—Sebastián, necesito hablar contigo. Ha sido necesario despedir a esa muchacha. Ella no lo hizo adrede, solo es una prenda de vestir, una vez llegue a casa la voy a lavar y se solucionará el problema. Es todo —resolvió, a lo que él negó furibundo. —Sus constantes faltas de puntualidad y su falta de compromiso son las razones. No es lo solo lo que pasó contigo —mencionó, a lo que ella suspiró. —Entiendo, pero ¿no podrías haberle dado una segunda oportunidad? Sé que se equivocó pero se miraba bastante afectada, y eso inevitablemente hace que me sienta un poco culpable por ella.—Ya le di varias oportunidades y no mostró mejoras. Por otra parte no debes dejar que te afecte su despido, ni siquiera la conoces. Ella no quería seguir diciendo nada, pero se sentía mal por la chica, pensando que debía hacer algo. No sabía qué, con exactitud. —Sebastian, antes de continuar me gustaría ir al baño. —Puedes usar este —señaló sin más, pero ella negó con la cabeza. —No, iré afuera, te lo agrad
—Le pediré a mi secretaria que te consiga una nueva ropa, no puedes estar así por la oficina, tu atuendo está estropeado, lo que lo hace de mal gusto y no aceptaré que me digas que no —expresó y ella qué intentaba o tenía la intención de negarse, se quedó boquiabierta abierta porque él siempre estaba buscando que se hiciera lo que dijera y nada más que eso. Bufó. —De acuerdo, muchas gracias. ¿Ocurre algo? —cuestionó capturando toda la atención del hombre quién la miró entre cerrando la mirada. —¿A qué te refieres exactamente con eso? —Pues, parece que algo realmente te tiene afectado, me estuve tratando de contener pero finalmente la curiosidad me ha ganado. No le gustó para nada la intromisión de la mujer prefería mantener sus asuntos en privado que abanicarlos. —¿Podrías dejarme a solas? Deberías comenzar a trabajar, tengo asuntos pendientes por resolver. Y no puedo seguir perdiendo el tiempo—solicitó de forma repentina y Verónika se quedó un poco de sorprendida por su cambio
Desesperado, Sebastián intentaba mantener la calma mientras escuchaba las amenazas cada vez más intensas de su exnovia al otro lado de la línea. El sudor le perlaba la frente y su corazón latía acelerado. No podía permitir que su reputación y su carrera se vieran afectadas por este chantaje.Decidido a encontrar una solución, Sebastián se detuvo frente a la ventana de su oficina y observó el bullicio de la ciudad. Sabía que no podía ceder a las exigencias de su exnovia, pero tampoco quería que el embarazo se convirtiera en un escándalo mediático.—No te saldrás con la tuya. ¡Me estás difamando! —¡¿Difamando?! ¡Estoy embarazada de ti, Sebastian! No sé qué más necesitas ver para creer que te estoy diciendo la verdad. —No me vuelvas a contactar —le colgó. Tomando una profunda respiración, Sebastián decidió que era momento de actuar. Marcó el número de su abogado y le explicó la situación en detalle, solicitando su asesoramiento legal para enfrentar esta difícil situación.Mientras es
La mujer se sorprendió cuando el hombre salió de volada de allí, parecía tener demasiada prisa y no tenía idea de a dónde iba, pero estaba segura de que algo le había pasado o eso le dijo su intuición. O sea cuál fuera la razón de su salida, no tenía derecho a saberlo y prefería sumergirse de lleno en las actividades que todavía debía hacer. De hecho eran cuestiones en las que tenía que prestar mucha atención para hacer su trabajo de la mejor manera posible. Suspiró. Ni siquiera había volteado a mirarla. ¿Es que estaba molesto por el café? Ay, fue demasiado ilusa al creerle a esa mujer, pensó que por su amabilidad, no habían malas intenciones, pero se equivocó por completo. Maritza volvió a presentarse, la muy mala mujer actuaba como si nada terrible había hecho. —¿Debería preguntar cómo te ha ido con el jefe? —Estuve a punto de revelar que fuiste tú la que me indicó que a nuestro jefe le gustaba el café con azúcar, pero pensé: tal vez puede que la despida como lo hizo hace algun
