Capítulo 22

El resto del camino estuvimos dentro de un silencio incómodo, y las palabras de mi tía sobre los rumores que se circulaban acerca de Zed, me rondaban por la mente, giro y lo miro, no parece ser la clase de hombre que lastimaría a una mujer, no le veo así. Simplemente no puedo. No tardamos mucho en llegar a la dichosa reunión, en donde tragué duro al darme cuenta que era en el hotel de Abel.

—Ya habías estado aquí ¿cierto?

Su pregunta me descoloca y me obliga a apartar la vista del edificio que me hizo recordar cómo me había entregado a él.

—¿Yo?

—Sí, me comentaste que habías llevado a Abel a su hotel porque estaba

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