"¿En serio esta loba piensa que somos unas blandengues?", se burla Aella.
"Yo en realidad me siento como si no hubiéramos pasado la piyamada de anoche, junto a Zeira", le digo, "gente que quiere que yo sepa cosas, pero se hacen las interesantes".
"Gente que nos subestima", agrega mi loba interior.
"Gente que no me conocía de antes, cuando comía miedo frito en el desayuno", le añado y ella se ríe.
Decido terminar de arreglarme e ir hasta el bar para tomar uno de los refrescos de la pequeña nevera, sin importarme qué se le pueda antojar a la invasora indeseable que me persigue. Luego me siento en la sala, con la querida Kala detrás, quien se sienta enfrente de mí y, una vez instalada, decido tomarme todo mi tiempo para responderle a su pregunta sarcástica, mientras le doy un sorbo a mi bebida.
―Eso no es cierto―le respondo con demasiada sorna en mi voz, como para que no lo note―me refiero a hacer exactamente lo mismo―le digo y tomo otro sorbo de
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"¿Eso fue una amenaza?", inquiere Aella de lo más molesta, en cuanto ve que Kala sale como un remolino devastando todo a su paso, "¡ahora sí que tenemos la excusa perfecta para arrancarle la cabeza". "¿Crees que eso nos ayude con la popularidad por aquí?", le indico y ella resopla. "Pues, con todo eso de que debemos mucho y tal, supongo que no", reconsidera y yo doy un suspiro, "pero ella es… ¡ARG!", grita de la pura rabia dentro de mí y yo trato de disimular delante de Myrtle que debe creer que estoy loca de remate, por la manera en que la estoy mirando en este momento. ― ¿Te sientes mal? ―me pregunta y yo arqueo las cejas, tratando de parecer inocente, de lo cual estoy segura de que mi nana no se come el cuento. ―No, para nada―le digo tragando en seco―solo dame unos minutos―le pido sentada en la salita y ella prepara algo en la bandeja llena de comida que trajo Cesar. "Te entiendo bien, Aella", le digo y empiezo a olisquear en el aire el del
La cara de Barbie es una mezcla entre asombro, tristeza y otra cosa más que no sé definir. También veo las caras de todos los demás, algunos de los cuales habían escuchado la historia, pero jamás de mis labios. De hecho, algunos quieren retirarse, al darse cuenta de que es algo muy íntimo, una historia que nadie quiere contar en público, a menos, claro, que seas un psicópata o algo por el estilo. ―No se vayan, por favor―les pido―creo que todos deben saber la razón por la cual actué como lo hice y no es que quiero que me perdonen, solo que conozcan mi versión. Entonces, ellos vuelven a tomar sus asientos y yo siento un escalofrío en mi columna vertebral, pero respiro hondo. Tampoco es que es fácil confesarlo, porque es la declaración definitiva de que yo lo hice sin la influencia de nada ni de nadie. La prueba fehaciente de que soy la culpable. No Adrien, no Aella. Solo yo. ―Fue cuando desperté en la noche, luego de que te fueras―comienzo mi hi
"¿Qué?", dice Aella enojada, "no me importa que sea el beta de la manada o lo que le dé la gana, ¡yo lo mato!". "Quieres calmarte", le pido, porque está demasiado iracunda para escuchar razones, tanto, que me está haciendo gruñir, lo que provoca un pequeño grito de Barbie, "si te diste cuenta, somos muy fieras y tal, pero aquí hay varios que quieren hacer lo mismo con nosotras". "Pero es que nos comparó con esos lobos apestosos", señala con un bufido de frustración. "Está hablando de que está buscando algo", trato de hacerla entrar en razón, pero la entiendo, porque esa comparación en particular es odiosa, considerando que los tipos querían abusar de Barbie y de mí. ―Entiendo que no sea tu favorita, Van, pero compararme con esos lobos asquerosos no solo resulta mala idea, sino que me hace replantearme si en verdad quiero reconciliar nuestras diferencias, porque, ¿en serio, Van? ¿me parezco a esos lobos repugnantes? ―le indico con una ceja levantada―pe
