LENI La brisa fría del bosque me envolvía mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No podía creer lo que estaba sucediendo. Allí estaba ella, Rihannon, mi madre, la mujer que había amenazado con quitarme a mi bebé, y el nudo de emociones que se formaba dentro de mí era tan denso que apenas podía pensar. El aire estaba impregnado de un silencio tenso, y todos los ojos estaban fijos en nosotros, como si el mundo entero hubiera dejado de girar. —Leni —dijo Rihannon, su voz era suave, pero había un edge de desesperación que me hizo retroceder. No podía. No podía acercarme a ella. —No confío en ti —respondí, mi voz temblando entre la ira y el miedo. La imagen de su rostro al querer hacerle daño a mi hijo me llenó de un pánico helado. El bosque estaba oscuro y lleno de sombras, y a medida que nos adentrábamos más en él, la inseguridad se apoderaba de mí. Los árboles se alzaban como guardianes silenciosos, y el susurro del viento entre las hojas parecía murmurar advertencias.
LENI El bosque se extendía ante mí como un interminable laberinto de sombras y luces titilantes. La luz del sol se había desvanecido, y la tenue iluminación de la luna apenas lograba penetrar el denso follaje que nos rodeaba. Cada paso que daba parecía llevarme más lejos de la seguridad, y el cansancio comenzaba a acumularse en mis músculos. Me sentía agotada, como si cada fibra de mi ser estuviera desgastada por la carrera interminable. Habíamos estado huyendo durante lo que parecía una eternidad, y la noción del tiempo se había desvanecido. El aire se sentía denso, sofocante, y mis pulmones luchaban por obtener el oxígeno que necesitaban. Había pasado por tantas emociones en tan poco tiempo: la angustia de la confrontación con mi madre, la incertidumbre sobre el paradero de Argos, y la inminente amenaza de los lobos Stardark persiguiéndonos. Mientras corría, mis pensamientos se entrelazaban con la desesperación. A pesar de la adrenalina que corría por mis venas, aún no me había
LEILUNA La luz del día se desvanecía lentamente, tiñendo el cielo de un profundo color naranja que se mezclaba con tonos morados, un espectáculo que solía disfrutar desde la ventana de mi alcoba en el castillo. Pero hoy, el paisaje me resultaba indiferente. Mis pensamientos estaban atrapados en la confusión y el dolor que me causaba la desaparición de mi hija. Me apoyé contra el marco de la ventana, observando el ejército que se formaba en el patio. Nuevos Stardark se alineaban, sus rostros serios y determinados, listos para servir a la causa. Era un ejército que, en otros tiempos, hubiera llenado mi corazón de orgullo. Pero ahora, solo sentía un vacío. —¿Dónde estás, Leni? —susurré, mi voz apenas audible entre el murmullo del viento que pasaba. La traición de su huida me desgarraba por dentro, y no podía dejar de pensar en Trey. Su astucia y su habilidad para manipular a los demás me llenaban de desconfianza. Era seguro que tenía algo que ver con la fuga de mi hija, y esa idea m
MICAH El camino hacia el castillo se sentía más largo de lo habitual, como si el tiempo se hubiera estirado en respuesta a la creciente inquietud en mi pecho. Los árboles, con sus ramas desnudas, parecían erguirse como testigos mudos de lo que estaba por venir. El aire estaba impregnado de una tensión palpable, y a medida que me acercaba, el silencio se volvió ensordecedor. Al llegar, me encontré con una escena que me heló la sangre. Mis soldados estaban agrupados, sus rostros pálidos y llenos de horror, mirando en dirección al castillo. —¿Qué sucede? —pregunté, mi voz resonando con la autoridad que siempre había tenido. Pero en ese instante, no era suficiente para disipar el temor que impregnaba el ambiente. Un soldado se volvió hacia mí, sus ojos amplios y asustados. —Mi Lord, las puertas del castillo se cerraron de repente, y las ventanas estallaron en mil pedazos —dijo, su voz temblando—. No sabemos qué está pasando. El corazón se me hundió al escuchar sus palabras. La
