—Sabes que no debías sentirte obligado a pagarme por lo que te he dado —dijo Hestia, mientras estaban abrazados mirando el paisaje de la ciudad. —Es mi forma de agradecerte por todo lo que has hecho por mí, desde que nos conocimos hasta ahora —respondió Heros, con neutralidad y confiado en sus palabras. Entonces, la giró por la cintura, para verla de nuevo a la cara. La mujer que tenía al frente lo inspiraba a mejorar y le daba la confianza, para lanzarse de nuevo contra el mundo—. Mas, por el local para volver a emprender con mi propio negocio—. Sus facciones fáciles tornaron serias—. Es el recuerdo más vivido que tengo de mi yo pasado. —Sus ojos se cristalizaron, pero no tenía ninguna intención de llorar, puesto que sus lágrimas se habían vaporizado con el fuego de aquella noche. Hestia tensó la mandíbula y por primera vez en los meses que estuvo con Heros, sintió culpa por haber mandado a prender en llamas su negocio. Sin embargo, ya era muy tarde para lamentos. Así que, en lugar
Hestia dio dos aplausos, como señal a sus ayudantes, quienes caminaron de forma ordenada a la mesa, para dejar la bandeja. Sin embargo, las que tenían la distinta parafernalia, las tomaron y se colocaron alrededor de ellos. Avanzó hacia Heros con majestuoso paso y se detuvo. Miraba a su bello amante al cual le daría una de las mejores despedidas de soltero. Se sentó el cómodo regazo y le retiró el saco, luego comenzó desabotonarle la camisa y de igual manera se la quitó. El abdomen esbelto y masculino se revelaba ante su vista. Le acarició los pectorales, deslizándose hacia los pronunciados cuadrados. Tanteó los músculos que hacían alarde de la fuerza que tenía. Cada parte del cuerpo de Heros era producto de su guía y su intervención, así como de los nuevos ideales que ahora poseía. Se puso de pie y alzó su diestra. Movió su índice en dirección de una de las enmascaradas, y ella se acercó al instante, modelando con lo que traía.—Aquí tiene, Diosa —dijo la extraña, mientras le rendía
Las enmascaradas se apartaron las estrellas que cubrían sus pechos, para apretárselos con más libertad. Incluso, varias fueron en busca de otra de sus compañeras, para empezar a besarse y tocarse de modo instintivo. Se frotaban en su intimidad con sus manos, observando la escena entre la pareja principal. Daban rienda suelta sus bajos instintos, mientras emprendían una unión lésbica desenfrenada.Hestia Al pasar los minutos, se soltó el sujetador y se roció saliva entre sus pechos, para proseguir haciéndole una rusa mientras hacía fricción con sus enormes senos. Sus pezones se habían vuelto rígidos ante el tacto que ejecutaba. Para culminar utilizó solo sus manos y su boca fue llenada por la dulce miel de Heros. Se tragó hasta la última gota y se limpió los labios con su lengua de forma impúdica. Sin embargo, necesitaba y ansiaba ser llenada por la pieza que completaba su rompecabezas. Se dio media vuelta, colocándose de espaldas a Heros. Así, se soltó los broches de las medias y se i
Era lunes veinticuatro de diciembre, el día de su boda, Heros se despertó a las ocho de la mañana. La ceremonia estaba programada para las cuatro de la tarde, por lo que se dispuso a hacer ejercicio. Había ido a dormir al departamento que le había regalado Hestia, con la excusa de que se estaría hospedando en un motel, para no ver a Lacey con el vestido de novia. Estaba sudado de tanto en la caminadora. Se había perdido en sus pensamientos y ya eran las diez y treinta. El tiempo transcurría con rapidez. Agarró la toalla y se secó la transpiración en su frente. Sus manos temblaban y en su pecho sentía un frío, mezclado con miedo, mientras que sus piernas flaqueaban ante la idea de un matrimonio que no deseaba. En el pasado había soñado con estar con el altar con Lacey, para volverse marido y mujer. Sin embargo, temía que llegara ese momento crucial. No podía desposar a una mujer que no amaba, porque no quería hacerla sufrir, sin mencionar que le había sido infiel y la había traicionado
