Regina se quedó sin palabras ante las revelaciones de Verónika y Sebastian. Su mente estaba llena de pensamientos contradictorios y emociones encontradas. Por un lado, sentía una profunda decepción y traición por parte de su hijo y su nuera, quienes habían ocultado información tan importante durante tanto tiempo. Por otro lado, comprendía que todos cometían errores y que lo importante era aprender de ellos y seguir adelante.A pesar de su enfado y confusión, Regina sabía que no podía dejar que la ira y la decepción dominaran su corazón. Tenía que encontrar la forma de perdonar a Verónika y aceptar su papel como madre de la pequeña Sídney. Era consciente de que no sería fácil, pero estaba dispuesta a intentarlo por el bien de su hijo y su familia.Pero no lo haría tan fácil, no podría. Lo que ellos le hicieron, No dejaba de ser un vil engaño. Era una enorme contradicción lo que sentía. Mientras tanto, Verónika se sentía devastada por las consecuencias de sus acciones. Había esperado
Sebastian decidió que el bar sería el lugar ideal para ahogar sus penas y olvidarse, al menos por un momento, de los problemas con sus padres. Apenas cruzó la puerta, el ruido del bullicio y el aroma a alcohol le dio la bienvenida. Se adentró en el lugar, buscando un rincón tranquilo donde poder disfrutar de su soledad y de una buena bebida.El bar estaba lleno de gente, la música retumbaba en sus oídos y las risas se mezclaban con el tintineo de los vasos. Tomó asiento en la barra, mientras el camarero le preguntaba qué le gustaría beber. Sebastian pidió un whisky, sintiendo como el líquido dorado quemaba su garganta al caer por su sistema.Con cada sorbo, el peso de la discusión con su padre parecía aligerarse. La bebida le permitía sumergirse en una nube de desapego de la realidad. La calidez del alcohol lo envolvía, haciéndole sentir más valiente y menos vulnerable. Sin embargo, cada trago también le recordaba que nada estaría bien de ese modo. Pero... ¿Qué podía hacer? Estaba at
Sebastian despertó con un dolor punzante en la cabeza y un malestar en el estómago. Lentamente, abrió sus ojos y se encontró con una intensa luz que solo hizo aumentar su jaqueca. Se frotó las sienes, tratando de recordar qué había sucedido la noche anterior. Y entonces, como si un rayo de luz atravesara su memoria nublada, recordó su estadía en el bar. Bebió mucho alcohol, demasiado, para ser exactos.—Maldita sea —se quejó, liberando un bostezo. A duras penas, Sebastian logró levantarse de la cama. Cada movimiento era como si golpeara un bombo en su cabeza. Con una mano en la pared para sostenerse, caminó por el pasillo hasta llegar a la cocina. Necesitaba algo de comida para aliviar el malestar de su resaca.Abrió la nevera y de inmediato fue golpeado por la realidad. No había comida. Decidió que lo mejor sería pedir algo de comida para llevar. Tomó su teléfono y luchó por enfocar la pantalla. Después de varios intentos fallidos, finalmente pudo encontrar el número de su restaura
Como había prometido, Sebastian la pasó buscando. Estacionó el auto y bajó. Al poco tiempo Sídney, llena de alegría al ver a Sebastian, se precipitó corriendo hacia él y se lanzó en sus brazos con una expresión de felicidad deslumbrante. Sebastian, con ternura, estrechó a la pequeña en un abrazo cálido y envolvente, transmitiéndole su amor y cariño. En aquel instante lo supo una vez más, no podía dejar de sentirse afortunado de convertirse en lo que la niña necesitaba.—¿Estás bien? —¡Sí! Feliz de verte —admitió con aquella sonrisa que rasgaban los ojos y la volvía la niña más dulce y adorable del universo.—Me pone contento verte también. ¿Está tu mamá ocupada? Pero la niña solo se encogió de hombros sin saber. Al poco tiempo, Sebastian ingresó y la llamó. Le avisó de su llegada. Verónika lo alcanzó a oír desde la habitación. Pronto hizo acto de presencia. Sebastian pudo ver que ella seguía triste, se notaba en su rostro lo apagada que se encontraba. Aún así, se esforzaba por sonr
