—¡Se están llevando tus cosas! —exclamó Lorena colgada de una maleta. —También te llevarán a ti si no te sueltas —dijo Álvaro resoplando. —¿A dónde se las llevan? —Emma arrebató uno de sus bolsos de las manos de ese guardia que la había retenido ayer. —Al pent-house del señor Harper —respondió
—Crees que yo no puedo darte ese amor aburrido… —dijo Will con las manos en los bolsillos y agudizando su mirada. —No eres así y no pienso obligarte a cambiar —agregó Emma acercándose lentamente, como quien desea acariciar a un león, pero teme terminar sin mano—. En verdad… estoy muy feliz porque h
—Seré un maldito mujeriego, egoísta y arrogante… pero soy tu esposo y merezco una oportunidad para redimirme y ser el hombre con el que despiertes cada mañana, demostrarte que eres dueña de cada uno de mis pensamientos —dijo contra los labios de Emma dedicándole una mirada profunda y llena de deseo.
Esa era la última noche que pasaría Emma en el casino, durante la cena no se despegó de William, quien no soltaba su mano y durante las negociaciones, se fascinaba por ver a su esposa dominando la plática con una sonrisa gentil. Tenía el don de la palabra y hacía que sus encantos hipnotizaran a cual
El hombre cruel y egoísta que había conocido el día que se casó, parecía haber sido reemplazado por un hombre dulce y protector. —…Lo único que te pido es que me esperes dos meses y cuando regrese todo mejorará. Te pedí una oportunidad, confío que me la darás. —Cuando Emma iba a responder, la sile
—¡Eres un maldito hijo de puta! —exclamó Bastián acercándose de forma amenazante. —¿Te tortura pensar que su pureza me pertenece? ¿Crees que tú la habrías hecho gemir tan duro como yo lo hice? —Will deseaba poner a prueba su paciencia y antes de añadir algo más, los puños de Bastian intentaron alca
Con un resoplido cansado, Emma se desnudó y por un momento se vio extraña ante el espejo, había algo que no cuadraba, pero no alcanzaba a distinguir qué era. Se puso el vestido con cuidado y cuando Frida le ayudó a subir el cierre, notó que le quedaba justo. —¿Subiste de peso? —preguntó desconcer
—¡Emma! ¡Mi encantadora nuera! —exclamó el señor Harper al encontrarla y le dio un abrazo generoso—. No he podido verte en bastante tiempo, parece que has estado ocupada. —Sí, por la escuela y el trabajo en el Corporativo… —se disculpó Emma y el aliento de Harper le revolvió el estómago, ya había c