RIHANNON La lluvia caía sin compasión, cada gota golpeando el suelo con un eco de tristeza que parecía narrar una historia de dolor. Estaba quieta, bajo el refugio de un viejo roble que se erguía como un guardián en medio de la tormenta. Las nubes grises se arremolinaban en el cielo, y el viento aullaba como un lamento, trayendo consigo una sensación de desesperanza. Desde que nos enteramos de que mi nieto estaba en peligro, no habíamos hecho más que correr, un impulso desesperado por llegar a su lado antes de que fuera demasiado tarde. Pero en lo profundo de mi corazón, sabía que la distancia que aún nos separaba era una barrera que no podríamos cruzar. La opresión en mi pecho se intensificaba con cada paso que dábamos hacia lo desconocido. —Esto no puede estar sucediendo —murmuré para mí misma, sintiendo cómo las lágrimas se mezclaban con la lluvia. Era una sensación amarga, la impotencia de no poder proteger a aquellos que amaba. Mientras mi mente luchaba entre la rabia y la
LENI La lluvia caía incesantemente, cada gota golpeando mi rostro como si el cielo llorara por nosotros. La opresión en mi pecho no desaparecía; era un peso que se intensificaba con cada segundo que pasaba. Estaba sobre el lomo de Ardian, quien había tomado la forma de un imponente lobo blanco. Su pelaje brillaba con una luz casi sobrenatural a la tenue luz del amanecer que apenas comenzaba a asomarse en el horizonte. A medida que corríamos, sentía el viento azotando mi piel, arrastrando mis pensamientos y las dudas que me atormentaban. A nuestro alrededor, el bosque se desvanecía en un borrón de sombras y luces, los árboles como fantasmas que se deslizaban a nuestro paso. Ardian corría más rápido que jamás había imaginado, como si el mundo entero se hubiera convertido en un mero obstáculo que debíamos superar. La sensación de su cuerpo musculoso bajo mí era reconfortante, pero también aterradora; sabía que cada momento contaba, que cada latido de mi corazón resonaba como un tambor
LENI La atmósfera era densa, cargada de una mezcla de alivio y tensión. Habíamos encontrado a Viktor, pero su estado era preocupante. La luz tenue que se filtraba a través de las hojas del bosque iluminaba su rostro, pálido y sudoroso, mientras todos nos esforzábamos por ayudarlo. Rihannon, su madre, se movía con una determinación feroz, curando las heridas de su hijo con una mezcla de habilidad y amor que solo una madre puede ofrecer. Observaba cada movimiento con atención, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí. Sostenía a Argos entre mis brazos, su pequeño cuerpo cálido y frágil, y cada vez que miraba su rostro, el terror de lo que acababa de suceder me llenaba de un profundo dolor. La lluvia había cesado, pero el aire seguía impregnado de un olor a tierra húmeda y desolación. Los árboles susurraban en el viento, como si compartieran nuestra angustia, y el sonido del bosque se convertía en un eco de nuestras emociones. —Está bien, Viktor. Estás a salvo —decía Rihannon, s
LENI La tensión en la habitación era palpable. Las voces se alzaban, cada discusión resonando como un eco de desesperación y temor. La noticia de la muerte de los padres de Rihannon había caído como una losa sobre nosotros, y mientras los presentes debatían sobre lo que debíamos hacer, yo me sentía atrapada entre el dolor y la incredulidad. A pesar de nunca haber tenido la oportunidad de conocer a mis abuelos, su ausencia pesaba en mi corazón. La idea de que fueran asesinados por Greta me hacía sentir como si una parte de mí se desvaneciera en la oscuridad. —No podemos quedarnos de brazos cruzados —dijo Dax, su voz firme y decidida—. Debemos actuar antes de que ella haga más daño. —¿Y qué hacemos? —respondió Nadav, su frustración evidente—. No sabemos dónde está ni qué planea. En medio del caos, Rihannon se mantuvo en un silencio perturbador. La mirada en su rostro era una mezcla de dolor y determinación, y podía ver cómo luchaba por encontrar la fuerza para enfrentar lo que habí