Edgard POV —¿Mamá qué demonios estás haciendo aquí?—Dijo Marianne con voz dura. Era baja y peligrosa, un tono que nunca había escuchado salir de sus hermosos labios. ¿Mamá? ¿Su madre? ¿La mujer que me odiaba? Maldición . Pensé para mis adentros. Nuestra noche se iba por el desagüe. —No me has devuelto las llamadas ni los correos electrónicos, por lo que ¿Tu qué crees que debería haber hecho? ¡Y no utilices ese lenguaje conmigo, jovencita!—Gruñó la Sra. Dwigth. Me daba la impresión de que estaba a diez pasos de nosotros, muy probablemente en medio de la puerta. —¡No te he respondido porque te dije que no, que tu no… puedes… comportarte de esta manera!—Volvió a gritar. —¡No tienes derecho a ignorarme! —Tengo todo el derecho a hacerlo. En primer lugar, solo porque sea tu descendencia no significa que puedas tratarme como a una niña. En segundo lugar, te dije lo que pasaría, pero tú no me escuchaste.—Contraatacó Marianne rápidamente. Tenía la sensación de que no era la primera vez qu
Edgard POVDio otro gran suspiro.—Puedo pagar la habitación y el taxi. No me marcharé hasta que hable otra vez con Marianne.——Lo sé, pero esta noche no hablará con usted. Dele tiempo hasta mañana por la mañana para que así se calme. Sorprendentemente no hay forma de acceder a ella si no está de buenas. ¿Ha comido algo?—Le pregunté de repente.—No.—Admitió.—¿Quiere que le traiga algo de dentro? Sé que Marianne se enfadará pero no creo que quiera que usted se muera de hambre, incluso aunque no quiera hablar contigo.—Me puse de pie, apoyando la mano en el picaporte de la puerta.—Ha cerrado la puerta con llave.—Dijo rápidamente.—Entonces es algo bueno tener la llave. Así que ¿Qué me dice sobre la comida?—Pregunté otra vez, sacando las llaves del bolsillo.—No, gracias.—Dijo suavemente, su voz casi era distante.—Quédese el teléfono hasta que consiga una habitación. Puede traérselo a Marianne mas tarde.—Abrí la puerta y entré.—Sra. Dwigth entiendo porqué no le gusto. Desearía que pudie
Marianne POVMe desperté sintiéndome cálida y segura, lo que me sorprendió. Junto a mi estaba Edgard. Él era mi salvador. Mi felicidad. En su sueño parecía tranquilo. A mi lado solo llevaba puestos los bóxers, era una vista hermosa. Alejé todos los pensamientos de la noche anterior. Aun no quería recordarlo.No me importaba que acabase de despertarme y que probablemente oliera mal, ya que no me había duchado después del desfile. Que yo supiese, él tampoco se había duchado. Por lo tanto no importaba. Pasé los dedos por su cabello desordenado, tratando de apartar los ojos de él sin suerte. Es como si tuviesen vida propia. Al menos los dos olíamos mal y teníamos el pelo revuelto, pensé con una pequeña sonrisa.Mis dedos fueron hasta sus labios. Que se separaron ligeramente bajo mi toque. Sus labios eran lisos y suaves, cálidos y confortables. Eran tan besables. Me incliné y rocé su labio inferior, mordiéndolo. Lo succioné suavemente. Siempre con lentitud empezó a devolverme el beso. Sus
Edgard POVEstuve tumbado en la cama durante un minuto, lamentando que Marianne no se encontrase en mis brazos. Me sentía como si estuviese atrapado. No estaba seguro de cuanto iba a durar, pero estaba seguro de que no iba a terminar bien.Decidí quedarme en su habitación hasta asegurarme de que me necesitaba o que Julianne se había marchado. No quería empeorar la situación dándole a Julianne la baza de haber pasado allí toda la noche.Finalmente salí de la cama y me vestí, dejando las gafas a mi lado. Me senté en su cama, apoyando la espalda contra el cabecero y tapándome la cara con las manos. Me restregué los ojos mientras pensaba en algunas cosas.Antes que nada sentí una punzada de culpabilidad en el pecho. Culpable por dejar a Marianne sola en la guarida del león mientras yo me escondía como un cobarde. Pero no estaba seguro de si la ayudaría o lo empeoraría todo, por lo que prefería esperar. Me sentía culpable por no ser el hombre que Marianne necesitaba en todas las formas que
