Miguel asintió con la cabeza.—Está bien, entonces es hora de irme, señor Álvarez.Después de despedirse de Alejandro, Miguel salió de la familia Álvarez en el coche de los Blanco.No pasó mucho tiempo antes de que llegaran a una mansión en el Distrito Este.Esta mansión estaba rodeada de montañas y
Lucía se puso roja y bajó la cabeza instintivamente, sin atreverse a mirar a Miguel directamente. Quería ayudar a Miguel, pero no encontraba justificación. Había inventado que Miguel era su novio para obtener la ayuda de su padre.Aunque Miguel había evitado la humillación por parte de Marcos, Luc
Al escuchar el consejo de Lucía, Manuel sentía que su ira crecía. No quería ser piadoso con Miguel; iba a pelear con todas sus fuerzas. Manuel se preparó para la pelea y acometió a Miguel. Era verdad que el Puño Trueno era muy agresivo y brutal. Con un solo movimiento, se arremolinaba el viento
Manuel leyó detenidamente las notas escritas por Miguel y no dejó de exclamar:—¡Es cierto, señor Rodríguez, eres un genio!—¿Cuánto valen estas notas? ¡Las compraré! —coreó Ricardo.—No es para tanto, señor Blanco. Solo son unas notas, si usted las quiere, se las regalaré —dijo Miguel con una sonri
El ambiente entre ellos resultaba incómodo.Una vez llegaron a la mansión en lo alto de la colina, Lucía abrió la puerta con prontitud.—Señor Rodríguez, aquí estamos. ¿Qué le parece la mansión?Miguel recorrió la mansión con la mirada. La mansión estaba bien diseñada.A pesar del polvo que se había
Alicia pasó unos días difíciles. Con la apertura de la construcción, su dinero se agotó rápidamente. Alicia cerró los documentos que tenía en la mano y se dirigió directamente a la habitación de su madre. Llamó a la puerta. —¿Qué pasa?Desde adentro, se escuchó la voz de Ana. Alicia abrió la pu
Alicia frunció las cejas y preguntó:—¿Quiénes son ustedes?—Por supuesto que somos tus deudores. ¿Eres Ana Gómez, no? —preguntó un calvo.—Ana es mi madre.—Pues, así que no nos hemos equivocado de lugar. Tu madre ha prestado veinte millones de Próspera Gestión y nos ha prometido que saldará la deu
Con la poca fuerza que tenía Alicia, no podía escapar del calvo.Ana se adelantó y gritó desgarradoramente:—¿Qué están haciendo? ¡Suelta a mi hija!—¡Lárgate! —El calvo no tenía ninguna piedad con Ana y le dio una patada. Ana volteó en el suelo.—Vieja, si quieres salvar a tu hija, es mejor que re