Aferrada a la ilusión y deseando seguir viviendo, Ava esperaba las visitas de Louis. Después del segundo encuentro se habían vuelto más cercanos y la relación había mejorado para bien. Lo mejor del acercamiento, era que la familia estaba siempre unida y eso daba la paz que se estaba necesitando.

Esa tarde Ava se encontraba en su espacio de trabajo en la casa y fue interrumpida por la babysitter de los niños, quien se acercó a ella para informarle que el pequeño Ángel tenía fiebre elevada.

—¿Hace cuánto tiempo empezó la fiebre? Lo dejé muy bien cuando te lo entregué en la mañana.

—No me di cuenta de que tenía temperatura hasta que le coloque el termómetro debido a sus quejas y el llanto que no se ha detenido ni por un momento.

Con amor lo tomó de la cuna y lo abrazó sintiendo miedo en su corazón. Después lo colocó sobre la cama y lo revisó por todos lados para estar segura de que se encontraba bien.

—Ayer él no quiso comer y lloró mucho durante la noche.

Al notar la desesperación en el