Lorena estaba conmovida, veía el compromiso en su mirada y estaba segura de que Johan no mentía. Su boca se abrió con la firme intención de aceptarlo y decirle que lo quería tanto como él a ella, pero algo la detuvo de golpe, congelándola en el acto. Si quería permanecer al lado de la familia Gibr
—Estás de vuelta… —dijo una vez que pudo afinar su voz. —Por un tiempo… Son mis «vacaciones» forzadas —dijo Lorena con melancolía. —Te he extrañado mucho… ¡Te «hemos» extrañado mucho! ¡Todos! ¡El pueblo en general! —exclamó nervioso, estaba perdiendo la cabeza. —¿Todos? Lo dudo… Me odian. Al pare
—Mi esposo te dio la opción de que no usaras el uniforme… —dijo Adelina Phai, viendo a Lorena en la cocina luciendo el mismo uniforme gris con delantal blanco que las demás empleadas. —Creo que lo mejor es uniformarme. Después de todo, vine a trabajar como sirvienta —respondió Lorena con amabilida
—Lorena Morel… Ama de llaves de la prestigiosa familia Gibrand —dijo Donna con media sonrisa, creyendo que había captado el interés de Johan—. Cuatro millones por su cabeza. —¡¿Cuatro millones?! ¡Es solo una sirvienta! —exclamó Johan horrorizado. —Mató a Bastian Bafel, el último de la familia. Rom
—¡Lorena! ¡Necesitaremos otro plato! ¡Tenemos un invitado!… —exclamó la señora Adelina. Lorena no sé esperaba la sorpresa que se iba a llevar. Gustav estaba plácidamente sentado a la mesa, mientras Estefan agachaba la mirada, arrepentido. —…¿No escuchaste? ¡Muévete! —Adelina perdía la paciencia de
Cuando estaba a punto de comenzar a golpearlo, unas tibias manos se posaron en su hombro. —No lo hagas… No te metas en problemas y menos por mí —dijo Lorena sabiendo que cualquier investigación en contra de Johan destaparía su oscuro pasado—. Por favor, Johan… Este la vio de reojo y cautivado por
—¡No eres bienvenida a esta casa! —exclamó John lleno de odio. —¡Cuñado! Hablas como si esta casa fuera tuya, cuando, gracias a mi hija, pasó de una pocilga a una mansión… — protestó con arrogancia. —¿Hija? —preguntó Lorena desconcertada y retrocedió. —Ella es tu madre, Lorena… —dijo Gwen preo
El señor Phai y Natalie se veían cada noche en secreto debajo de un gran roble, lejos de los ojos curiosos de los pueblerinos y siendo víctimas de la pasión que los torturaba en cuanto caía el sol. Después de un mes, el señor Phai tuvo que regresar a la ciudad, dejando a una mujer embarazada. Los