Hestia alzó su dedo índice, provocando que Lacey se quedara callada con simple movimiento. Ya la tenía acorralada, y era el momento justo, para devolver la esperanza, de que todavía no había sido descubierta.—Ha llegado varios minutos tarde. La impuntualidad no es bien recibida en mi empresa, y menos en la sección administrativa —dijo Hestia, con seriedad y rudeza—. Espero que no vuelva a ocurrir, porque el castigo podría ser severo.Lacey sintió como si una pesada carga hubiera sido quitada de sus hombros. El drama y el susto que había tenido, y por el casi muer, era por haber llegado tarde a la aburrida empresa de la bruja de pelo de antorcha. Empezó a reír en sus adentros, se burlaba de Hestia. Solo le faltaba hablar con Heros, y todo lo volvería a tener bajo control. La suerte siempre estaba de su lado. Era un don divino haber nacido con tanta fortuna, que la hacía triunfar, para poder darse sus lujos. Agachó la cabeza en un acto de falsa sumisión, luego de haber salido sin nada
Heros se dirigió al comedor de la empresa, en la se sentó solo y apartado. Sin embargo, luego fue acompañado por las empleadas que lo habían visto en la mañana. Ellas hablaban y le hacían preguntas casuales, que respondía de forma puntual. Sin embargo, Lacey mantuvo la distancia y no se acercó a él.El día se desvaneció un instante. La noche pronto abrazó los cielos y la tímida luna se dejó ver, mientras iluminaba las alturas con su tenue luz.—Es mejor dejar pasar un par de semanas —dijo Hestia, cuando ya estaban por salir de la oficina—. Será un dead time.—Un tiempo muerto —dijo Heros, con tranquilidad. Habían estado muy activos, por lo que la sugerencia no era de extrañar—. Si es lo que crees que debe hacerse, yo lo haré.—Cuando volvamos, te daré algunos premios —dijo Hestia, con malicia. Llevó dos de sus dedos a sus labios, y luego los puso en la boca de Heros—. Hasta nuestro próximo encuentro, guapo. —Sonrió de forma tensa.—Esperaré —contestó Heros, con complicidad—. Mi señora
Los días pasaban y se convertían en semanas. Hestia y Heros detuvieron sus encuentros furtivos, sus besos y sus caricias, para actuar como dos desconocidos.—Señor Deale, cambie este informe —dijo Hestia, con voz severa y expresión despectiva hacia Heros—. Puede ser mejor.—Como ordene, señora Haller —contestó Heros, con su mirada baja.Así, con todos los empleados, la actitud frívola de Hestia se incrementó, pero era más estricto con Heros, por ser su asistente personal. En ese tiempo, Lacey dejó de verse y hablarse con su amante, y era más atento con Heros. Los dos asistieron a los cursos que debían que hacer como novios, para poder casarse. Quiso ir al gimnasio con él, por lo que cambio de sitio, para asistir con ella. Arreglaron los últimos detalles, preparaban su baile para el vals, la lista de los invitados y lo demás pendientes de la ceremonia del matrimonio, que se llevaría a cabo el veinticuatro de diciembre, para compartir noche buena, recién casados, y celebrar navidad como
Heros usó sus dedos en el acto, haciendo presión en la zona superior de ella, donde estaba ubicado el punto G. Sus yemas se deslizaban con facilidad, en la húmeda y aterciopelada pared de su diosa, cuyos gemidos eran los indicadores de que tanto estímulo le estaba provocando. Meneaba su lengua y chupaba con gusto el dulce néctar de Hestia, que la mojaba sus labios, mientras el sabor celestial invadía sus papilas gustativas. Se deleitaba con aquel manjar, tan exquisito, que podría comerlo por siempre. Además, estaba servido en la mesa, estaba a su total merced. Y, ahora, era como un animal hambriento, que no había comido por varios días. Saciaría su apetito, hasta el último trozo de carne. Si algo había aprendido de su ardiente maestra, era a ser voraz y codicioso.Hestia gozaba de la boca de Heros con suma alegría. El tiempo de abstinencia la habían vuelto más perceptible en su parte baja. Se desabrochó la camisa y se bajó el sujetador, exponiendo sus enormes senos, para manosearlos,