La incredulidad aún se aferraba a su cuerpo, sin poder creer que aquel hombre realmente la estuviera llamando. No deseaba nada de él, pero se encontraba en una situación difícil.Sí, estaba entre la espada y la pared.—¿Por qué me estás llamando? —exigió con la voz cargada de enojo evidente.—Hay varias razones, pero principalmente quiero que regreses conmigo. Desbloquearé la tarjeta de inmediato y permitiré que sigas utilizando mi dinero, pero déjame volver a casa contigo.Era extraño oír aquel ruego de parte de Arthur. Él no solía ser el tipo de persona que se humillara por alguien más, pero parecía estarlo haciendo ahora. Aunque quién sabe si solo estaba actuando una vez más.—¿Volver? En todo caso, no es justo que me pongas a elegir de esta forma ni que pongas condiciones. Tenemos que hacernos responsables de este bebé que hemos creado juntos. ¿Qué es lo que realmente quieres de mí? Asumo que solo deseas al bebé y obtener la herencia, y después planeas deshacerte de mí. Apuesto a
Se sirvió un poco de agua, bebió y volvió a quedarse inmersa, mientras sus ojos fijamente se posaban en el vaso de agua que acababa de servirse. Tomó el vaso entre sus manos, sintiendo la frescura de la superficie contra su palma, pero su mente estaba sumergida en la anticipación de la reunión con su hermana, Vanessa, al día siguiente.Verónika llevó el vaso de agua cristalina a sus labios y dio un sorbo, tratando de calmar su inquietud mientras su mente continuaba su viaje de especulación. Recordó que Vanessa había mencionado cierta tensión en su relación con Arthur durante su última conversación. Probablemente, era aquello lo que quería discutir con ella. Aunque Verónika no sabía cómo podría ayudar en ese aspecto, además de que no le concernía y sería un descaro de su parte. Mientras sus pensamientos persistían, el sonido de su móvil interrumpió su ensimismamiento. Era un mensaje de Vanessa, le respondía finalmente. Verónika sonrió mientras leía: "Te lo agradezco, sé que no es nad
Días después... Arthur estaba sentado en su oficina, con los puños apretados y el ceño fruncido. La frustración y el enojo se habían apoderado por completo de él. Sentía como si el mundo entero estuviera en su contra, como si nada saliera según sus planes.Las malas noticias habían llegado una tras otra. El trato multimillonario en el que había estado trabajando durante esos días se había caído en el último momento. Su rival, Olson, había sacado una carta bajo la manga y había ganado la oportunidad por la que tanto había luchado. Era simplemente inaceptable.Tomó el vaso de cristal que se encontraba sobre su escritorio y lo lanzó con fuerza contra la pared, viendo cómo se despedazaba en mil pedazos. El sonido de cristales rotos resonó en toda la oficina, pero Arthur no se detuvo ahí. Comenzó a golpear con furia todo lo que veía a su paso: papeles, lápices, incluso el ordenador, que parecía haber sido víctima de su propia ira descontrolada.La adrenalina corría por sus venas mientras
Jasmine decidió hacer una visita sorpresa a la casa de su hija aquel día por la tarde. La fémina no se esperaba su llegada, pero sabía exactamente cómo sería este encuentro. No se había visto con su madre en varios días, pero las visitas eran siempre iguales: Jasmine alardeando de su vida y mostrándose interesada únicamente en lo material.Vanessa abrió la puerta y se sorprendió al ver a su madre parada en el umbral, luciendo un conjunto caro y ostentoso que dejaba en claro sus prioridades. No era ninguna sorpresa, ya que Jasmine siempre había estado obsesionada con su apariencia y en impresionar a los demás con su estilo de vida.—¡Hola, cariño! ¿No me dejarás entrar? —saludó Jasmine con una sonrisa que no llegaba a los ojos.Vanessa suspiró y dio un paso atrás para permitir la entrada de su madre. A medida que se adentraban en la sala de estar, los ojos de Vanessa se posaron en los nuevos zapatos de diseñador que Jasmine llevaba puestos.—Mamá, ¿no te cansa siempre andar presumiend