Marianne POV—Edgard, yo——Él teléfono sonó interrumpiendo lo que tenía que decir, di gracias por ello. Sinceramente no tenía ni idea de qué decir. Tampoco, sabía qué pensar o sentir. Edgard, por otra parte, parecía claramente decepcionado y molesto por la interrupción. El sonido venia del teléfono móvil de Edgard que ahora estaba sentado en mi escritorio.Me asombré por ello y cogí el móvil sin siquiera molestarme en mirar quien era.—¿Hola?—Marianne, querida. ¡Qué maravilloso escuchar tu voz!—Dijo Helena alegremente.—Yo también me alegro de oírte Helena ¿Cómo estás?—Dije de forma coloquial. Me parecía que Edgard no estaba preparado para esta conversación a la larga. Se dejó caer en la cama provocando su suave ruido sordo.—¡Oh, bien, bien! ¿Cómo estas tú, querida?—Estoy… estoy bien. He estado mejor.—Admití. Vi como el rostro de Edgard pasaba de estar molesto a triste, fruncía sus bellos labios.—Oh ¿Qué ocurre?—Preguntó Helena, preocupada.—La chalada de mi madre.—Dije incluso ante
Marianne POV—Ahora, mamá ¿Prometes ser buena, verdad?—Pregunté cuando la recogí en el hotel. Volví al campus tan rápido como mi furgoneta podía llevarnos. Por supuesto, mi madre nos había retrasado.—Dije que iba a darle una oportunidad ¿No?—Murmuró mientras miraba por la ventanilla.—Sí, pero no has dicho que te portarías bien. Ahora promételo o daré la vuelta y te dejaré en el hotel otra vez.—Dije firmemente, subrayando cada palabra que pronunciaba.—Muy bien, Marianne. Te lo prometo.—Dijo igual que si fuese una adolescente enfadada. Puse los ojos en blanco y suspiré. Esta iba a ser una larga noche.Mi madre insistió en entrar en el dormitorio de Edgard conmigo. No tenía ni idea de por qué. Supongo que quería ¨inspeccionar¨ donde vivía. Creo que buscaba alguna excusa para que no le gustase. Así tal vez yo sabría por qué…Llamé a la puerta, pero no hubo respuesta. Escuche a Edgard tocando el piano en el interior. Mi madre me dio un golpecito en el hombro e inclinó la cabeza hacia la
Marianne POV—Ahora, mamá ¿Prometes ser buena, verdad?—Pregunté cuando la recogí en el hotel. Volví al campus tan rápido como mi furgoneta podía llevarnos. Por supuesto, mi madre nos había retrasado.—Dije que iba a darle una oportunidad ¿No?—Murmuró mientras miraba por la ventanilla.—Sí, pero no has dicho que te portarías bien. Ahora promételo o daré la vuelta y te dejaré en el hotel otra vez.—Dije firmemente, subrayando cada palabra que pronunciaba.—Muy bien, Marianne. Te lo prometo.—Dijo igual que si fuese una adolescente enfadada. Puse los ojos en blanco y suspiré. Esta iba a ser una larga noche.Mi madre insistió en entrar en el dormitorio de Edgard conmigo. No tenía ni idea de por qué. Supongo que quería ¨inspeccionar¨ donde vivía. Creo que buscaba alguna excusa para que no le gustase. Así tal vez yo sabría por qué…Llamé a la puerta, pero no hubo respuesta. Escuche a Edgard tocando el piano en el interior. Mi madre me dio un golpecito en el hombro e inclinó la cabeza hacia la
Marianne POVMe sorprendió que ellos empezasen un debate sobre los alimentos que él y yo queríamos cuando éramos niños y que yo no dijese ni una sola palabra. Sacudí la cabeza y me levanté. Edgard lo notó y tocó mi sitio.—Voy a buscar un trozo de tarta de queso. Toda esta charla sobre marcas de postres me ha abierto el apetito. ¿Te apetece compartirlo conmigo?—Por supuesto.—Sonrió.—¿Con fresa o arándanos?—Le pregunté, apoyando mi mano en su hombro.—Tú sabes que me gustará cualquier cosa que traigas.—Alzó el rostro hacia el mío y sonrió.Me reí tontamente.—Eso es porque eres una persona que está a mi entera disposición.—Me burlé. Mi madre se rió entre dientes.—Me recuerdas a Tim.La miré con ojos tristes. Su rostro decayó cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Con su mano se frotó la cara y apartó la mirada. Le lancé una pequeña sonrisa antes de acercarme a los postres.Al primero que dejamos en casa fue a Edgard para que así mi madre y yo pudiésemos pasar un poco más de tiemp