Y sí, ambos quedaron encerrados en esa habitación. No había ventanas ni nadie que pudiese molestar. Alice se sentía culpable por lo que haría, pero estaba acostumbrada a querer huir cuando se trataba de su padre.—Hasta aquí escucho tus pensamientos —le dijo el mafioso, acercándola, para abrazarla por la cintura—. ¿Estás bien, Alice?Ella lo miró a los ojos y sonrió. No veía problema en quedarse con él para siempre. Podía decir que le gustaba más de lo que lo odiaba, pero si él solo la quería para sexo... estaba bien. Alice nunca había sentido la necesidad de estar con alguien, pero si la única manera de poder sentir a Maksym era entregándose a él, lo haría. —Estoy bien —él la estudió por unos minutos y aunque su respuesta no lo convenció, no la iba a presionar.—Podemos dejar esto para mañana y así tú...No lo dejó terminar y lo besó. Un dulce y casto beso. Los labios de Alice eran suaves y carnosos. Maksym perdió el poco control qué tenía y profundizó el beso. Su lengua ingresó en
Y pasó lo que era obvio que tenía que pasar. Alice supo el cambio de guardias en la mansión y tuvo unos perfectos cinco minutos para huir de Maksym. Solo abrió la puerta una vez que fue a buscar la ropa en la oficina del mafioso y la cerró después de poner unas almohadas en la cama en forma de cuerpo. Salió disparada de la mansión siendo lo más sigilosa que podía ser en ese lugar. Muchos dormían y los guardias no estaban dentro de la casa por el cambio que empezaba a suceder.Alice salió por la puerta del servicio que no estaba siendo vigilada porque Jack se había movido a recibir un café. El pecho de la rubia dolía al igual que su entrepierna. Caminar no le era sencillo y mucho menos correr. Salió de la casa por la puerta de atrás, y en una esquina al final de la calle se encontraba otra princesa. ¿Cómo Alice tuvo el conocimiento de todo? Porque una vez Nana comentó sobre los cambios en la madrugada y la hora en la que ocurría. Antes de llamar a Alexia de Suecia, ya tenía todo calcu
Ambas princesas llegaron al palacio de Charlottenburg. Para Alice, era la primera vez que pisaba Berlín sin ser la sombra de algo oscuro para su padre. Era el único lugar en donde fue tratada como lo que era. Alguien de la realeza y la heredera de la corona.—Bienvenidas al palacio, princesa Alexia y princesa Alice —saludó el mayordomo—. La emperatriz las espera en su despacho. Ambas caminaron como las princesas qué eran y nadie miró mal a Alice. Teniendo en cuenta de que llevaba ropa de hombre y Alexia... bueno, ella iba perfectamente vestida para un robo al banco. Las dos entraron a la oficina de la emperatriz, que las abrazó al verla a las dos. —Deben estar en muchos problemas para que estén en mi palacio —besó a su sobrina y miró a Alice—. No entiendo como dejaron perder el reino de mi abuelo por alguien como tu padre, cariño.—Su alteza —hizo una leve reverencia, que fue recibida con una sonrisa—, mi padre me está buscando por razones que...—¿En dónde estuvieron? —la interrump
La emperatriz Amaya quiso ayudar de una buena manera a la princesa Alice, pero sin que la chica se diera cuenta. Es difícil la situación en la que se encontraba. Primero, porque Finlandia era manejado por un dictador y segundo, jamás pensó que el país por el que su abuelo tanto había luchado, sería convertido en la voluntad de un hombre que solo quería poder y más poder. No podía intervenir porque iniciaría una guerra sin fin. Simplemente, ningún mandatario podía criticar las leyes ni como manejaba su nación. Leyes que le hubiese gustado cambiar, pero lamentablemente, su abuelo había elegido para ese entonces todo. —¿Qué te ha dicho el médico, cariño? —le preguntó al verla llegar al despacho.—Tengo que desintoxicar mi cuerpo con las hormonas. Es muy pronto para saber cualquier cosa, pero dice que es poco probable un embarazo. Debo esperar unas semanas más para poder tener una respuesta sobre una prueba y ponerme otro método anticonceptivo —le explicó.—Dudo mucho de que te quedes c
Alice decidió salir a dar una vuelta por el palacio. Sabía que estaba segura hasta cierto punto, pero se sentía asfixiada con sus emociones. Odiaba ser la única que quería, sentía y pensaba. Era difícil para ella imaginar que él pudiera simplemente ser honesto. Alice estaba en aguas turbulentas. Si ella daba un paso en vano, se ahogaría y nadie se daría cuenta. Estaba sufriendo por lo que Maksym no hacía. Estaba sufriendo por lo que el mafioso no decía y sí, estaba sufriendo por lo que su mente le mostraba como verdades.Quería sentarse a llorar, pero tampoco podía hacerlo porque las lágrimas no le salían. Era tanta rabia por todo. ¿Qué le costaba tener una vida normal? No era una mujer egoísta, mala o problemática. Aprendió a recibir todo lo que la vida le tenía preparado y sin quejarse. Las veces se quejó fue golpeada y con Maksym... comprendió que jamás se entenderían.Suspiró y se sentó frente a un lago. Estaba en la parte de atrás del palacio y se podía respirar con tranquilidad.
