—¿Estás satisfecha con lo que ves? Preguntó mi hermano, notando mi mirada y bromeando con una sonrisa.A mi hermano le encanta sonreír, a veces sus sonrisas son como un cálido abrazo y otras veces transmiten tranquilidad. Siempre me hacen sentir bien, relajada y queriendo disfrutar más de su compañía.En cambio, Sergio siempre es frío. Incluso cuando sonríe hacia mí, parece distante y reservado, como si nunca pudiera llegar a conocer sus verdaderos sentimientos. Y rara vez sonríe hacia mí. Sergio es como una frágil obra de arte, más adecuada para ser admirada desde la distancia. Mientras que mi hermano es como una almohada cómoda, siempre deseando su compañía.Recordé el día que nos conocimos, cuando mi hermano me bromeó de la misma manera. ¿Qué dije esa vez? Ah, sí, me dejé engañar por su belleza y dije que era guapo.Él realmente es guapo, de esa forma pura, serena y agradable a la vista.—Deslumbrante, definitivamente guapo. Hermano, cuando esté menos ocupada, te haré un retrato.S
Él rápidamente avanzó y luego se giró para caminar frente a mí, sacando su celular del bolsillo y apuntándome con él. —Sí, y no. Luna, mírame, sonríe.—No quiero sonreír, no me tomes fotos, me veo fea.Mi hermano, dejando a un lado su estilo maduro y serio, se volvió juguetón y alegre, riendo continuamente. Me fotografiaba sin cesar, sin importar si estaba lista o no, capturando momentos espontáneos. Imaginando lo mal que podría salir en las fotos, corrí tras él para que las borrara. Él siempre manteniendo una distancia de unos pasos , lo suficientemente cerca como para mantenerme esperanzada, pero sin poder alcanzarlo.No podía permitir que esas fotos feas se difundieran. De repente, tuve una idea.Fingí estar lesionada y me detuve, con lágrimas en los ojos. Mi hermano, pensando que estaba lastimada de verdad, corrió hacia mí preocupado. —¿Te torciste el tobillo? ¿Por qué corriste tanto? ¿Dónde te duele? Déjame ver.Aproveché su descuido para empujarlo y luchar por su teléfono. Pe
Mi hermano, como en nuestra infancia, tomó mi mano y caminamos juntos por el sendero de la montaña. Me contó sobre artistas de pintura popular que no conocía, su propia interpretación de la pintura tradiciona y los caminos que recorrimos juntos cuando éramos niños. Bajo un cielo azul con nubes blancas y un sol radiante, el paisaje era como una pintura y nosotros los visitantes en ella.En el parque, había carritos de dos plazas sin techo, impulsados por las personas. Mi hermano notó mi interés y alquiló uno para nosotros, llevándome a recorrer este hermoso mundo natural. Trabajamos juntos, pedaleando con esfuerzo, hasta que mis piernas se cansaron. Finalmente, nos tumbamos en el césped suave para descansar.Llegamos a un arroyo tranquilo y cristalino donde se podía ver cada grano de arena en el fondo. Juguetona, me quité los zapatos y caminé por el agua, disfrutando de los peces nadando entre mis dedos.Mi hermano, preocupado, me sacó del agua y me secó los pies, advirtiéndome sobre el
Mi hermano encontró una posada con facilidad, y el dueño nos recibió con entusiasmo, conversando familiarmente con mi hermano como si fueran viejos amigos.—¡Ah, Martín! Hace tiempo que no venías. ¿Finalmente encontraste una novia? Qué bueno, ya no tendré que preocuparme por ti.—No, tío, no digas eso. Me llamo Luna, él es mi hermano mayor. Me sentí un poco avergonzada al ser confundida con la novia de mi hermano y rápidamente corregí al dueño.—¿Una hermana no consanguínea? Martín, tu hermana es más bella que el paisaje de aquí. Esfuérzate, muchacho. El dueño miró con una mezcla de admiración y aliento en sus ojos.Mi hermano estrechó la mano del dueño, y luego dieron un fuerte apretón como si hubieran hecho algún tipo de acuerdo. El dueño rió alegremente y nos dijo que disfrutáramos, mientras él se encargaba de la comida y el alojamiento.Esa noche comimos típica comida del norte, deliciosamente abundante. Mi hermano se burlaba de mí por comer tanto, y luego me llevó a caminar por
