Alicia no se atrevió a tardar ni un minuto, corrió rápidamente hasta la habitación donde descansaba su abuelo.Era una habitación con elegancia, y estaba llena del olor a acre del desinfectante.Además, todos los tipos de equipos de reanimación estaban esparcidos por toda la habitación.Estaban dos
—El señor Ramos nos ha ayudado tanto que no podemos considerarlo como una persona ajena —Ana mostró un gran desacuerdo con lo que dijo Alicia.—Sí, en vez de Miguel, espero que sea mi cuñado el señor Ramos, que es más poderoso que aquel perdedor —coreó Juan, al lado de Ana.—Cállate.Alicia dirigió
En ese momento, de repente, alguien abrió la puerta de la habitación. Ana esperó a que todas las personas entrasen una detrás de otra y, justo cuando vio a Miguel agarrando al anciano, inmediatamente se interpuso en su camino.—¿Miguel? ¿Qué vas a hacer?—Voy a curar la enfermedad del anciano —dijo
El corazón de Francisco dio un pequeño brinco. El día anterior, cuando estaba de copas con Romo, escuchó de su propia boca que existía el elixir dorado, pero de ninguna manera había dos de ellos. Cuando escuchó que el anciano enfermó, compró unas tabletas nutricionales. No podrían curarle, pero al m
Justo entonces, Alicia también miró a Francisco. No se creía lo que acababa de pasar. Francisco se sentía un poco avergonzado. En el fondo, él tampoco se lo imaginaba. ¿Habría comprado el elixir real? Parece que tendría que comprar más para aprovisionarse.—Jaja, si el señor está bien, perfecto.Ana
El ambiente entre los dos estaba tan tenso que se podía cortar con un cuchillo. En ese momento, Miguel llamó a un taxi. Francisco no movió ni un dedo. En lugar de eso, se rio y dijo:—Miguel, a partir de ahora ten cuidado por la calle.—Lo mismo digo —contestó Miguel con desdén.—Que te den —maldijo
Después de todo, el anciano de la familia Salamanca se lo había tomado y no le había pasado nada malo, así que el elixir no podía ser falso.—¿Qué quiere decir con esto, señorita Salamanca?—Que le regalo este elixir, presidente López —dijo Alicia con una sonrisa. Al escuchar esas palabras, Alberto
Carlos se levantó bruscamente y se puso enfrente de Alicia, agarrándola por el cuello de la camisa.—¿Qué le has dado a mi padre? —preguntó.—Solo… ¡era Elixir Dorado! —contestó confusa.—¡Y una mierda! ¿Qué coño le ha pasado a mi padre entonces? —preguntó ardiendo en rabia.Alicia se mordió los lab