CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

Helen

Irrumpo en la casa de la manada, mi sangre aún hirviendo por el intento fallido de reclutar a Collins para ayudarme a separar a Hades y Haisley. Mientras atravieso los pasillos como una tormenta, puedo sentir los ojos de todos sobre mí, sus susurros siguiéndome como un enjambre de insectos zumbantes. Creen que no puedo oírlos, pero olvidan que somos hombres lobo - ningún chisme susurrado puede escapar a nuestros sentidos agudizados.

—Parece un desastre—, murmuran, arrugando la nariz ante mi apariencia desaliñada y el hedor a alcohol rancio y humo de cigarrillo que se aferra a mi piel. —No se ha bañado en días por el olor—.

No se equivocan. He estado ahogando mis penas en una neblina de alcohol y nicotina, dejándome revolcar en la inmundicia de mi propia miseria. Pero hoy, hice un esfuerzo por limpiarme, por poner una cara valiente para el mundo. Lástima que mi olor revele la verdad de mi desesperación.

Finalmente llego al santuario de mi habitación, cerrando la puerta de un port
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