—No te burles de mí. Eres un galán, Martín.Al oír lo que dije, Martín fingía que estaba enfadado y empezó a hacerme cosquillas. Era así cómo nos llevábamos. Siempre me protegía como si fuera una niña que nunca hubiera crecido.En los dos días siguientes, recorrimos casi toda la ciudad sacando fotos incansablemente.Quería plasmar todas esas escenas en el papel para no olvidar de esos momentos nunca cuando volviera.¡Cómo pasó el tiempo! Cuando tenía que despedirme de tal belleza, me sentía tan triste que no pude contener mis lágrimas a pesar de que Martín trataba de consolarme.Tardamos poco en volver a la universidad, como si el camino de regreso fuera más corto. Martín me acompañó hasta la residencia y prometió que volvería por la noche para llevarme a cenar. Después de entregar la versión final para el concurso, sentía mucho menos estrés y me enfocaba ahora en un álbum ilustrado para una pareja que celebraría sus bodas de oro. Al principio pensaba que querían que pintara al es
«Si Martín rechaza a Serena al final, seguro que se le va a romper el corazón», pensé.—No te preocupes. Solo necesitas entregarle la carta, lo demás lo resolveré por mi cuenta. Tengo la confianza de hacer que se enamore de mí.Me encontraba en un dilema: la defraudaría a Serena si no la ayudara, pero, de todas maneras, era muy posible que fuera rechazada por Martín. Al final, me vi obligada a aceptar a regañadientes, pues, por lo menos, había que probar.Sofía vio que entré con una carta en la mano, se curioseó y me acercó preguntando:—¿Qué llevas en la mano? ¿Ahora eres una cartera?Le miré de reojos sin ganas de responderle. Puse la carta en la mesa sin decir ni una palabra.Sofía vio de cerca la carta y empezó a bromear conmigo:—Mira, se trata de una carta de amor. Vamos, hermosa, déjame ver de quién es.—No la abres. Es de Serena. Una estudiante mayor la escribió para Martín.Sofía se sorprendió y parecía que se quedó sin palabras. Después me dijo balbuceando:—¿Para…Martín? ¿Re
—Martín, tengo dos regalos, para que la buena fortuna te llegue por duplicado.Martín me sonrío con su mirada repleta de ternura puesta en mí y dijo:—A ver, ¿qué regalos me has preparado?Dicho esto, empezó a acariciar mi cuello. Por cierto, déjenme explicar, debido a su mala costumbre de frotar mi cabello, mis compañeros de clase se burlaban a menudo de mi peinado desordenado. Entonces, no permití a Martín que me tocara el pelo nunca. Y él no tuvo más remedio que hacer concesiones, pero empezó a acariciar mi cuello y lo hizo con más frecuencia que antes.—Luna, por favor, no podemos esperar más. Déjanos ver de qué se trata.Me di cuenta de su impaciencia, por eso entregué la caja bien decorada a Martín con mucho cuidado: —¡Feliz cumpleaños, Martín! Te deseo todo lo mejor en tu cumpleaños. Enseguida todas las personas se acercaron a Martín, instándolo a abrir el regalo.Martín me miró con una sonrisa y abrió la caja, sacando un rollo de papel pergamino, desplegándolo frente a todos.
La multitud volvió a alborotarse haciendo burla de Martín e insistió que leyera la carta ahora mismo.Martín no les hizo caso, en cambio, fijó su mirada en mí y su sonrisa casi me volvió borracha. Todos estaban felices a menos de Sofía. Ella suspiró largamente moviendo la cabeza con impotencia y dijo:—Mejor que la leas ahora, si no…Sofía no pudo continuar la fase, y Carlos se le acercó en ese momento e insistió que continuara las palabras. Sin embargo, Sofía no dijo nada más, sino que me lanzó una mirada y le devolvió a Carlos un guiño significativo.De repente me recordé lo que ella dijo esa noche, y pensé que tal vez no fue la mejor idea de darle la carta en este momento. Pero ya era tarde para arrepentirse. Quizás Martín había notado mi desconcierto, él soltó mi mano, abrió la carta y empezó a leerla línea por línea.Su expresión cambió de repente, y se volvió tan fría cuando vio la firma al final de la carta.Se quedó mirándome fríamente. Asustada, retrocedí dos pasos sin darm