Después de medio año, el amor de Luna y Martín volvió a ser maldecido. La vez anterior fue su madre biológica, esta vez fue su hermano biológico. Simplemente se amaban, nunca hicieron algo malo, ¿por qué fueron maldecidos uno tras otro?

Luna no quería llorar. Solo quería amar abiertamente. Pero las lágrimas no podían contenerse en absoluto, simplemente se derramaron, incluso mojando el abrigo. «Sergio, fuiste tú quien no me quiso en aquel entonces, ¿y ahora me vuelves a obligar? ¿Por qué quieres forzarme a cambiar de vida una y otra vez?»

Luna abrió la puerta entreabierta y todas las escenas de la habitación aparecieron ante sus ojos. Donde Luna no podía ver, había fragmentos de vidrio en el suelo, la computadora todo en uno yacía en el suelo en pedazos, la silla estaba volcada y el sofá de cuero había sido cortado varias veces por algo afilado, y la esponja de color amarillo fue expuesta, como si una herida que no se pudiera curar.

Sergio tenía una herida larga y antigua en el tobi