Miguel pensativo afirmo: —¿Quieres entonces que hable con ella?—Exactamente, con tu encanto, convencer a Laura será como quitarle un dulce a un niño, ¿no?, Mía confiaba ciegamente en el atractivo de Miguel. Después de pensarlo él respondió: — De acuerdo, una vez que hayas refinado la píldora, iré
Alicia frunció el ceño y rápidamente se adelantó para detener a su madre: —Mamá, pero ¿qué estás haciendo, viniendo a gritar hasta aquí? Ana claramente agitada, respondió: —Ay hija, ¿dónde te habías metido? Te llamé y ¿por qué no me contestaste?Alicia, con resignación, dijo: —Estaba en una reunió
Después de que la mujer terminó de hablar, puso en la pantalla del bar directamente la grabación de la cámara de vigilancia. Al verlas, quedó claro que Juan, después de haberse pasado de copas, comenzó a perder el control y a manosear a una de las meseras del bar. Cuando fue rechazado por ella, ins
Alicia se encontraba indefensa y sin saber qué hacer en ese momento. Juan, aferrándose al brazo de su hermana le suplicaba: —Hermanita, ¡por favor, piensa en algo rápido para sacarme de esta!Alicia estaba furiosa, si no fuera por los problemas que él mismo había causado, ¿cómo podrían haber termina
Débora rápidamente se acercó a su marido, quien abrazo directamente su elegante cintura. Ana al ver tal despliegue de fuerza, se quedó sin saber que decir o hacer, completamente paralizada por el miedo. Miró cautelosamente a Arturo, preguntándose si sería él capaz de resolver la situación. —¿Quién
Cuando Leopardo ordenó: —Rómpanle los huesos al muchacho, — Alicia temerosa intervino rápidamente, situándose frente él y su hermano, rogó: —Leopardo, podemos pagar, ¿el dinero solucionaría esto? — Ahora que razonar se había vuelto imposible, ella optó por evitar el conflicto a cualquier costo.Déb
Aunque las comisuras de la boca de Leopardo, donde recibió aquella patada de Miguel, y en ese momento sangraban incesantemente, no se veía ninguna ansiedad en su rostro.—Muchacho, hoy es tu día de morir. Tengo cien secuaces a mi lado. Incluso si me llegaras a matar, no escaparás ileso —amenazó Leop
Una vez que Miguel lo soltara, sería mucho más fácil que lo mataran con tantos secuaces.Al escuchar las palabras de Leopardo, a Ana se le escapó un gran suspiro de alivio.—Miguel, ¿acaso no has escuchado las palabras del señor Leopardo? Ahora, suéltale inmediatamente y el brazo.—¿Quién eres? ¿Por