El lobo blanco frente a mí cubre con su cuerpo mi visión, así que no tengo la menor idea de qué está pasando entre ambos lobos, solamente que se están enfrascando en una serie de gruñidos. El lobo blanco afirma sus patas en la tierra húmeda, como si estuviera preparándose para atacar.
En un momento el lobo blanco mira hacia atrás, directamente a mi cara. Hace algún tipo de señas, pero no entiendo lo que quiere de mí, así que vuelve a mirar al frente.
Entonces ambos lobos se transforman, quedando desnudos frente a frente. El lobo negro es ahora un hombre enorme de cabello negro y ojos grises con una musculatura imponente, igual que el lobo blanco.Ambos hombres se ven frágiles para el tamaño imponente de Aella, quien está gruñendo, babeante, dispuesta a atacar.
― ¿Le puedes decir a tu loba que ya puede parar? ―le espeta el hombre frente al alfa sustituto y asumo que se está refiriendo a mí, pero Aella no está dispuesta a que nos transformemos.
"Atac
Recuerda dejar un comentario, si te ha gustado. Muchas gracias.
Aike y Valentine se miran el uno al otro, tal y como Aike hizo con el tal Zayn un rato atrás, claro que con menos gruñidos y baba saliendo de sus bocas, sin embargo, el momento no deja de ser demasiado tenso para mi gusto. Entonces Valentine decide bajar la casa en sumisión y espero que con eso se acabe la situación molesta porque yo no he pedido que vengan ninguno de los dos, para empezar. ―Después hablaré contigo, Valentine―le dice a su primo, como si hubiera una conversación que me acabara de perder y supongo que eso se debe al enlace mental que mencionó Mara hace un rato. ―Por supuesto, mi alfa―le responde este y le hacer un ademán digno de un rey, dejando a la bomba de tiempo que es Aike en este momento en medio de mi habitación, el cual me está mirando directamente a la cara y yo decido ignorar deliberadamente, aunque no puedo evitar decirle algo. ―Espero no conocer a otro Mctire más por hoy, al menos―le respondo a Aike antes que empiece siquiera a habl
Unos acompasados ronquidos están susurrando en mi oído, lo que me hace abrir los ojos y me doy cuenta de que estoy aferrando un enorme brazo a mi pecho, el cual tiene un reloj en la muñeca y me doy cuenta de la hora. ― ¡Por Dios! ―le digo a Aike que está a mi espalda―ya tengo que ir a entrenar. Pero él ignora mi preocupación y, en lugar de liberarme de sus brazos, me está dando besos tiernos en el cuello. "Esto nos gusta", dice Aella muy feliz de que le hagan arrumacos matutinos, que podrían ser el preludio de algo más. ―Podrías reportarte enferma―me susurra al oído y yo me siento algo mareada de todos los besos que me da desde mi barbilla hasta mi nuca, haciendo movimientos con sus pelvis, que me hacen que mis pezones se endurezcan. Puestas las cosas desde su punto de vista, estoy muy, pero muy tentada. Hemos repetido unas cuatro o cinco veces más y no sé cuánta fue la cantidad de orgasmos que he tenido en toda la noche, pero quién cuenta cuando se l
Justo cuando salgo de la oficina de Hal, me encuentro a un tipo que no había visto hasta ahora, así que asumo que es el tal Melvin. Su físico es tan imponente como el resto de los instructores, con el cabello negro y lo lleva al estilo man bun. También tiene una barba insipiente bien definida y un bigote tipo inglés, que lo hacen ver como un pirata. En serio, solamente le falta el parche en el ojo o la pata de palo y un perico en el hombro. Me pregunto de dónde lo habrán sacado, porque con esa pinta llama mucho la atención. ―Sígueme―me dice y se da la media vuelta, como si se tratara de un robot, de hecho va un paso que casi me hace trotar. No sé si son ideas mías, pero tal parece que se quiere deshacer de mí. ¡Perfecto! Yo tampoco quiero demorarme en esto. Prefiero dar un par de patadas que hacer eso de la fulana meditación, así que espero que su actitud signifique que pronto podré comunicarme mentalmente con todo el mundo y ya no tendré que
