Marianne POV—Edgard, yo——Él teléfono sonó interrumpiendo lo que tenía que decir, di gracias por ello. Sinceramente no tenía ni idea de qué decir. Tampoco, sabía qué pensar o sentir. Edgard, por otra parte, parecía claramente decepcionado y molesto por la interrupción. El sonido venia del teléfono móvil de Edgard que ahora estaba sentado en mi escritorio.Me asombré por ello y cogí el móvil sin siquiera molestarme en mirar quien era.—¿Hola?—Marianne, querida. ¡Qué maravilloso escuchar tu voz!—Dijo Helena alegremente.—Yo también me alegro de oírte Helena ¿Cómo estás?—Dije de forma coloquial. Me parecía que Edgard no estaba preparado para esta conversación a la larga. Se dejó caer en la cama provocando su suave ruido sordo.—¡Oh, bien, bien! ¿Cómo estas tú, querida?—Estoy… estoy bien. He estado mejor.—Admití. Vi como el rostro de Edgard pasaba de estar molesto a triste, fruncía sus bellos labios.—Oh ¿Qué ocurre?—Preguntó Helena, preocupada.—La chalada de mi madre.—Dije incluso ante
Marianne POV—Ahora, mamá ¿Prometes ser buena, verdad?—Pregunté cuando la recogí en el hotel. Volví al campus tan rápido como mi furgoneta podía llevarnos. Por supuesto, mi madre nos había retrasado.—Dije que iba a darle una oportunidad ¿No?—Murmuró mientras miraba por la ventanilla.—Sí, pero no has dicho que te portarías bien. Ahora promételo o daré la vuelta y te dejaré en el hotel otra vez.—Dije firmemente, subrayando cada palabra que pronunciaba.—Muy bien, Marianne. Te lo prometo.—Dijo igual que si fuese una adolescente enfadada. Puse los ojos en blanco y suspiré. Esta iba a ser una larga noche.Mi madre insistió en entrar en el dormitorio de Edgard conmigo. No tenía ni idea de por qué. Supongo que quería ¨inspeccionar¨ donde vivía. Creo que buscaba alguna excusa para que no le gustase. Así tal vez yo sabría por qué…Llamé a la puerta, pero no hubo respuesta. Escuche a Edgard tocando el piano en el interior. Mi madre me dio un golpecito en el hombro e inclinó la cabeza hacia la
Marianne POV—Ahora, mamá ¿Prometes ser buena, verdad?—Pregunté cuando la recogí en el hotel. Volví al campus tan rápido como mi furgoneta podía llevarnos. Por supuesto, mi madre nos había retrasado.—Dije que iba a darle una oportunidad ¿No?—Murmuró mientras miraba por la ventanilla.—Sí, pero no has dicho que te portarías bien. Ahora promételo o daré la vuelta y te dejaré en el hotel otra vez.—Dije firmemente, subrayando cada palabra que pronunciaba.—Muy bien, Marianne. Te lo prometo.—Dijo igual que si fuese una adolescente enfadada. Puse los ojos en blanco y suspiré. Esta iba a ser una larga noche.Mi madre insistió en entrar en el dormitorio de Edgard conmigo. No tenía ni idea de por qué. Supongo que quería ¨inspeccionar¨ donde vivía. Creo que buscaba alguna excusa para que no le gustase. Así tal vez yo sabría por qué…Llamé a la puerta, pero no hubo respuesta. Escuche a Edgard tocando el piano en el interior. Mi madre me dio un golpecito en el hombro e inclinó la cabeza hacia la
Marianne POVMe sorprendió que ellos empezasen un debate sobre los alimentos que él y yo queríamos cuando éramos niños y que yo no dijese ni una sola palabra. Sacudí la cabeza y me levanté. Edgard lo notó y tocó mi sitio.—Voy a buscar un trozo de tarta de queso. Toda esta charla sobre marcas de postres me ha abierto el apetito. ¿Te apetece compartirlo conmigo?—Por supuesto.—Sonrió.—¿Con fresa o arándanos?—Le pregunté, apoyando mi mano en su hombro.—Tú sabes que me gustará cualquier cosa que traigas.—Alzó el rostro hacia el mío y sonrió.Me reí tontamente.—Eso es porque eres una persona que está a mi entera disposición.—Me burlé. Mi madre se rió entre dientes.—Me recuerdas a Tim.La miré con ojos tristes. Su rostro decayó cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Con su mano se frotó la cara y apartó la mirada. Le lancé una pequeña sonrisa antes de acercarme a los postres.Al primero que dejamos en casa fue a Edgard para que así mi madre y yo pudiésemos pasar un poco más de tiemp
