CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

La puerta se abre con un chirrido, pero no me molesto en comprobar quién es, asumiendo que son solo mis hermanos que regresan. Gran error. Lo siguiente que sé es que un chorro de agua helada me golpea directamente en la cara, sacándome de mi miseria.

—¡Qué mierda!—, rujo, poniéndome de pie de un salto, listo para hacer que la persona se arrepienta, pero entonces veo quién está ahí parada, con un vaso vacío en la mano, y mi corazón se detiene.

—Haisley—, exhalo. El agua gotea por mi cara y pecho, empapando mi camisa, pero apenas lo siento. Todo en lo que puedo concentrarme es en ella, aquí, frente a mí. —¿Eres realmente tú?—

Extiendo la mano para acariciar su rostro, desesperado por sentir la seda de su piel bajo mis dedos, para confirmar que no es solo un cruel espejismo. Pero ella retrocede, levantando una mano para detener mi avance. El rechazo escuece como una bofetada.

—Necesitamos hablar—, dice, su voz fría y profesional. —Hay un problema en la empresa que requiere tu atención—.

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