BEATRIZ"Mantengamos esto en secreto, por el momento, Nicola"Recuerdo las palabras que le dije a Nicola, antes de entrar a la empresa. Ahora, viendo el dolor de Milenka, mientras observa la situación, creo que fue lo correcto, me da vergüenza, porque tanto ella como yo, no tenemos la culpa, el destino fue quien nos puso en esta situación. —Hermano, tenemos que hacer algo —habla Bianca. Milenka, al ver que Bianca está alterada, sale de la habitación en silencio, cerrando la puerta de golpe. —¡No podemos perderlo todo, es el imperio que ha formado nuestro padre con mucho esfuerzo! —sigue.Sigo en silencio, en medio de la oficina de Nicola, mientras él teclea rápidamente en su móvil. —¡Si no hubieras estado en Italia, perdiendo tanto tiempo, nada de esto hubiera pasado! —brama con ojos llenos de rabia. Pero Nicola no le presta atención, de hecho, es como si no existiera. De pronto, voltea a verme. —¡No te quedes ahí, tráeme un café caliente! —grita.Mi mirada recae en los ojos osc
BYRON—¡Es que esto es inconcebible! —exclama llena de drama, mi mujer. La cabeza me duele con tanta palabrería, en especial si se trata de Greta, la mujer con la que me casé cuando mi legítima esposa y madre de Nicola, murió al solo tener cinco años de edad, nuestro hijo, quisiera decir que volví a encontrar el amor, pero con el paso de los años siento que solo estamos estancados en un bucle sin salida. Pero es la madre de Bianca, a quien quiero como si fuera mi propia hija, la niña de mis ojos. Solo por esa razón, paso algunas cosas. —¿En qué piensa Nicola? —replica—. Jamás le había pasado algo como esto a nuestro hijo. —Son problemas que hay que resolver —sigo metiendo mis cosas a la maleta—. Es por eso que nos regresamos ahora mismo a Chicago. —Pero yo no me quiero regresar, París es mi sueño, sabes cuánto había deseado este viaje —chilla.Sigue hablando a mis espaldas, no le presto atención, por el momento es necesario arreglar la demanda que nos han puesto, lo extraño del a
BEATRIZMinutos Antes—Me odia —las simples palabras brotan de mi garganta y duelen como espinas. —Voy a arreglar esto, en cuanto le cuente lo que te pasó realmente, lo va a entender —rodea mis caderas y me obliga a colocarme a horcajadas sobre él. La falda se me sube por los muslos y la lujuria detalla en sus pupilas. —Quiero que te ensartes en mi polla —exige desabrochándose los pantalones. Me siento tan excitada, que le beso, siendo esta vez yo quien da el primer paso, arranca mis bragas de una, y gimo en su boca, su dureza palpita debajo de mí, desciendo la mirada, una gruesa polla venosa, de veinticinco centímetros, se asoma y salivo temerosa. —¿Qué sucede? —se aferra más a mis caderas, sus dedos se clavan en mi piel—. ¿Temes lastimarte con lo que es tuyo? Me muerdo el labio inferior, su punta húmeda comienza a hundirse en mí, duele, me aferro a sus hombros y perdiendo la paciencia, Nicola me baja de golpe. —¡Nicola! —chillo.—Siento como te rompo por dentro —gruñe.Es tan
NICOLAEscucho atentamente lo que dicen mis abogados, con la esperanza de llegar a un acuerdo, cada uno ha expuesto su punto se vista, me ofrecen varias salidas, sin embargo, ninguna me lleva al camino que quiero, parece irreal que la empresa haya caído en algo como esto, cuando nunca me había pasado. Bianca sigue hablando con los abogados, tratando de llegar a una solución, mientras Milenka, no deja de mirarme, me siento mal por ella, pero debe aprender cuál es su lugar en mi vida, y Bea siempre irá primero, ahora más, que tenemos un hijo. Mi polla se endurece con solo pensar en cómo jadeaba Bea, mi nombre, siempre tan apretada, siempre tan… deliciosa… —¿Nicola? Salgo de mi estupor, Milenka ha colocado una mano sobre mi hombro. —¿Gustas que te traiga más café? —me cuestiona en tono dulzón. Dirijo mi mirada hacia sus dedos tocando mi brazo, ella parece darse cuenta de que no es correcto y la aparta demasiado, la detallo, los ojos los tiene inyectados en sangre, lo que me hace s