Maksym desapareció de la vida de Alice como ella lo pidió. Ese efecto duró tres días y dieciocho horas. Con total cautela ella se fue llenando de los guardaespaldas del polaco. Fueron las peores tres semanas para ambos. El mafioso no se pudo acercar más a ella porque debía intentar dejar de ser un dictador de su país. Hasta el mismo presidente le pedía misericordia por ellos. Ninguno había visto o tenido contacto con la princesa, pero el solo hecho de que ella abandonara el país sin ser vista, era una abominación para él.¿Cómo era posible que alguien siendo princesa pase desapercibida? Cualquier persona perteneciente a la realeza, siempre era captada en cámara. ¿Por qué Alice no? Esa eran una de las miles de preguntas que tenía. Si ella no hubiese aparecido en Polonia, jamás la notaria. Todo el mundo conoce a los monarcas, pero a ella nadie la ha visto. ¿Por qué? ¿Por qué nadie la tomó en cuenta? —No hemos encontrado absolutamente nada sobre la princesa. Se sabe que es de la realez
Tres meses después...Todo parecía brillar para ambos. El mundo les sonreía y a Maksym no le cabía en el pecho más orgullo y felicidad. Nunca se había sentido así. La emoción y ansiedad por conocer a su primogénito era algo inexplicable. Alice se había despedido de Alemania y prometió volver para que conocieran a su bebé. Ella agradeció toda la ayuda y aunque la emperatriz sabía desde el inicio que se iría, omitió decir las palabras —te lo dije—. Eso se lo guardaría para una próxima vez que se vieran. Lo único que dudaba es que cuando llegara ese momento, Alice, siguiera siendo princesa y no reina de la mafia polaca.El Sacerdocio estaba de fiesta y por supuesto, la organización del líder polaco. Era el primer bebé en años. La última fue Kassia y la ilusión en toda la mafia se sentía a flor de piel. Los padres de Maksym estaban felices. Sí, hasta su padre. Había aprendido la lección y decidió llevar la fiesta en paz con sus hijos. Extrañaba a su mujer y aunque no había tenido la culp
El centro comercial no estaba muy lejos de la mansión principal. Era seguro para las mujeres y estaban lo suficientemente resguardadas para que Maksym no estuviese preocupado. Ellas entraron a todas las tiendas de maternidad que pudieron conseguir. Las más prestigiosas y simplemente las que más les gustaba. Compraron al gusto de Alice e intentaron mantener los colores neutrales para cambiarlos después de que supieran el sexo del bebé. A Alice le habían encantado los vestidos sueltos y largos. Se dió cuenta de que ahora le molestaba la ropa adherida al cuerpo. Decía que no podía respirar. Y el favorito de las tres, fueron los pantalones de maternidad adaptable. La madre de los chicos se fue a pedir la comida y dejó a Kassia con Alice un rato. Ya habían caminado demasiado y la rubia quería descansar. Por un momento quiso ir a comprar su comida, pero no la dejaron. Era extraño porque no se sentía inútil y tampoco le gustaba que le sirvieran si ella podía ir por su comida.―¿Irás este fi