Así, el padre continuo con la boda, que se fue extendiendo por varios minutos, hasta el instante más esperado por toda la audiencia, y el de los mismos prometidos. A la primera en preguntarle fue a la novia.—Sí quiero —respondió Lacey sin titubeo y con alegría. Moldeó una sonrisa, mostrando su dentadura blanca a través del velo.—Y tú, Heros Daele, ¿quieres recibir Lacey West, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?Heros comenzó a oír un molesto pitido en sus oídos. Era el momento de la verdad, en el que simples palabras decidirían su destino como hombre: Sí quiero o No quiero, eso era lo único que debían emitir sus cuerdas vocales y sería libre o se condenaría en un acto miserable de cobardía y amilanamiento, que lo perseguirían por siempre. Sus emociones habían cambiado y estaba enamorado de otra. No importa quién fuera, ni que su hubieran conocido desde niños; n
—¿Quién eres tú y que haces aquí? —Lacey salió al enfrentamiento con la extraña mujer, que se atrevía a decir locuras en su boda. Se suponía que este debía ser el día perfecto y más feliz de su vida. Entonces, ¿cómo es que la ceremonia había tomado este rumbo tan bochornoso? Ahora estaban dando vergonzoso espectáculo a la vista de sus amigos y de sus familiares.—Mi estimada prometida. Mírame bien —dijo Hestia, con sagacidad. Creía que ya se había percatado de quién era, pero era más ciega y estúpida de que lo pensaba—. ¿Todavía no sabes quién soy, ni cuál es mi propósito en esta maravillosa velada? —Se quitó el sombrero y se lo entregó para que los sostuviera—. Gracias, eres muy amable, bella. —Entonces, se acercó a Lacey y le alzó el suave velo que le tapaba el rostro y le susurró al oído—: soy tu némesis. —Se alejó de la ingrata y rastrera secretaria—. La única persona a la que nunca debiste engañar, ni mentirle. Yo soy tu peor pesadilla y la encargada de juzgar tus pecados. —Puso
Heros no era ajeno a la confusión que había provocado Hestia. Le había dicho que lo ayudaría a evitar el matrimonio. Pero eso ya estaba hecho, ya que ella se comportaba cómo si supiera más cosas y como si impedir la boda no era lo que en verdad quería hacer, sino que quería desatar algo más grande que desconocía. Ya había revelado que era su amante y que había traicionado a Lacey. ¿A qué se refería con que no era la verdad de este problema? Además, sentía un temor en su corazón, como si estuviera a punto de sufrir una gran decepción. Contemplaba a Hestia, hasta que le revelara lo que tendía por mostrar. Luego, se fijó en el desconocido al que había mandado a llamar.—¿Puedes decirnos qué tipo de relación tienes con la novia? —preguntó Hestia, sin rodeos al hombre, que se mantuvo callado durante los segundos siguientes—. ¿Qué ocurre? ¿No tienes el valor para decirlo? Entonces, que lo diga la hermosa prometida. —Se giró hacia la triste de Lacey—. ¿Quién es este caballero y qué tipo de v
Heros, por algún motivo, había recordado los acontecimientos un día antes de haberse encontrado por primera vez. Ignoraba, por supuesto, la infidelidad de Lacey.—Así que ninguno de los dos tiene el valor de decir la verdad —dijo Hestia, con antipatía al referirse a ellos—. Esperaba que, bajo estar circunstancias, tuvieras un poco de vergüenza, Lacey. Veo que no tienes remedio.—Él es mi amante, Heros —dijo Lacey, viendo solo a su prometido. Aunque había sido tarde, había comenzado a sentirse atraída por él. Pero, nada más, el cambio drástico de su físico y de su nueva personalidad, era lo que le parecía irresistible. Quizás, debió haber terminado su relación con Heros, y darse una oportunidad con Danniel, pero no quería dejarlo, porque sentía un extraño cariño por Heros. Ya era tarde y todo este matrimonio se había ido al infierno—. He estado engañándote con él durante varios años.Lacey se echó a llorar de manera descontrolada, mientras era auxiliada por su padre y sus familiares. S