BEATRIZLlegando a casa de Nicola, Vladimir se baja más parlanchín de lo habitual, con Baster, quien lo escucha atento e incluso cruzan palabras, debatiendo sobre Juego De tronos, Nicola permanece en silencio todo el tiempo, y yo los detallo a ambos. —Le diré a una de las empleadas que te lleve a la que será tu habitación —habla Nicola, rompiendo la magia. —¡Yo te llevo! —exclama Vladimir, encantado con el nuevo amigo que acaba de hacer. —Gracias —responde Baster, incapaz de decir algo más, debido a que nuestro hijo tira de su brazo y se lo lleva a rastras. Pronto desaparecen de mi campo de visión, tomo una bocanada de aire. —No me gusta —dice Nicola a mis espaldas. Casi es medianoche y estoy más agotada que una mula de carga. Ni siquiera tengo ánimos de pelear con Nicola y sus celos. Por lo que intento subir las escaleras, doy un paso sobre la base de esta, cuando tira de mi brazo y siento que el aire me falta al tenerlo a pocos centímetros de mi rostro. —No dices nada porque
NICOLALa cabeza me da vueltas, la garganta la tengo seca y una mala posición hace que despierte con el deseo de despertar al lado de la mujer que me enloquece. Pero no, me llevo a desgraciada sorpresa de que no es Bea, sino, Milenka, quien tiene el cabello enmarañado, las mejillas rojas y los labios entreabiertos, exhalando débilmente. Como puedo, me hago a un lado y la aparto de mí, anoche llegó muy tarde, diciendo que estaba dispuesta a ayudarme con el papeleo, lo acepté, porque de ese modo iba a terminar antes, no lo cumplí, me pongo de pie, estirando los brazos, la espalda me duele y me paso una mano por el cabello. Abro las ventanas, dejando que la brisa gélida entre. Estoy a nada de salir, cuando una de las muchachas de servicio, entra sin tocar a la puerta. —Buenos días, Sr. Hill —se sobresalta y palidece. Su nerviosismo es evidente y me hace detenerme en seco. —No pedí nada —replico al ver la charola que traía en manos con dos tazas de café y fruta. —Si… señor, lo que p
BIANCATodo está listo, nuestro plan salió a la perfección, la idea de que Milenka fuera anoche a la mansión de Nicola, con el pretexto de poder ayudarle con el papeleo de la demanda, fue idea mía, así como el que le diera de beber con un tranquilizante que lo haría sentirse somnoliento hasta el grado de quedarse dormido, incluido el que una de sus muchachas se encargara de llevarles el desayuno con el propósito de que Bea los viera. Miro la hora que marca mi reloj de mano, a esta hora, Bea ya debió haberlos visto, sonrío, porque Milenka está siendo un buen peón, ahora solo falta dar el golpe final, uno que hará que Bea regrese a donde nunca debió haber salido; Italia. Nuestro padre también fue informado, él la odia, cuando la desaparecí, yo misma me encargué de envenenar a mi padre en contra suya, pasó de ser la hija que siempre quiso tener, a la ramera que solo buscaba la fortuna de su único hijo varón, le dolió, pero con el tiempo aprendió a odiarla tanto o más que yo. Sacarle
BEATRIZHace seis años que no veo a Byron Hill, el padre de Nicola, el último recuerdo que tengo de él, es bueno, una cena antes de la fiesta de compromiso, él era el único que estaba enterado, era nuestro cómplice, y ahora, su mirada es fría, tan gélida, que me corta el cuerpo con dagas invisibles. Mi corazón palpita con fuerza, quisiera abrazarlo, como en el pasado, pero Nicola tenía razón en algo, él me odia. El ambiente se torna hostil y demasiado oscuro, retrocedo un paso, apartando la vista de todos, nuestros ojos se encuentran y es estar frente a un Némesis. —Bea —sus ojos me miran con cierta altanería. —Byron —levanto el mentón. Hay un momento de silencio ensordecedor que me pone en alerta. Él, merma el espacio que hay entre los dos, el aire me sofoca y su mirada se siente como una patada en el estómago. —Así que los rumores son ciertos, volviste —no parece feliz de haberme visto, y hasta cierto punto creo que compartimos el mismo sentimiento. —No quiero causar problemas
