Tengo miedo de enfrentarme a la realidad. Ya me había acostumbrado a la compañía de Martín, ¿si de verdad él no quería tener absolutamente ningún lazo conmigo? ¿Qué haría yo?Ya era la mañana del sexto día. Me dolió todo el cuerpo y no pude levantarme. Seguía en la cama cuando Ana y Sofía ya se arreglaron y se preparaban para salir. Sofía preguntó a voz baja a Ana:—Qué raro. Todavía no se ha levantado Luna. —¿Se le pasó algo? Parece estar muy pálido su rostro.Entonces, Sofía se me acercó y me tomó la temperatura.—Ahy…seguramente tiene fiebre.—No es de extrañar. ¿Cómo no va a tener fiebre si todos los días regresaba al dormitorio casi congelada? —No digas tontería. La llevamos al hospital ahora mismo. —Pero, ¿nosotras dos? No creo que seamos capaces de hacerlo. Tendríamos que acudir a alguien más.El dolor de cabeza empeoró y la conciencia se volvió borrosa, pero parecía que olía a un aroma familiar. ¿Era de Martín? ¿Me equivoqué?… Me desperté tosiendo por ganas de tomar agua.
—Sé buena, ¿de acuerdo? Mira, ¿cómo es que te has vuelto delgada en tan pocos días? ¿Me quieres hacer preocupar por ti? Dime, ¿por qué no te cuides bien?«Si me preocupas de verdad, ¿por qué no me respondió los mensajes?», pensé con disgusto. En vez de mirarlo, miré por la ventana, pretendiendo que me era indiferente si él venía o no.—Te pregunto una vez más. ¿Por qué no te cuides bien? ¿Si comiste puntualmente estos últimos días?Se notaba algo de enojo en su voz, pero seguí sin ganas de responderle, entonces un poco molesta, le dije: —He estado comiendo todos los días. En serio, Martín, no te preocupes por mí. Ve a acompañar a Serena. Puedo cuidar de mí misma.No le mentí. Tampoco entendí por qué había perdido peso si comí regularmente en estos días.—Mira lo flaca que estás. Te acompaño y te cuido para que te recuperes más rápido, ¿de acuerdo?Dicho esto, me hizo apoyar en su pecho. Pude escuchar los latidos fuertes y estables de su corazón. Su distintivo aroma a pino y ciprés me
Me daba vergüenza siempre estar llorona. Cuando intentaba enterrarme en las mantas, Martín me detuvo riendo y apoyó su frente contra la mía. Me dijo despacio con una voz ronca y tentadora:—Ya aprendiste de la lección, ¿no? —Sí, nunca haré el favor de entregarte las cartas de amor de otras chicas.—¿Todavía quieres ayudarme a buscar a una novia?—No.Por fin entendí a qué vino el enojo de Martín. No debería haber recibido cartas de amor por él. Él tiene razón. Sí que fue imprudente sin pensar el gusto de Martín. No era justo para él.—Está bien. También me disculpo contigo. No debería haberte dejado sola durante estos días. ¿Me extrañas?Al encontrarme con su mirada profunda, me recordaba del vacío que sentía por su ausencia.—Sí, te extraño mucho. Fui a buscarte por todas las partes. Encima, nadie me respondió las llamadas. No entendía por qué estabas enojado. No sabía dónde te encontrabas. Me daba miedo de que te hubiera pasado algo…Sentía que me abrazaba con más fuerza. Pero al se
Fui mi primera vez en este hospital, por eso me costó por encontrar el baño.Justo iba a abrir la puerta para entrar, escuché una voz familiar en la sala de fumadores contigua. —¿Dejaste de actuar? ¿Te duele el corazón?Era de Serena. Lo reconocí de inmediato.—Sí, ya no puedo.—No esperaba que alguien como tú... Bueno, no digamos más. Cuida bien de Luna. Si necesitas ayuda, cuentas conmigo. Quizás no tenga la oportunidad de ser tu novia, pero al menos ser tu amiga está bien, ¿no?Se escuchaban luego las risas de Martín:—Por supuesto, gracias por esto.Después Serena salió de la sala de fumadores, me vio parada en la puerta del baño. Me dejó una sonrisa significativa sin decirme ni una palabra. Me hizo feliz de alguna manera al oír que Serena y Martín no podían ser novios, pero ¿qué quería decir con “dejar de actuar”? ¿Por qué dijo así?Mientras estaba reflexionando, Martín me vio también y preguntó:—Quieres ir al baño. Ven, te espero afuera.Yo no quería quedar ni un minuto más en
