—Qué curioso… Justo el día que te encuentras con Johan, extravías el anillo de matrimonio que afirma que eres mía. —Con cada palabra, Otto perdía más la cabeza y se cegaba por la furia. —Otto… No quiero pelear… —dijo Lorena queriendo hacer las paces—. No perdí el anillo adrede, eres mi esposo y… —
No hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla. Eso lo entendió Natalie en cuanto su salud se deterioró con rapidez, evitando que pudiera salir del hospital. Los medicamentos que tomaba parecían no surtir efecto, sus médicos cambiaron muchas veces de fórmula, pero nada funcionaba, el cáncer h
Le arrancó la mascarilla de oxígeno y presionó la almohada contra su rostro. Aunque Adelina esperaba forcejeo por parte de su víctima, esta no hizo nada y aceptó su muerte pacíficamente. Bien podría decirse que Natalie incluso la estaba esperando, ansiosa por abandonar esa cama donde solo sufría, si
El corazón de Lorena dolía y pegó su frente a la de Johan mientras su garganta se retorcía en un nudo. —Déjame ir contigo… —pidió. —Si algo nos pasa a los dos, ¿quién cuidará de nuestros hijos? Sus palabras hicieron sentir a Lorena que eran una familia de verdad y que siempre lo habían sido.
—Entenderás que eres una mujer de cuidado y tenemos que tomar nuestras precauciones —dijo Otto antes de apoyar el teaser en el vientre de Lorena y volver a electrocutarla. —Deja de jugar, tenemos que sacarla de aquí —dijo Estefan viendo con desaprobación a Otto. —¿Ya oíste, mi amor?… Es hora de ir
—Sí, después de todo Johan morirá, sino es que ya lo hizo —agregó Estefan con media sonrisa mientras se limpiaba las uñas con un cuchillo. Lorena aprovechó la cercanía de Otto para darle un cabezazo que lo hizo caer hacia atrás. —No podrán con él… Son un par de novatos… Lorena recibió una bofeta
—¿Qué hay del despacho y de la empresa de mi padre? —preguntó Otto no muy convencido. —Mi empresa de vinos tiene más ganancias netas al año que tu despacho y la empresa de tu padre juntos. Deja ir a Lorena y será toda tuya. Cada finca y viñedo les pertenecerá, cada propiedad y cada bien que yo teng
—¡Por Dios! ¡Pónganse en su lugar! —exclamó Carina con lágrimas en los ojos y sacó su teléfono—. Si se tratara de mi padre o de Will, ¿no querrían saber? Hizo a un lado a su madre y hermana, y le entregó su teléfono a Lorena, mostrándole las noticias recientes. «Gran incendio en el bosque de los m