El lobo frente a mí me mira con el ceño fruncido y los labios apretados, pero no me está intimidando en lo absoluto. De mi boca se escapa un bufido que hace que la cara de Hal se ponga aún más roja y no entiendo por qué. Para lo que me importa su actitud. ―En realidad, el que no tiene idea de la importancia de las clases es Melvin, Hal, porque me dejó en medio de las colchonetas y se fue a quién sabe a dónde―le respondo y él pone los ojos como platos. ―En todo caso, debiste pasar a mi oficina, Bellamy―me responde cabreado―soy yo quien decide que harás en mi gimnasio. ―Lo tomaré en cuenta para la próxima vez, Hal―le respondo, aunque hubiera querido agregar, la próxima vez que algún idiota decida hacerme perder el tiempo―solo pensé que te molestaría más si estaba en un rincón sin hacer nada que ayudara con mi entrenamiento. ―Está bien―me responde y le hace una seña al instructor que lo acompaña y este se nota pensativo, así que asumo que están t
Logro llegar a uno de los árboles que están en el borde del bosque, mientras trato de calmarme. Mi corazón late como si hubiera estado en una maratón, pero trato de mantener la calma. De seguro me podré ocultar por unas horas, hasta que se me ocurra cómo evitar a Adrien. Quizás corra hasta salir de este maldito lugar y ya veré después cómo darle una excusa a Hal de mi ausencia, porque en definitiva Adrien no debe encontrarme ni sospechar siquiera que estoy en su propia manada. "Reconoció nuestro aroma otra vez", me dice Aella. "Razón por la cual huimos, loba tonta", le digo y ella me gruñe. "¿Has notado que cada vez que estás nerviosa la tomas conmigo?", me reclama y yo pongo los ojos en blanco. "Para ser una loba, eres demasiado sensible", le recuerdo. "Y tú eres una brabucona en toda regla", me responde. "Está bien, tenemos cosas más importantes que estar discutiendo entre nosotras, así que ¿tregua?", le pido y ella resopla p
"Qué bueno que se fueron", me dice Aella y yo también me siento aliviada. Si estuviera en el mundo humano en un bosque desnuda con cuatro hombres medio drogados, no sé qué hubiera pasado conmigo o, peor, sí que lo sabría.Siendo una loba, me hubiera transformado y corrido a toda velocidad, pondría la alarma, todos los Luna de Hielo se hubiera transformado y ahora mismo estaríamos en batalla. Las cosas ahora son muy, pero muy diferentes. Mara también respira hondo una vez se da cuenta que los zafiro no van a regresar. ― ¿Quieres comer algo? ―me invita Mara lo que me saca una sonrisa de burla, porque vaya si sabe cambiar de tema en un abrir y cerrar de ojos.Es interesante porque yo estoy preocupada por la próxima guerra de hombres lobo y ella, de su panza. ―No creo que sea buena idea―le respondo y es verdad, por lo menos para mí, porque lo último que quiero es ir al comedor de la casa de la manada, donde seguro estará gente de la cual estoy
Mara empieza a calentar sus deliciosos espaguetis en el microondas y prepara rebanadas de pan con mantequilla, las cuales mete en el horno eléctricos, mientras Aike y yo nos sentamos en el mini comedor. ―Estuve preocupado por ti―me dice y yo lo miro extrañado―supe lo que pasó hace un rato en el entrenamiento. ―No pasa nada―trato de calmarlo, pero él está molesto―son un par de chiquillos que no han superado la adolescencia. ―Claro que pasa algo―me dice y me toma la mano―por eso te fuiste del entrenamiento, porque te dolió lo que dijeron―trata de consolarme y yo no debo sacarlo de esa idea, porque no debe saber por qué me fui realmente, por la presencia de su hermano en el gimnasio. Estoy a punto de contestarle, pero Mara y Valentine aparecen como si fuera algo sincronizado, justo cuando ella va a colocar los platos en la mesa, él se presenta en la puerta y se sienta en una de las cabeceras, frente a Aike y todos nos saludamos. ―Hoy pasó a
Ambos chicos se van, dejando la mesa llena de los trastes y cubiertos que acaban de utilizar. También me dejaron con una madeja de pensamientos, las cuales no puedo desenmarañar, comenzando con la primera pregunta. ¿Por qué Valentine me ha echado a la boca del lobo, específicamente, a la de su primo Adrien?Se suponía que me cuidaría, pero solo me está demostrando por qué no debo de confiar en ninguno de estos malditos lobos, aunque te ofrezcan comida deliciosa o, en el caso de Aike, un magnífico cuerpo con el cual jugar. ―Descuida―le digo a Mara, que intenta nuevamente levantar los platos para fregarlos―yo me encargo―señalo y los tomo, sacudo y los lavo. ―Siempre me has dado la impresión de que eres una especie de princesa o algo así―comenta con las cejas levantadas―nunca creí que fueras de aquellas de las que les gusta hacer labores caseras. ―Y no lo soy, pero me gusta que todo esté limpio―le respondo, mientras pongo los trastes a escurrir―además