A diferencia de esos días en la casa de campo, donde toda la familia Gibrand se juntaba para festejar un año más del viejo Benjamín, esa noche en el hospital, solo estaban Román y Frida en la puerta de la habitación, atentos a cualquier emergencia. En ese momento, como ave de mal agüero colándose
—No podré irme de este mundo ileso, Marco… —dijo Benjamín queriendo reír, pero la tristeza y el miedo se apoderaron de su corazón—. Tengo tantas deudas que no pagué en vida y parece que ustedes tendrán que pagar por mí. —¿De qué hablas? —preguntó Marco desconcertado. —Llama a Román… Hay algo que
El silencio se hizo profundo. Ambos hermanos estaban horrorizados, pues creían en las palabras de Benjamín y lo consideraban capaz de una atrocidad así. —¿Lo saben? —preguntó Román con la mirada perdida—. ¿Los Winter saben que tú mataste a esa mujer? —Estoy seguro de ello… De la misma forma en l
—Me acabo de despertar y no creí conveniente volver a dormir, quiero enfrentar mi destino con los ojos abiertos —dijo Benjamín con la mirada perdida. —Es hora… —Solo respóndeme… ¿Desde cuándo…? —Desde hace un año… En cuanto Carina llegó a Alemania. —¿Quién te pidió este favor? —Aaron Winter… E
Carina se sentía victoriosa, había conseguido el corazón de Rainer, había encontrado al hombre indicado, ese que la ama con compromiso y determinación. Se había enamorado perdidamente de él y la alegría de saberse correspondida no cabía en su pecho. —Te amo, Rainer… Te amo, te amo, te amo —dijo Ca
—Son 11:34 —respondió Walter molesto. —Gracias, caballero. —Marco asintió gustoso y se apartó de la farmacia, internándose en la primera calle que lo llevara hacia la parte trasera del local, sin que Walter se diera cuenta. Cuando el ayudante de Rainer buscó a Carina dentro de la farmacia, ella
Carina no pudo contenerse y abofeteó a Rainer, indignada por sus palabras. —¡Ese hombre mató a mi madre de la manera más cruel! ¡Me la arrebató cuando era un niño! ¡Se merece morir solo! —exclamó furioso, haciéndole frente a Carina. —¿Y yo soy la culpable? —preguntó entre lágrimas—. ¿Por eso no t
En el pórtico de la enorme mansión Winter, Rainer esperaba sentado en las escaleras, con la mirada perdida en la arboleda lejana. En cuanto llegó el auto de su padre, su odio se reencendió. —¿Rainer? ¿Qué haces ahí? —preguntó el señor Winter con media sonrisa, pero el semblante de su hijo lo hi