Finalmente, la mujer había terminado su trabajo en la compañía y pensó que era hora de irse. Sin embargo, mientras recogía sus cosas, decidió pasar por la oficina de Sebastián. Al entrar, quedó intrigada al observar el espacio en el que él trabajaba.La oficina de Sebastián era un lugar con una clara estética masculina. Los colores oscuros dominaban el ambiente, creando una atmósfera elegante y sofisticada. Pero lo que realmente destacaba era el gran ventanal que se extendía a lo largo de una pared, ofreciendo una impresionante vista de la ciudad. La luz natural se filtraba a través de las mismas, iluminando sutilmente la oficina.A medida que la mujer exploraba la oficina, su mirada se detuvo en los numerosos cuadros de arte que adornaban las paredes. Cada uno de ellos era una obra maestra única, cuidadosamente seleccionada para complementar el estilo y la personalidad de Sebastián. Los colores vibrantes y las formas abstractas capturaban su atención y despertaban su curiosidad.Sin
—Hola Sebastian, ¿cómo estás? Vale, no creo que estés bien... —Al fin has llegado, no estoy muy bien. Ya lo sabes... Mi exnovia me está amenazando con contarle a la prensa sobre su embarazo si no le doy una gran cantidad de dinero. ¿Puede creerlo? Es una tremenda locura, ella no sé quién se ha creído para hacerme una cosa así. M*****a sea. —Entiendo que esto es muy difícil para ti. Pero quiero que sepas que esto puede ser considerado como chantaje y es ilegal. Ya lo hablamos. —Lo sé, pero no quiero que esto se convierta en un escándalo público. ¿Qué puedo hacer? Es decir, quiero que le caiga todo el peso de la ley, sin embargo, me temo que los medios mediáticos se inmiscuya e inventen. —Sebas, aunque no quieras primero debemos hablar con ella y tratar de llegar a un acuerdo. Si eso no funciona, podemos tomar medidas legales y presentar una demanda en su contra.—¿Crees que eso funcionará? —soltó una carcajada y negó con la cabeza. Él se frotó la sien, todavía un poco aturdido. —N
[Recuerdo] En un soleado día de verano, Sebastian y Adam, hermanos inseparables se encontraban en el parque disfrutando de su tiempo juntos. En aquel momento, Sebastian y Adam reían y jugaban despreocupados bajo la sombra de los árboles. El parque era su lugar favorito para crear aventuras imaginarias.De repente, Adam encontró un dulce abandonado en el suelo. Sin pensarlo dos veces, lo recogió y lo devoró con ansias. Lo que no sabía era que aquel dulce contenía fresas, a las cuales era alérgico.Poco a poco, Adam comenzó a sentir los efectos de la alergia. Su rostro se hinchó y la dificultad para respirar se hizo evidente.Sebastian, asustado, preguntó si estaba bien. Adam luchaba por responder mientras sus síntomas empeoraban rápidamente. Sebastian entró en pánico y corrió en busca de ayuda.En un abrir y cerrar de ojos, llegaron los padres de ambos, quienes se dieron cuenta de la gravedad de la situación. Sin perder tiempo, decidieron llevarlo de urgencia al hospital.El viaje en
Verónika y Sebastián se sentaron en el acogedor restaurante, mientras la pequeña, se sentaba alegremente entre ellos. Sebastián, con una sonrisa amable, comenzó a entablar una conversación con la niña. Le preguntó sobre sus juegos favoritos y sus dibujos animados preferidos. Ella, emocionada por la atención que recibía, respondió con entusiasmo y comenzó a contarle sobre su pasatiempo y sus aventuras imaginarias.—Me encanta tu vestido, es muy bonito. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?— Me gusta jugar a las muñecas y ver dibujos animados. Mi favorito es Doctora Peluche. — Es verdad, ella podría ver Doctora Peluche todo el día si la dejara.Él sonrió ante aquello. — Vale, es muy divertido. A mí me gusta mucho, eh ¿Y qué más te gusta hacer?— Me gusta dibujar y pintar. Mi mamá me compró una caja de pinturas y me encanta hacer dibujos de unicornios, aunque no quedan tan lindos. —No digas eso, preciosa, tus dibujos son perfectos —acarició su cabeza.—Opino lo mismo, eh, eres muy c