Edgard POVEsperé frente a la puerta después de llamar varias veces. Estaba empezando a ponerme nervioso por haber ido allí para nada. La puerta se abrió lentamente.—¿Hola?—Preguntó confundida.—Hola, mi maravillosa e increíble amiga.—Dije con una gran sonrisa.—Hola Edgard.—Dijo Amanda dejando escapar una risita.—¿Qué puedo hacer por ti?—Bueno, necesito ayuda para conseguirle unas cosas a Marianne y me preguntaba si estarías dispuesta a echarme una mano. Recuerdo que dijiste que no tenias clase los jueves.Antes de que terminase la oración la oí cerrar la puerta con llave. Amanda me rodeó con un brazo.—¿Entonces, qué tengo que hacer?—Eres una diosa entre las mujeres Amanda. No sabes la gran ayuda que eres.—Le dije.Se rió tontamente mientras me empujaba dentro de su coche. Cerró la puerta y se puso en el asiento del conductor.—Mientras sea la diosa de las compras es todo lo que me importa. Entonces ¿Para qué necesitas ayuda exactamente?Empecé a nombrar todas las cosas que me hací
Marianne POVAsentí con la cabeza y Edgard me movió para que estuviese frente a él. Oí que arrastraba su silla para levantarse. Rápidamente me cogió, puso un brazo bajo mis rodillas y el otro como apoyo en mi espalda. Rodeé su cuello con los brazos. No pude evitar soltar una risita por el repentino cambio.—Edgard, um, ¿A dónde vamos?—Lo veras en un minuto. Espera.—Dijo feliz, obviamente orgulloso de sí mismo. Se detuvo y me dejó sobre mis pies lentamente. Lo notaba solido… algo así. Era acolchado y estaba cubierto de un tejido blando. Oí como los zapatos de Edgard chocaban contra el suelo antes de ponerse de rodillas frente a mí. Sus pulgares se engancharon en los extremos de la máscara y tiraron de ella. Jadeé audiblemente.—Oh dios mío, Edgard ¿Estamos en la…? Pero… Pero… Pensé que íbamos a mudarnos dentro de dos semanas.—Tartamudeé mirando en derredor de la sala.Yo estaba sentada en un colchón hinchable cubierto con unas bonitas y pulcras sabanas y almohadas. A ambos lados de la
Marianne POVMe arrastré fuera de la cama y miré el reloj. Solo eran las ocho, aun era temprano pero de todas formas decidí seguir y levantarme. Era la primera vez en no sé cuanto tiempo que me levantaba sola. No había tenido el más dulce de mis sueños, principalmente consistían en unas pesadillas en las que Edgard se retorcía y gritaba de dolor, agarrándose la cara. Me estremecí recordándolas. Traté de sacudirme la imagen de la cabeza pero parecía no querer desaparecer.Ni siquiera me molesté en tomar el desayuno o el café, no tenía hambre. Me di una ducha rápida. No estaba segura de si podría hacerlo más tarde en ese día.Avisaría a los profesores que no iba a asistir a las clases de hoy. Como nunca me había saltado ninguna no parecía que ellos tuviesen ningún inconveniente en que así fuese esta vez. Les dije que me pondría al día con lo que me perdiese, y como ese día solo tenía una clase con un profesor y en la otra simplemente había que entregar unos deberes, no supondría ningún
Edgar POV—¿Cuanta?—Preguntó Marianne. Sonaba como si se tratase de una madre, pero estaba agradecido de que preguntase. No conseguía desembarazarme de mi nerviosismo para pronunciar las preguntas.—La suficiente para ver, caminar con seguridad. Es decir, si la cirugía funciona. Pero, aun así eso es mejor que nada. Probablemente acabes teniendo un grado de visión entre la completa y la estrictamente necesaria y casi con toda seguridad necesitaras gafas o lentillas.—Volvía a dirigirse a mí. Yo asentí lentamente con la cabeza, mostrándole que le entendía.—¿Existen otros riesgos?—Preguntó Marianne, frotando uno de mis hombros. Me preguntaba como de ¨verde¨ me encontraba.—Junto con otras preocupaciones que acompañan a la cirugía, tales como una infección, la preocupación más común con la que nos encontramos es que se contraigan cataratas en el ojo en el que se haya tratado, que en tu caso es en los dos. ¡Pero no te preocupes! Con la cirugía moderna se puede solucionar con una operación