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C A P Í T U L O III: "Es Una Orden"

Se llegó la hora de mi almuerzo y cuándo estaba tan entusiasmada de salir y disfrutar mi comida la dulce florecita me interrumpió.

— Aún no puede salir a almorzar. Terminemos el informe del área uno de finanzas y entonces sí podremos los dos bajar a almorzar.

— ¿Disculpe?

— Lo que oyó señorita Ainara, ya la he disculpado dos veces en un mismo día…

Escuchar el nombre de mi hermana de los labios de la tierna florecita de verano se sintió extraño. Quisiera que el mundo supiera que mis logros son míos, de la chica que se llama por nacimiento Agnes.

Mi situación es algo complicada, desde que salí de Venezuela, mi país de origen me ha tocado adoptar los documentos legales de mi hermana ya que los míos fueron robados y no he logrado conseguirlos y mucho menos sacarlos nuevos.

Mi hermana hace ya mucho tiempo que no trabaja ya que hace poco nació mi pequeña sobrina Alina, ella decidió que yo adoptará su identidad ya que ambas somos casi idénticas, somos gemelas.

Ambas estudiamos la misma carrera universitaria, jajaja y sí… en la adolescencia ambas una vez nos enamoramos del mismo chico, un poco raro sí, pero supongo que misterios sin resolver de gemelos.

Aunque fue algo pasajero, es una anécdota que aún en algunas cenas familiares sale a relucir.

>> Desde que se perdió en sus pensamientos decidió no salir de ellos…

Su voz gruesa me sacó de mi pequeña ensoñación.

— Supongo que pensaba que tengo hambre.

— A veces sus respuestas están fuera de este mundo.

No pude evitar mirarlo mal.

>> Supongo que le arruine el almuerzo con su novio, tranquila si quiere dígale y almorzamos los tres.

Mi carcajada resonó por toda la oficina y parte del recibidor de afuera.

— Supongo que mi vida amorosa lo tiene desvelado. Creo haberle dicho hace algunas horas que no tengo un novio que me amargue la vida.

— Supongo que por eso es que vive amargada, quizás necesite un novio que logre, emm… ¿Como digo sin que suene cruel?

Mi mirada furiosa podía incluso quemarlo vivo.

>> Apaciguar ese mal genio.

Entonces supe algo, a él le encantaba jugar. Dos pueden jugar este juego.

— Quisiera no seguir desgastando la misma palabra en otra oración, pero, supongo que por eso es que usted es como es… Digo tan de mal genio.

Ahora su mirada curiosa se fijó justo en mi.

Tomé el bolígrafo que tenía en mi mano y lo coloque en mi boca seductoramente.

>> Usted también debería de buscarse una novia… ¿Cómo puedo decirlo sin sonar muy cruel?

Con sumo cuidado chupe la punta final del bolígrafo mientras lo sacaba de mi boca.

>> Una que logre drenar todo ese mal genio.

Culmine mi sesión vengativa, mientras que con el bolígrafo lo señale desde su frente hasta su entrepierna.

La risa interna no podía contenerla y logró salir desde lo más profundo de mí estómago hambriento.

Su mirada se tornó oscura y en gesto pacífico pero sin dejar de ser duro me ordenó seguir con mi informe.

No le presté más atención a sus gestos y proseguí a realizar mi trabajo.

Agnes 1, florecita tierna de verano 0.

Termine con mi informe y no pude evitar soltar un gritito de alegría que hizo que la florecita frente a mi despegara su vista de los documentos.

Tomé mi celular y visualizé la hora, era más que tarde. Hace tres horas que debía almorzar. Tomé mi bolso y cuándo me disponía a salir de la oficina su voz por segunda vez en el día me lo impidió.

— ¿Acaso pensabas irte y dejarme abandonado?

Me di la vuelta y vi que ya había levantado su trasero de mi silla y se encontraba acomodando las arrugas imaginarias en su traje.

>> Señorita pero qué malos modales. Ya veo que no soy el único que debe comprarse unos, suerte que aquí el sueldo es bueno señorita Bachelet.

No pude evitar torcer mis ojos hacia arriba haciendo que quedarán en blanco, demostrando así el hastío que sentía.

Tomó su teléfono el cuál se encontraba dentro del bolsillo de su chaqueta y procedió a realizar una llamada.