BEATRIZCuando termino de hablar con los oficiales sobre lo sucedido, me hacen una última pregunta que me incomoda, y que no sé muy bien cómo responder por el simple hecho de que se supone que es un secreto, y porque en realidad aún no hay una etiqueta para ello. —¿Qué relación tiene usted con el Sr. Hill? —me cuestiona uno de los policías. —Soy… —me muerdo el labio inferior. Ellos cruzan una mirada cómplice, como si estuvieran dudando de mí. —Ella es mi mamá —Vladimir interviene, quien está sentado en mi regazo, solo porque no quiso separarse de mí—. Y Nicola Hill es mi papá. Su gesto se relaja y el que apunta algo en una carpeta, carraspea.—Entiendo.Relajo mis hombros. —¿Qué pasa con el hombre que me ayudó?—Está terminando de dar su testimonio, supongo que en cualquier momento podrá marcharse, tiene mucha suerte, señora, si Nicolas Baster no hubiese llegado, estoy seguro de que ya la hubieran secuestrado. Un nudo se forma en mi estómago. —¡Papi! Vladimir lucha por bajars
BEATRIZLlegando a casa de Nicola, Vladimir se baja más parlanchín de lo habitual, con Baster, quien lo escucha atento e incluso cruzan palabras, debatiendo sobre Juego De tronos, Nicola permanece en silencio todo el tiempo, y yo los detallo a ambos. —Le diré a una de las empleadas que te lleve a la que será tu habitación —habla Nicola, rompiendo la magia. —¡Yo te llevo! —exclama Vladimir, encantado con el nuevo amigo que acaba de hacer. —Gracias —responde Baster, incapaz de decir algo más, debido a que nuestro hijo tira de su brazo y se lo lleva a rastras. Pronto desaparecen de mi campo de visión, tomo una bocanada de aire. —No me gusta —dice Nicola a mis espaldas. Casi es medianoche y estoy más agotada que una mula de carga. Ni siquiera tengo ánimos de pelear con Nicola y sus celos. Por lo que intento subir las escaleras, doy un paso sobre la base de esta, cuando tira de mi brazo y siento que el aire me falta al tenerlo a pocos centímetros de mi rostro. —No dices nada porque
NICOLALa cabeza me da vueltas, la garganta la tengo seca y una mala posición hace que despierte con el deseo de despertar al lado de la mujer que me enloquece. Pero no, me llevo a desgraciada sorpresa de que no es Bea, sino, Milenka, quien tiene el cabello enmarañado, las mejillas rojas y los labios entreabiertos, exhalando débilmente. Como puedo, me hago a un lado y la aparto de mí, anoche llegó muy tarde, diciendo que estaba dispuesta a ayudarme con el papeleo, lo acepté, porque de ese modo iba a terminar antes, no lo cumplí, me pongo de pie, estirando los brazos, la espalda me duele y me paso una mano por el cabello. Abro las ventanas, dejando que la brisa gélida entre. Estoy a nada de salir, cuando una de las muchachas de servicio, entra sin tocar a la puerta. —Buenos días, Sr. Hill —se sobresalta y palidece. Su nerviosismo es evidente y me hace detenerme en seco. —No pedí nada —replico al ver la charola que traía en manos con dos tazas de café y fruta. —Si… señor, lo que p
BIANCATodo está listo, nuestro plan salió a la perfección, la idea de que Milenka fuera anoche a la mansión de Nicola, con el pretexto de poder ayudarle con el papeleo de la demanda, fue idea mía, así como el que le diera de beber con un tranquilizante que lo haría sentirse somnoliento hasta el grado de quedarse dormido, incluido el que una de sus muchachas se encargara de llevarles el desayuno con el propósito de que Bea los viera. Miro la hora que marca mi reloj de mano, a esta hora, Bea ya debió haberlos visto, sonrío, porque Milenka está siendo un buen peón, ahora solo falta dar el golpe final, uno que hará que Bea regrese a donde nunca debió haber salido; Italia. Nuestro padre también fue informado, él la odia, cuando la desaparecí, yo misma me encargué de envenenar a mi padre en contra suya, pasó de ser la hija que siempre quiso tener, a la ramera que solo buscaba la fortuna de su único hijo varón, le dolió, pero con el tiempo aprendió a odiarla tanto o más que yo. Sacarle