Carlos se le acercó hacia Martín haciendo pucheros. Sus movimientos exagerados hicieron que todos se riera sin cesar.Me sentí avergonzada cuando hacían bromas en Martín y yo. Era verdad que él siempre me cuidaba con mucho cariño, pero entendí claramente que él solamente me trató como a su hermana.Qué feliz sería si Martín siempre me cuidara así, sin embargo, sabía que no era posible. Tenía su propia vida y se casaría luego. Entonces, lo más importante para él en ese momento era su propia familia y yo dejaría de ser la niña más querida por él.Eso nadie lo podría cambiar. Al menos por ahora, contaba con él. «Cuando llegue ese día, tendría que enfrentarlo con sonrisa», pensé.Sentía tanta vergüenza que me cubrí debajo de la manta, pero Sofía la levantó de un tirón dejándome expuesta:—¿Ni siquiera quieres saludarnos? Hemos venida tantas personas con regalos bien preparados para ti.Fue entonces cuando noté los paquetes que estaban en la mesita, pero las palabras me enojaron y le refut
Pasé tres días enteros en el hospital acompañada por Martín. El día que fui dada de alta, me llevó hasta la residencia, provocando una emoción entre las chicas. Sofía dijo que me protegía como a una princesa o a una muñeca de cristal frágil. A pesar de eso, seguía sintiendo un poco de disgusto. Por un lado, como me controlaba la alimentación en el hospital, no tuve más remedio que tomar distintos tipos de sopa todos los días. Por otro, Martín todavía no me dio una explicación razonable sobre su actitud fría hacia mí hacía días. Sin embargo, me había prometido que nunca me dejaría más, por eso, yo, siendo generosa, lo perdoné. Y se notaba que, tras ese asunto, me cuidaba con más cariño y ternura. Incluso en los días cuando estaba muy ocupado siempre encontró un hueco para estar conmigo. Si no podía acompañarme a comer, me ordenaba una comida para llevar.Me convertí de nuevo en la alegre y despreocupada niña que solía ser.El tiempo pasó rápidamente y llegó noviembre. El clima se volv
—Por favor…Estás conmigo, ¿no? Me puedes protegerme. Solo una copa más. Hice mimos hacia él con la esperanza de que pudiera consentir mi súplica.Sin embargo, convencerle no era una cosa fácil. Me miraba fijamente diciendo con firmeza:—Sé buena. Beber demasiado te dará dolor de cabeza mañana.Al ver Martín cómo me trató, Carlos se burló:—No pensaba que pudieras ser tan encantador. Me enamoraría de ti también. —Deja de soñar. Martín solo pertenece a Luna. Levanté la cabeza para ver la reacción de Martín y me encontré con su mirada borrosa y seductora por el efecto del alcohol. Ante eso, no pude contener el impulso de tocar sus ojos y pestañas. ¿Cómo podría él seguir siendo tan guapo con el paso del tiempo?Al final, todos estaban un poco ebrios. En el camino de regreso, cantábamos canciones apoyándonos en los hombros de los demás.Martín hizo un esfuerzo por mantenerse sobrio, acompañándome hasta el edificio del dormitorio y no se fue hasta que desaparecí en su vista. Me di cuenta
Llegaron las vacaciones del invierno. Me imaginaba que la pasaría sola, pero el día que justo cuando salí de la residencia, encontré a Martín esperándome con las maletas. Dijo que no había vuelto a casa en casi dos años y que su familia quería que regresara a pasar el Año Nuevo con ellos.Me alegré mucho y le pregunté por qué no me lo había dicho antes, y él dijo que quería darme una sorpresa.Bueno, fue una sorpresa genuina.El viaje de regreso a casa con mi hermano fue mucho más cómodo. Me cuidó con esmero como si fuera una niña pequeña.Cuando mi madre abrió la puerta de casa y me vio regresar con mi hermano, se quedó perpleja y luego nos saludó efusivamente.—Bienvenido, Martín. ¡Cuándo tiempo! Luna te ha causado problemas, ¿verdad?—¿Cómo va a ser? Es una chica muy obediente. No da ningún problema.Luego se volvió para golpear la puerta de su propia casa. En apenas dos segundos, se escuchó la voz de Carmela.—Mira qué feliz está Carmela. Mi madre, mientras recogía mis cosas, me c