Doy un respiro, dos y hasta tres, con tal de calmarme, por toda la rabia que me produce el solo pensar que mi historia se repite una y otra vez, gracias a los lobos de Bernard. La verdad es que no me puedo enojar todavía, después de todo y como bien lo ha dicho Zayn, estas son solo conjeturas, necesitamos una prueba de todo lo que estamos diciendo, porque, de ser cierto, no solo se trata de expulsarlos de las fronteras de los Zafiro o los Luna, también habrá que erradicarlos a todos del mapa. Y entonces, un sabor agrio sube hasta mi garganta solo de pensar en el hecho de que están convirtiendo a más personas en lobo y que para ello están matando humanos. La sola idea me revuelve el estómago, sobre todo porque esos lobos omega de linaje antiguo o lo que sea parecen invencibles y están muy lejos de que podamos acabarlos. "Igual hay que buscar la manera de acabarlos, aunque no hayan convertido a nadie", me recuerda Aella, "son malos y punto". "Son malos
―Yo diría que los interrogarán primero―le indica Van con una sonrisa bastante tonta―creo que he visto algunos libros con algunas torturas interesantes que se les aplicaban a lobos en el pasado, nada que hagamos aquí, por supuesto. ―Creo que recuerdo una, cariño―le indica Mara siguiendo su juego―me parece que le decían ala de pollo o algo así. ―Oh, sí, esa es mi favorita―le responde su pareja destinada―le toman las manos al lobo y se la colocan hasta atrás, con una estaca punzándole la espalda―explica y yo trato de disimular mi horror, como siempre―creo que hace cantar a cualquiera con tan solo unas horas de tortura, eso está garantizado―le asegura. Entonces los dos lobos se notan nerviosos, cada uno en su celda, pero uno de ellos respira hondo y mira con desprecio a Van, como si quisiera atacarlo. ―No caigas en su trampa, Xavier―le dice el reo con rabia en la voz y su compañero hace un bufido―ellos no se atreverán a nada, son unos blandengues. Les enc
Aike se asegura que nadie nos sigue, aunque estoy segura de que ya le debe haber advertido a su élite para que no lo molesten. Su cara es fría y sus ojos, dos témpanos de hielo. Casi no puedo descifrar lo que quiere de mí, pero creo que ya me lo había advertido, que teníamos una conversación pendiente, una que de la cual he huido dos veces porque no me atrevo a enfrentar la verdad otra vez. Que él ya no me quiere como su pareja, porque me lo dijo tres veces hace unas semanas. De hecho, ya estoy cansada de todo esto, del mal humor de los Luna y, incluso, de los lobos de Bernard. Solo me gustaría volver a mi habitación y acostarme a dormir o a llorar, en todo caso, desahogar todo lo que he padecido en un día tan kilométrico, que tengo miedo de lo que pueda deparar mañana. Cuando se percata que nadie nos está siguiendo, Aike se mueve a una velocidad pasmosa, conmigo detrás pegada a su cuerpo, hasta llegar al último piso del ala delta, el cual se
Entonces se separa de mí y se sienta en uno de los sillones y me invita a hacer lo mismo, con una sonrisa. Hace una larga pausa y da un suspiro, como si quisiera darse valor, lo cual me causa curiosidad, porque es la primera vez que lo veo tan vulnerable.Ni siquiera lo vi así cuando estuvo todo cabreado con su hermano aquella noche, cuando discutieron por el problema de la amenaza de invasión de los Zafiro.Fue la noche cuando nos regalamos la mejor noches de nuestras vidas, debo confesar.Supongo que las cosas han cambiado demasiado en tan solo unas semanas y Adrien no es el único problema entre Aike y yo. De hecho, ni él ni yo somos los mismos. Yo he dejado de odiar tanto a los lobos y él ha dejado de ser el chico ingenuo que creyó que una chica como yo no le haría daño.Debe haber perdido la fe en muchas cosas.―Sabes que lo que te acabo de decir es broma, ¿verdad, Sia? ―me m
―La manada es un caos, por lo que he visto hasta ahora―le digo con toda sinceridad, pero, cuando lo escucho resoplar por la nariz, trato de aclararle―no te estoy echando la culpa ni nada, de hecho, a quien hay que echarle la culpa por aquí es a mí―agrego y él me mira fijamente―lo lamento todo, Aike, no tienes idea de cuánto―le repito, como si no lo hubiera hecho ya en este día y siento cómo los ojos me vuelven a picar. Entonces él baja su rostro y me vuelve a besar la sien.―Pues, esto iba a suceder tarde o temprano, aunque nunca lo quise ver, porque se trataba de mi hermano―me responde y me aprieta el hombro―entonces llegaste tú y lo complicaste todo aún más―me dice y me da un beso en la coronilla, a pesar de sus palabras crueles―pero supongo que si no eras tú, pudo haber sido alguien más―trata de consolarme.―Y sin embargo, me hubiera gustado que fuera alguien más o nadie, si h