Lacey bajó del ascensor y se dirigió a su escritorio, donde rebuscó hasta hallar su cartera. Ya casi no quedaba nadie, salvo la anciana aburrida. Además, ¿dónde estaba Heros? Si sus pertenencias estaban en su puesto de trabajo. Buscó en varios lugares, pero no lo halló por ningún lado. Arrugó el entrecejo y se agarró la barbilla, era extraño. ¿A dónde se había ido? Y, la única persona que podía decirle dónde estaba era ni más ni menos que la abuela de pelo de antorcha. Lamentó en sus adentros tener que hablar con esa señora. Además, sería sospechoso que preguntaba por Heros. Gritó sin emitir ningún sonido, y recobró su postura. Recordó que el taxi la estaba esperando desde hace No tenía más opción que irse y esperarlo en el departamento. Sin embargo, cuando pasaba por la recepción, fue llamada Antonella.—Disculpe, señorita West —dijo la recepcionista, con un tono apurado—¿Qué sucede, Antonella? —preguntó Lacey, de forma intranquila.—La señora Haller la ha mandado a llamar a su ofic
Lacey se sintió expuesto por un segundo. Sin embargo, evitaba acercarse a Heros y no había comentado en ningún momento que fueran conocidos, por lo que no habría manera de que los relacionaran. Además, solo debía mantener su mentira hasta el día que se casaran. Luego de eso, se irían de viaje y seguirían con su relación secreta en la empresa, pero ya siendo marido y mujer, porque la ley que prohíbe a las parejas en un mismo lugar de trabajo, era la excusa perfecta para mantener su engaño. A la única persona que debía mantener alejada de la verdad, era a uno sola. Sonrió en sus adentros de manera malvada, mientras observaba a la abuela que tanto odiada y detestaba. No le tomaría ni un parpadeo, inventar una excusa, para dar soporte a su farsa.—Solo quería verificar si ya se había ido Paula, o había decidido descansar en la empresa antes de irse —dijo Lacey, con destreza, ante la interrogante de su repugnante jefa.Hestia se mantuvo inexpresiva ante el comentario de Lacey. Si no hubier
Heros agarró por las caderas a su irresistible amante y le dio media vuelta. La ayudó a quitarse la falda y la. Puso su mano zurda en la parte baja del vientre y con la diestra, hizo fuerza para encorvarle la espalda, haciendo que se apoyara en el escritorio. Su corazón latía acelerado, producto de su gran excitación. Incluso, sus brazos temblaban y a pesar del calor que sentía por dentro, su cuello y su torso estaban gélidos. Los recuerdos de su niñez pasaban por sus pensamientos y llegaban hasta el momento en que tenía a su merced a tan preciosa y curvilínea mujer, que era diez años mayor, millonaria, su jefa y su amante. No sentía ningún remordimiento, ni culpa por lo que estaba haciendo. Hace algunos minutos su prometida estuvo en la oficina, mientras le daba sexo oral. Eso lo hacía una mala persona y un hombre atroz y detestable. Sin embargo, lo único que quería era recorrer cada parte de esa obra de arte que estaba a su merced, servida en bandeja de plata. Las medias veladas en
Heros observó el movimiento de los labios de Hestia. No escuchó lo que había dicho, pero esa frase la había captado casi de forma natural. Aunque, pudo haberla confundido con otra cosa: “me gustas”. O, quizás era su imaginación haciéndolo entender lo que quería oír. Estaba por llegar al orgasmo. Intentó sacarlo, para hacerlo encima del vientre de su amante. Sin embargo, las dos piernas de Hestia lo aprisionaron y le impidieron que lo hiciera. Clavó su cerúlea mirada en los verdes de su diosa, para encontrarse con expresión maliciosa y sagaz.—¿Qué sucede? —preguntó él, conteniéndose lo más que podría. Aunque, ya no podría aguantar mucho.—Hazlo —dijo Hestia, agitada—. Hoy es un día seguro. ¿No te gustaría echarlo dentro mí?Heros percibió como un corriente le pasaba por su entrepierna. Abrazó a Hestia, acostándose encima de ella, aplastándole el busto. La besó, y permaneció así, mientras culminaba su clímax. Sintió como su orgasmo llenaba el interior de su diosa. Era la primera vez qu