—No fallaste, mi amor… Creciste… Maduraste… Aprendiste… —dijo Román acariciando la cabeza de su hija antes de abrazarla de esa forma protectora y reconfortante. Carina se aferró a su camisa y de nuevo lloró desconsolada—. Me siento muy orgulloso de ti, mi «elefantita». Has demostrado ser mejor que t
Aida solo retrocedió, notando que Frida no era la misma mujer que hacía años traicionó y le quitó a su esposo. —…Gracias a ti me liberé de Gonzalo. —Frida buscó a Román y tomó su mano para besarla con infinita ternura—. A veces me aterra pensar cuál hubiera sido mi destino de haber seguido con él.
Sin esperar a ser presentado, Marco Gibrand traspasó el umbral, con la frente en alto y esa sonrisa arrogante de quien se siente indestructible, traía un pequeño paquete en la mano que no tardó en dejar en el escritorio, delante de Rainer. —Tú… —Lo recordó con recelo. Era el hombre que había acomp
—No, si planeo quedarme con su empresa —dijo Carina apretando los labios—. La única manera de que pueda deshacerme de él sin perder nada, es que sus infidelidades no las cubra y haga todo un espectáculo mediático de ellas, afectando así mi imagen y la del Corporativo. Solo entonces yo podré adueñarm
—Cuando dijiste que le traías un regalo a los niños, esperaba una sonaja o ropita —dijo Román caminando de un lado para otro como león enjaulado—. ¡No al maldito de su padre! —Oye… baja la voz, estamos en un hospital… —dijo Marco tranquilamente. —Eres un… —Román avanzó amenazante y tomó a Marco po
—Candy, te agradezco lo que has hecho por mí, has estado en mis noches más oscuras y has hecho un gran esfuerzo por evitar que me desmorone y espero que, ahora que soy padre, entiendas mi situación y te mantengas a raya… —¿La vas a recuperar? —preguntó sintiendo el corazón en la garganta. —Lo inte
Rainer deseaba regresar el tiempo hasta el momento en que tomó el celular de Carina mientras ella dormía, quería cambiar lo que había hecho y llevarla hasta la cama de su abuelo moribundo, tal vez las cosas serían muy diferentes. —Dime… Carina, ¿me amaste? —preguntó tomándola por sorpresa. —¿Cómo?
Si no hubiera sido por Marco, que seguía intercediendo por él, de seguro el señor Gibrand no hubiera permitido que la acompañara. —¿Por qué no debería? —preguntó Rainer sin voltear hacia Carina, pues estaba concentrado en la pequeña bebé entre sus brazos. Entre más la veía, más se enamoraba. —¿S