Más que amigos.

Conduzco hasta la casa de mi madre y ella me recibe como solo una madre sabe hacerlo, con mucho cariño y algo de comer. Trato de visitarla por lo menos dos veces a la semana, pero últimamente se me ha complicado, dada mi reciente “relación”. Cuando voy hacia el patio, veo que ya mi hermana y mi sobrino ya están disfrutando de la piscina y pensar que solo llegué algunos diez minutos más tarde que ella.

Me siento en un camastro bajo un paraguas y disfruto de una tartaleta de frutas que me ha preparado mi mamá.

--Mamá, esto está delicioso – digo saboreando con detenimiento el postre.

–Me alegra que te guste, si vinieras más a menudo, podrías disfrutar de mucho más, si vinieras más a menudo – me recrimina enarcando una ceja y yo me limito a sonreír.

Para mi sorpresa, mi padre aparece tras la puerta de la cocina, tenía más de dos semanas que no lo veía porque siempre está trabajando.

–¡Papá! Qué raro que estés aquí un viernes por la tarde – corro a sus brazo

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