Adiós

Una mañana feliz para algunos y perturbadora para otros. Amelia estaba muy enojada y esto lo ahogó en alcohol, como su madre la estaba molestando con reproches y molestas reprensiones, decidió no volver al apartamento esa noche, pero tampoco planeó quedarse durmiendo en el bar. Ella tenía un fuerte dolor de cabeza cuando sintió que la despertaban, no se acordó de nada, volvió a quedarse dormida y luego que despertó, estaba en una lujosa habitación.

Ella salió debajo de las sábanas de un gran salto y se aseguró de tener su ropa y no haber sido violada.

—Tranquila, solo quise ayudarte. Jamás le haría daño a nadie.

Ella subió la vista y se encontró con ese elegante caballero, algo maduro, pero muy interesante, quien la miraba desde donde estaba sentado.

—Gracias —lo miró confundida, pero ya interesada.

A lo que él se colocó frente a la cama y tendió su mano en un saludo.

—Perdón, me presento. Soy Ángel Corona, el dueño del club nocturno en donde te quedaste durmiendo.

—¡Upss! ¡Qué vergüe
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