Capítulo 68
Este tipo de insinuaciones siempre despierta la curiosidad de la gente.

—¿Qué quieres decir? ¡Habla claro!

Flora, alterada, tiró sus palillos y me cuestionó con voz aguda. Alejandro levantó la cabeza del plato, mirándome con una mirada sombría y llena de amenaza. Era la hora del almuerzo y el comedor estaba lleno. Al oír el alboroto, todos nos miraron. Parecía que estos dos realmente querían ser el centro de atención.

—Lo que dije, ¿no lo entiendes?

Respondí, fingiendo limpiarme los oídos afectados por su grito, y me di la vuelta para irme. Pero luego me detuve, volví hacia Flora y añadí:

—Por cierto, ¿has escuchado el dicho si no quieres que nadie lo sepa, ¿no lo hagas? No seas tan descarada.

Tal vez por la culpa, el rostro de Flora se puso pálido y me miró con miedo. La mirada de Alejandro hacia mí se volvió aún más amenazante, como un lobo listo para atacar.

Flora, obstinada, negó todo:

—No he hecho nada, no me acuses sin razón.

—Oh —dije, alargando el tono y mirándola con una e
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