocido—. ¿Estás bien? Estás empezando a palidecer... si no me quieres aquí, podemos discutirlo...Él se mantuvo en silencio durante un largo segundo y después agito un poco su cabeza con suavidad en señal de respue
De un solo movimiento, Nero dejó a Luz detrás de su cuerpo, quien no entendía lo que estaba pasando. El hombre frente a ellos podía escuchar los latidos de su corazón y oler el miedo que brotaba de sus poros al verlo con esos ojos rojos iguales a los de Nero, pero llenos de odio y rencor, además de aquellos colmillos que dejó en vista completa.Luz trató de calmarse y apretó la camisa del hombre que ahora la protegía del que estaba frente a ellos sin tener una idea del porqué, pero no necesitaba pensar demasiado para darse cuenta de que era todo lo contrario a Nero. Desprendía desconfianza, ansias por provocar miedo y maldad, era como si no tuviera alma dentro de ese cuerpo.Oliver Prescott era tal y como se mostraba ante ellos. Cruel y despiadado, ignorante de la misericordia, un demonio sin corazón. La única manera de demostrar lo contrario era que tuviera algún plan en sus manos y que mereciera cualquier cosa, desde sonreír amablemente hasta ser el amor de persona que demostró ser
Nero sintió como un yunque le aplastaba la cabeza y miles de cuchillos le atravesaban el corazón. Luz no despertó y Henry no contestó su celular. Llamar a Ofelia ni siquiera era pensable porque la señora no tenía celular.Prácticamente iba de una angustia a otra y no parecía que el universo quisiera ponerlo a descansar.—Por favor, niña, no te vayas de mi lado—murmuró, viéndola palidecer.Furioso, arrojó el celular en la parte trasera del auto y condujo rápidamente al primer hospital donde pudieran ser atendidos y que apareciera en el camino. Unos minutos después, finalmente logró ver una clínica al costado de la carretera, giró el volante de un tajo y detuvo el auto frente a la entrada del hospital sin importarle estacionarlo.Tomó a Luz en sus brazos sintiendo ese líquido tibio correr entre sus manos y quedarse en su abdomen, manchando su camisa, mientras trataba de contener las lágrimas dentro de él.Apareció una doctora con varias enfermeras y al ver la cantidad de sangre derramad
Cinco minutos Henry veía la pantalla de su teléfono con preocupación mientras conducían en dirección a aquel hospital.El completo silencio no les conducía a nada más que angustia. Desde hace rato llevaban viendo cada uno en una dirección diferentes y sin pronunciar ni una sola palabra.Henry no despegaba la vista del camino y del GPS mientras seguía la dirección a que al hospital. Y Ofelia no paraba de mirar los árboles y el paisaje pasa rápidamente por el espacio de su ventana.Ambos se sentían preocupados pero más que preocupado se sentían culpables. Ellos habían sido quienes los enviaron a ese bosque con el único fin egoísta de que se reconciliaran y habían acabado heridos.Unos minutos después el GPS se logró romper el silencio entre ambos y marcó el aviso de que estaban cerca de su destino.Algo que le robó el aliento a la señora que se llevó una mano al pecho y luego dijo:—¿Cómo crees que esté ella? —sus ojos estaban húmedos y la voz le salió entrecortada—. Se supone que tenía
La voz de Nero se quebraba por segundos en lo que le contaba a Henry lo que había sucedido en aquel instante. El corazón en su pecho no dejaba de presionar y latir con fuerza como si quisiera salir corriendo. —Amigo... Nero... No fue culpa tuya, lo sabes... ¿no? —intentó decir Henry mientras palmeaba su hombro—. Ninguno tenía planificado que eso sucedería o que ese hombre aparecería y no sabemos que es lo que quiere. La respiración de Nero se cortó por un segundo antes de responder. —... yo se lo que quiere. Henry lo miró con una expresión de desconcierto. No entendía muy bien como es que él se daba una idea de lo que una persona así podría querer, pero como aquel hombre había sido parte de su pasado. Lo mejor sería que escucharlo. —¿Podemos ayudar en algo? Nero se volteó a verlo lentamente con la respiración entrecortada y nervioso. —¿Pueden cuidar de la mansión y de... de Luz? Henry achicó los ojos y respiró con pesadez. —¿Qué vas a hacer amigo? No te aventures en algo des
Para más del medio día Nero ya estaba de vuelta en el hospital con lo que había comprado más algo rico de comer. Era muy probable de que ninguno hubiera comido aún nada y Henry no había podido acompañarlo porque debía de cuidar de Luz mientras él no estaba, por otro lado Ofelia no quería separarse de ella, así que le resultaba difícil que alguien lo acompañará. Caminó por el pasillo con dificultad y con ayuda de su trasero abrió la puerta de entrada para encontrarse con el rostro sonriente de Luz. Una sonrisa de dibujó en sus labios y de pronto sintió que el corazón se le calentó. —Estás... despierta... —murmuró con la voz entrecortada, pasando saliva.Estaba nervioso, feliz de verla, pero algo de la culpa de Raí estaba comiéndose su corazón lentamente. Ella le devolvió la sonrisa y bajo la mirada hacia sus manos mientras jugueteaba con sus dedos y sus mejillas se encendían. Apretó los labios nerviosa lista para responderle. —Saldremos un momento para que compartan a solas —inf