Capítulo 36
—Basta, no tiene sentido seguir con esto —dijo Sergio con un tono de voz algo irritado—. Lo diré por última vez: para mí, Luna es solo como una hermana sin lazos de sangre. Jamás podría verla de otra manera. Me voy a entrar a la casa, tú quédate aquí.

Allí estaba yo, agachada detrás de la valla, llorando. Creía haberme fortalecido, pero al escucharlo decir que jamás podría quererme, que solo ella era su elección para toda la vida, no pude evitar que las lágrimas brotaran. Sergio, si tú no me quieres, entonces yo tampoco te quiero. Me repetí a mí misma una y otra vez que debía olvidarlo, y lo haría.

*

Durante varios días no vi a Sergio y disfruté de mis vacaciones de verano en paz. Los días transcurrían tranquilos. Un sábado por la tarde, Sergio apareció de repente en la puerta de mi casa. La verdad, no deseaba verlo; aún recordaba vívidamente su última visita. Pero mi madre, abrió la puerta y le preguntó qué necesitaba.

Sergio miró hacia adentro, donde yo estaba tumbada en el sofá vie
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