NICOLAAprieto el volante con fuerza mientras manejo y piso el acelerador, estoy ardido, me han acorralado como si yo fuera el ratón y ellos los gatos. Ni siquiera puedo pensar con claridad en estos momentos, solo sé que me he colocado la cuerda yo solo. Minutos antes… Observo con detenimiento como tanto mi padre como el de Milenka, se toman el tiempo necesario para molestarme, saben que soy impaciente y aún no me dicen por qué me han dejado libre, mucho menos porque estamos en la casa de la familia Yasori, y no en la nuestra, algo se traen entre manos y estoy dispuesto a saber qué es. Byron me sirve un trago, odio estar aquí cuando las cosas entre Bea y yo están mal, ni siquiera me importa el estado en el que me encuentro, saber que otro hombre la pretende y que ella se siente libre de recibir regalos de otros, saca lo peor de mí. El tiempo pasa y mientras estoy aquí, ella debe estar en casa, pensando mal acerca de lo que cree que vio esta mañana con Milenka. —Nicola, como bien
BEATRIZAbro los ojos con pesadez, siento que el aire me falta y el dolor que siento en el pecho, duele como la primera vez que discutí con Nicola. Pedí que me cambiaran de habitación, como supuse, hizo un drama de ello, pero al final lo aceptó. Trago grueso, me duele saber que se va a casar con otra, y no dejo de pensar que quizá se trate de una señal, tal vez lo nuestro ya no deba ser. El destino nos separó por algo, llegando a la conclusión de que no quiere que estemos juntos. Él hará una vida con Milenka, con quien desde un principio iba a estar, antes de que apareciera yo. Con ese pensamiento me levanto, voy al cuarto de baño y me cepillo los dientes, me doy una ducha de agua caliente y salgo con una toalla enrollada al cuerpo, seco mi cabello rubio, saco mi móvil y decido hacer una videollamada a mis amigos. Quienes no tardan en contestar con una enorme sonrisa. Les había contado todo anoche, cuando estaba sola, aquí en Chicago no tengo amigos, solo ellos, en Italia, y Anasta
BEATRIZHay cosas en la vida que no se pueden cambiar, como el hecho de que Byron esté asesinando con la mirada no solo a su propio hijo, sino, a Vladimir, su nieto, su sangre, lo ve como si fuera el mayor error de la vida, y eso me duele, gracias a Dios, Vladimir está demasiado entretenido, viendo a su padre, quien no deja de cruzar miradas envenenadas con Byron. —Tu hijo —repite Byron con la mandíbula desencajada. —Así es —escupe Nicola. Milenka observa la escena con diversión, lo que me hace desear arrancarle los ojos. Pero me contengo. —Entiendo —arguye Byron. Nicola se acerca a mí, y me entrega a Vladimir, a quien cargo en brazos porque soy una mamá osa, y no quiero que se acerque a ellos, no miro al padre de mi hijo, solo murmuro una sencilla disculpa por el desorden. —Lo limpiaré —le aseguro. —Para eso tengo empleadas —responde a secas, Nicola. Asiento y sin decir nada más, giro sobre mis talones y me adentro a la casa, Baster me sigue los pasos, el cuerpo me tiembla y
MILENKAHe ganado una batalla, pero no la guerra, no me sabe a victoria porque sé que Nicola sigue pensando en esa cualquiera, y mientras maneja en silencio, mi cabeza no deja de dar vueltas a lo mismo, al día en el que perdí mi virginidad, el día en el que terminé llorando sola, y en silencio. Cinco años atrás… Reviso que mi maquillaje esté perfecto, sé que soy una vanidosa de primera categoría, pero no me importa. Lo único que me interesa es verme bonita para Nicola, hoy es la cena con los socios de Empire Company, y todos están abajo bebiendo, Nicola más de lo normal, no le conozco mucho, sin embargo, me gusta y sé que yo a él también. Termino de retocar mi maquillaje, saliendo del cuarto de baño que está dentro de la casa del señor Byron Hill, cuando alguien tira de mi brazo y me lleva arrastrando a la habitación adyacente, donde Nicola cierra con pestillo. —¿Sucede algo? —pregunto con el corazón en la boca. —No —responde moviendo el cuello con estrés. Es tan apuesto, que m