Carlos se le acercó hacia Martín haciendo pucheros. Sus movimientos exagerados hicieron que todos se riera sin cesar.Me sentí avergonzada cuando hacían bromas en Martín y yo. Era verdad que él siempre me cuidaba con mucho cariño, pero entendí claramente que él solamente me trató como a su hermana.Qué feliz sería si Martín siempre me cuidara así, sin embargo, sabía que no era posible. Tenía su propia vida y se casaría luego. Entonces, lo más importante para él en ese momento era su propia familia y yo dejaría de ser la niña más querida por él.Eso nadie lo podría cambiar. Al menos por ahora, contaba con él. «Cuando llegue ese día, tendría que enfrentarlo con sonrisa», pensé.Sentía tanta vergüenza que me cubrí debajo de la manta, pero Sofía la levantó de un tirón dejándome expuesta:—¿Ni siquiera quieres saludarnos? Hemos venida tantas personas con regalos bien preparados para ti.Fue entonces cuando noté los paquetes que estaban en la mesita, pero las palabras me enojaron y le refut
Pasé tres días enteros en el hospital acompañada por Martín. El día que fui dada de alta, me llevó hasta la residencia, provocando una emoción entre las chicas. Sofía dijo que me protegía como a una princesa o a una muñeca de cristal frágil. A pesar de eso, seguía sintiendo un poco de disgusto. Por un lado, como me controlaba la alimentación en el hospital, no tuve más remedio que tomar distintos tipos de sopa todos los días. Por otro, Martín todavía no me dio una explicación razonable sobre su actitud fría hacia mí hacía días. Sin embargo, me había prometido que nunca me dejaría más, por eso, yo, siendo generosa, lo perdoné. Y se notaba que, tras ese asunto, me cuidaba con más cariño y ternura. Incluso en los días cuando estaba muy ocupado siempre encontró un hueco para estar conmigo. Si no podía acompañarme a comer, me ordenaba una comida para llevar.Me convertí de nuevo en la alegre y despreocupada niña que solía ser.El tiempo pasó rápidamente y llegó noviembre. El clima se volv
—Por favor…Estás conmigo, ¿no? Me puedes protegerme. Solo una copa más. Hice mimos hacia él con la esperanza de que pudiera consentir mi súplica.Sin embargo, convencerle no era una cosa fácil. Me miraba fijamente diciendo con firmeza:—Sé buena. Beber demasiado te dará dolor de cabeza mañana.Al ver Martín cómo me trató, Carlos se burló:—No pensaba que pudieras ser tan encantador. Me enamoraría de ti también. —Deja de soñar. Martín solo pertenece a Luna. Levanté la cabeza para ver la reacción de Martín y me encontré con su mirada borrosa y seductora por el efecto del alcohol. Ante eso, no pude contener el impulso de tocar sus ojos y pestañas. ¿Cómo podría él seguir siendo tan guapo con el paso del tiempo?Al final, todos estaban un poco ebrios. En el camino de regreso, cantábamos canciones apoyándonos en los hombros de los demás.Martín hizo un esfuerzo por mantenerse sobrio, acompañándome hasta el edificio del dormitorio y no se fue hasta que desaparecí en su vista. Me di cuenta
Llegaron las vacaciones del invierno. Me imaginaba que la pasaría sola, pero el día que justo cuando salí de la residencia, encontré a Martín esperándome con las maletas. Dijo que no había vuelto a casa en casi dos años y que su familia quería que regresara a pasar el Año Nuevo con ellos.Me alegré mucho y le pregunté por qué no me lo había dicho antes, y él dijo que quería darme una sorpresa.Bueno, fue una sorpresa genuina.El viaje de regreso a casa con mi hermano fue mucho más cómodo. Me cuidó con esmero como si fuera una niña pequeña.Cuando mi madre abrió la puerta de casa y me vio regresar con mi hermano, se quedó perpleja y luego nos saludó efusivamente.—Bienvenido, Martín. ¡Cuándo tiempo! Luna te ha causado problemas, ¿verdad?—¿Cómo va a ser? Es una chica muy obediente. No da ningún problema.Luego se volvió para golpear la puerta de su propia casa. En apenas dos segundos, se escuchó la voz de Carmela.—Mira qué feliz está Carmela. Mi madre, mientras recogía mis cosas, me c