Es que hasta realizando una estúpida llamada podía verse tan estúpidamente bueno. Dios santo Padre de la creación, hay que darse cuenta que con algunos simplemente te esmeras.

Ver como el traje se adhiere a sus músculos mientras hace ligeros movimientos…

¡¡¡Dios!!!

Debo dejar de pensar así, en fin es un hombre igual que el resto. Además de lo exasperante que puede llegar a ser.

*En la llamada*

— Palmer, ya voy saliendo a almorzar. Ten mi auto listo en la entrada. No quiero que sepan que estoy aquí.

>> Sí iré en compañía, espero que hayas reservado en un buen lugar.

>> ¿Como carajos ella supo que yo estaba aquí? ¡Maldita sea! Ya voy. Intenta distraerla.

*Fin de la llamada*

Su semblante juguetón había cambiado a uno parecido al mío, lleno de un fastidio inmenso.

No pude dejar de escuchar que había una ella inmiscuida en toda la situación, supongo que podré irme tranquila y él irá a su encuentro o a sus asuntos no sé, así que para no fastidiarle más decidí salir al ascensor sin darme el momento de esperarlo.

Antes de que las puertas se cerrarán su pie con su caro mocasín de Versace impidió que este se cerrará por completo.

Las puertas se abrieron y él así con su maldito metro ochenta irrumpió en el ascensor y marcó el estacionamiento, que vendría siendo el sótano.

>> Ya veo que tenías planeado irte de nuevo sin mi.

— Su novia debe de estarlo esperando abajo señor, sería un buen momento para que drene su mal humor.

Quise morder mi lengua por ser tan imprudente, pero hay algo que siempre mi abuela hermosa me decía: "Cuándo algo ya está dicho de la lengua para afuera, nada de lo que hagas revertirá los hechos"

Punto.

— ¿Por qué no me enseña usted cómo puedo drenar ese mal humor?

Mis ojos se abrieron tanto que dolían.

— Su respuesta no viene al caso.

Dije completamente acongojada en mi esquina del ascensor.

— Pues sus acusaciones tampoco.

— ¿Quién en este ascensor sería capaz de acusarlo señor?

Voltee mi cuerpo de manera que pudiese verlo, ver sus expresiones.

Su cara se volteó en mi dirección y nuestras miradas se encontraron.

— Una pequeña pulga de un metro cincuenta y cinco quizás.

— Déjeme informarle que no veo a ninguna pulga por aquí, hace poco realizaron una limpieza de plagas en la empresa. Y si se refiere a mi estatura no mido un metro cincuenta, soy alta mi promedio es de uno setenta.

— Debo reclamar a esa otra empresa de limpieza, pues dejaron una pequeña plaga suelta. Además una lo bastante molesta.

Maldito.

— Ya veo, ojalá tenga suerte con su reclamo señor.

— De hecho…

Sea lo que sea que tendría por decirme quedó a medio terminar ya que las puertas del ascensor se abrieron.

Un hombre algo grande y ancho y en extremo musculoso y en extremo aterrador se acercó a nosotros, vestía todo de negro y llevaba un audífono en su oído izquierdo.

— Señor, espere un momento dentro del elevador.

Él con una mirada amargada asintió.

— Creí haberte dicho Palmer que ya enseguida bajaba.

— Sí señor, sólo que la señorita…

— SOLO APRESÚRATE A QUE TRAIGAN EL AUTO.

El intenso actuar de la florecita me hizo pegar un brinco y es que solo alzó su voz y yo sentí que todo se había estremecido. Se me hizo tan feo de su parte que no dejará que el Señor que se hace llamar Palmer culminase de hablar, pero no entiendo porque me sorprendo tanto. Ya sé que sus modales se le fueron de vacaciones.

Un lindo Mercedes se aproximó a nosotros, era totalmente negro y muy muy lindo. Quizás un último modelo.

La florecita se acercó a este y abrió la puerta de atrás.

Haciéndome un gesto con la mano para que ingresará al auto se dirigió a mí.

Involuntariamente mi cabeza hizo un no, he visto muchas muchas series policiacas y montarte en el auto de un magnate que para rematar es egocéntrico y medio despiadado es mala idea.

Él colocó una de sus manos en sus sienes haciendo un ligero masaje.

— Yo tengo auto, puedo seguirlo…

Antes de agregar algo más a la conversación él me interrumpió.

— No me interesa si hasta aviones tienes, además no es una petición. Es una orden.

Ya ven, mala idea.

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