A ver, no se confundan.Egan sí está furioso, pero no con Anna… bueno, sólo un poquito, porque estaba hablando con Ángel… ¡Y a solas!Pero lo que más lo tiene así es saber que ella está resignada a su trato, que no va a luchar por defenderse porque la vida le enseñó a ser así, más bien aquellas chiquillas en el orfanato, a las que le provoca ir a buscarlas y hacerlas picadillo una a una.«Espera, ¿por qué harías eso por la hija de tu enemigo?»“¡Porque se me da la gana!”, se responde a sí mismo.Anna corre para poder seguirle el paso que lleva con esas enormes zancadas, entran a la casa como si fueran un torbellino y Egan se la lleva directo al despacho, allí la suelta con cierta brusquedad, se para frente a ella muy cerca, tanto que Anna puede sentir su respiración pegándole en la frente. Intenta bajar la mirada, pero él no se lo permite.—¡Estás en serios problemas, muchachita! ¡¡¿Acaso no fui claro al decirte que no podías hablar con nadie?!! ¡Que no puedes tener amigos aquí, porqu
Derrapa cuando llega con ella y se lanza al suelo sin importarle ensuciar su costoso traje.—Muñequita, por favor… abre los ojos —le pide él acariciando su mejilla con cuidado, sin dejar de verla con preocupación.Llegan unos trabajadores junto a ellos e intentan moverla, pero Egan no se los permite. Ángel sale con un contenedor en donde ha dejado la mantequilla de Anna cuando se encuentra con la chica tirada allí.Deja todo tirado y corre a ver qué le ha pasado.—¡¡Qué le hiciste esta vez?!! —le dice Ángel enfrentándolo, pero en lugar de molestarse, Egan sólo muestra su preocupación y niega.—¡Nada! Fue Trueno, ella intentó cepillarlo ¡y ese caballo tonto la empujó al suelo! —Egan tiene miedo, Anna permanece sin abrir los ojos—. Llama al doctor, pídele que venga de inmediato.Ángel saca su teléfono y le pide al doctor que vaya lo antes posible, cuando corta la llamada, Anna comienza a abrir los ojos y Egan respira con alivio.—¡Gracias al cielo! —le dice acercándose a ella y le acari
La noche es dura y fría, Ángel instala un par de calefactores verticales para abrigar el lugar y así poder esperar el nacimiento del potrillo, hasta que cerca de las cinco de la mañana al fin nace. Anna se queda sorprendida por la manera en que lo hace, el proceso es lento y doloroso para Zafiro, pero la cría nace en perfectas condiciones, siempre ayudados por el veterinario.Anna le trae heno fresco y limpio para que puedan tener cerca, mientras ve a la yegua cuidar de su hijo.—¿Es macho, doctor? —le pregunta Ángel al hombre y este asiente—. Bien, tendremos que llamar al jefe para avisarle y que elija el nombre para este machito.Anna se queda embelesada por lo que ve, la manera en que Zafiro limpia y ayuda a su hijo a ponerse de pie. Ángel le toma la mano para acompañarla a verlo más de cerca y la anima a que lo ayude a ponerse de pie.—Es necesario que se sos
Ángel deja escapar un bufido de frustración, sale de allí y se va directo a buscar a Egan.—¡Jacobo, ¿dónde está el señor?! —pregunta echando fuego por la boca.—Lo vi irse a la casa.Ángel echa a correr como si fuese a taclear a alguien y entra a la casa hecho una fiera. Busca a Egan en el despacho, en donde se lo encuentra sentado frente a la chimenea, en silencio y pensativo, pero ahora eso le importa un carajo.—¡¿Qué te pasa con ella?! ¡¿Para esto la trataste bien todos esos días?! ¡¿Para terminar haciéndole daño de nuevo como si fuera un cavernícola infeliz?!—No estoy para tus reclamos… menos si se trata de ella —dice con los dientes apretados y sin mirarlo, pero Ángel no se va a quedar tranquilo esta vez, así que camina y se para frente a él.
CAPÍTULO DE ALTO IMPACTO, SE SUGIERE LA DISCRECIÓN DEL LECTOR.Los días se pasan de nuevo y es fin de semana, uno de los que todos esperan al mes, porque tiene permitido salir a hacer sus compras, ya que es día de pago.Anna está en el establo, a pesar de que ya cumplió con muchas de sus tareas, pero no hay otro lugar allí en donde se sienta segura y cómoda.Ángel llega con ella, la observa acariciar al potrillo y sonríe, porque el animalito se debate entre estar con su madre y ella. Se acerca un poco más y Anna se gira al sentir los pasos.—¿Vas a la ciudad? —le pregunta ella con una sonrisa y él asiente—. Disfruta tu libertad entonces.—Quisiera tanto quedarme contigo a pasar el día, pero tengo que resolver un asunto urgente y como no salgo mucho…—No, por favor, ve a hacer lo que debas, de to
Capítulo 20El instinto de una bestiaEgan entra a la propiedad derrapando, sin saber cómo se quita el cinturón y sale corriendo del vehículo, uno de los guardaespaldas se acerca a él y Egan le pregunta.—¡¿Dónde está Anna?!—Debe estar por los establos, a esta hora siempre está allí, señor —si el hombre le quiere preguntar qué pasa, Egan no se entera, porque no se espera a nada.Corre como si la vida se le fuera en ello, llega a los establos y llama a Anna, pero la chica no le responde. Se queda allí con esa sensación terrible que le presiona el pecho, sale de camino a la casa de los empleados, pero se detiene en la mitad cuando oye el grito desesperado de Anna.—¡Ángel! ¡¡Egaaaan!! —sin que ella tenga repetirlo, corre hacia la bodega, que es de donde viene
Con mucha delicadeza Egan la lleva a la ducha, donde deja correr el agua y espera a que se temple, se queda mirando a Anna, quien parece aún perdida y no la culpa, lo que acaba de pasar es horrible.—Vamos, muñequita, tienes que quitarte la ropa que te queda —le dice con una dulzura que incluso a él lo estremece y ella asiente.Egan fija la mirada en sus ojos, rojos por el llanto, con un dolor indescriptible, cuando Anna está lista se queda parada allí, él frunce el ceño y ella le dice bajito.—¿Vas a entrar así? —Egan se mira la ropa y tiene razón, no debería entrar con todo eso.Se quita la camisa, el cinturón, los zapatos y calcetines, se deja el pantalón porque no sería correcto quedarse en ropa interior con ella. Entran a la ducha y Anna suspira de alivio cuando el agua la hace espantar el frío que la cubría.
Cuando consiguen separarse para respirar, Egan une su frente con la de Anna y sonríe como no lo hacía desde hace mucho tiempo, Anna le acaricia la mejilla con timidez y él con su hombro aprisiona su mano para sentir más su contacto.—Ay, muñequita… no sé qué me hiciste, pero lo único que hago es pensar en ti todo el día.—Y yo… yo también. Aunque el otro día… me heriste —Egan la mira a los ojos y por primera vez ella ve arrepentimiento en ellos.—Lo siento, pero esto es nuevo para mí. Ese día lo hice para alejarte, para poder separarme de ti y no aceptar esto que me pasa.—¿Y qué es lo que te pasa? —le pregunta ella con curiosidad, Egan le toma una mano y la lleva a su corazón.—¿Sientes cómo late? —Anna asiente y él sonríe—. Sólo