¡Jamás!

Un escapé peligroso que Ángel tomó de manera tranquila y normal. Él solo se presentó frente a Ada, sin importarle los mil mensajes y llamadas que simplemente había ignorado.

—¿Cómo te sientes?

—¡Un aplauso! El caballero por fin se dignó a regresar, pensé que se te había olvidado que tienes responsabilidades en casa y con ella una esposa embarazada y con malestares.

Él solo la observó molesto. —No puedo solo quedarme en casa, debo trabajar para mantener el sustento del hogar, de no hacerlo yo, dime quién lo haría.

—¡No me importa! —se colocó de pie y sosteniendo su abdomen le lanzó una advertencia —Es la última vez que no respondes a mis llamadas y duermes fuera de la casa.

—¿Esto es una advertencia? Si es de esa manera, te recuerdo que no eres mi madre y no tengo que acatar órdenes de nadie.

—Tómalo, como quieras, pero te advierto que si lo vuelves a hacer, vas a conocer una parte de mí muy, muy mala.

—Entendido.

Ella lo miró y enseguida notó el brillo de sus ojos. Desde ese momento,
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