Todos comieron en silencio. Parecía que nadie se atrevió a romper la tranquilidad. Al final, fue Sergio el que dijo primero:—Flora, debería probar ese pescado. Es saborosa.Sin embargo, en vez de traerle el pescado, le trajo algo de brócoli. Parecía que incluso Sergio no estaba tan calmado como aparente.Flora no probó la comida, sino miró a Martín y le preguntó:—Sergio, ¿este es Martín?Sergio se dudó por un rato y dijo:—Sí. Se ha graduado en la Escuela Nacional de Pintura, la misma universidad a la que Luna asiste. Luna, ¿no llevaste a Flora a conocer a Martín cuando fue a la Escuela?«¡Otra vez! Es tu hermano. No es mi responsabilidad de presentarlo a los demás», pensé con disgusto y la comida que acababa de poner en mi boca se quedó atascada en mi garganta por el enojo.Realmente me preguntaba si en los años pasados había estado ciega. ¿Cómo pude pensar que era el mejor chico del mundo y que él sería mi vida entera?Estaba a punto de refutarle, pero Martín me detuvo apretando la
Dicho esto, Carmela puso en mi tazón una gamba que acababa de pelar, y me indicó que la comiera.Frank también me prestó atención y dijo a Carmela:—A luna le gusta la gamba. Pela algunas más. Por cierto, Martín, asegúrate de cuidarla bien en la Escuela, ¿de acuerdo?—Sí, estoy pelando, ¿no es así? Si me encuentro lento, ¿no podrías echarme una mano?—Papá, mamá, disfruten de la comida. Yo me encargaré de pelarlas.Me sentía tan feliz al ser cuidada por casi toda la familia de López, pero me preocupaba al mismo tiempo.Flora ya tenía el miedo de que le quitara su posición en la familia de López. Con su personalidad, sin duda alguna, guardaría más rencor contra mí por los tratos que había recibido por su familia. Al pensar en los trucos que podría utilizar para mí, me puso la piel de gallina. Yo no quería entablar ninguna relación con ella.Ante esa situación, Sergio no tuvo más remedio que hacer concesiones:—Ahora les presento a mi novia, Flora. Ven, él es Martín, mi hermano mayor. Ya
Sin embargo, la sospecha de Flora hacia mí tenía sentido. Las cosas que sucedieron en la Escuela solo las conocía yo, pero no lo había dicho nadie.La atmósfera se volvió cada vez más incómoda. Hubiera sido mejor no venir a comer. Entonces, tras despedirme a ellos, salí al patio trasero. Un sendero de piedra azul dividió el patio en dos lados. A la izquierda, había algunas verduras, con las hojas de color verde oscuro debido al clima frío. A la derecha, había una mesa de té de mimbre y algunas sillas, además de dos taburetes tallados y, más adelante, un pozo con un cubo de madera al lado. La disposición de todo el patio tenía un toque retro.Me senté aburrido en una silla y revisé mi teléfono, manteniéndome alejado de los chismes en la mesa.No sabía cuánto tiempo pasó, pero de repente, se escuchó una voz familiar:—Siempre sabes encontrar lugares tranquilos.Era Sergio. Se sentó luego en la silla delante de mí y continuó:—¿Estás llena?Apagué el teléfono y le sonreí:—Yo no tengo ham
—¿Adónde fuiste? ¿Por qué estás tan enfadada? ¿Alguien te molestó? Me encontré con Martín frente al baño. Él agarró mi brazo y me preguntó.—Fui mordida por un perro loco. Los ojos de Martín se oscurecieron, recorriendo mi cuerpo con la mirada. —¿Te está molestando?Negué con la cabeza. Simplemente me molestaron sus palabras. A una persona tan turca como él, tarde o temprano le pondría los cuernos. —Entonces, ¿qué pasó contigo...?Di una patada al suelo con enojo. —No sabe distinguir entre el bien y el mal.Martín entendí de inmediato a qué me refería. Echó un vistazo al patio trasero y me dijo: —¿No sabías que sería este el resultado? ¿Por qué molestarse en intentar hacerlo? Las buenas intenciones rara vez traen buenos resultados, pequeña tonta.No sabía cómo se desarrolló la cena luego, pero estaba claro que terminó en discordia.Cuando llegué a casa, mis padres no dejaban de susurrar en voz baja para que no los escuchara. Pero en realidad, ya no haría falta que se preocupara p