Marianne Cooper POVMe coloqué en la parte de atrás de la limusina, Edgard se puso a mi lado. Sus padres entraron, sentándose frente a nosotros.Crucé los tobillos, sintiéndome incomoda. La mano de Edgard descansaba en mi rodilla, apretándola levemente. Edgard y sus padres charlaban cómodamente. Me alegré de que no me incluyesen en su mayor parte. El viaje, afortunadamente, no fue demasiado largo.Cuando fuimos hasta el mozo del hotel estaba un poco sorprendida. Nos encontrábamos en un casino, no era el Horseshoe, pero era uno de los que estaba al otro lado del rio. Sam's town.—Este es el hotel donde nos quedamos. Espero que no te importe.—Me dijo Helena sonriendo. Sacudí la cabeza y traté de sonreír un poco.Nos detuvimos frente a unas puertas dobles, había una placa que rezaba ¨William B's Steakhouse¨—Voy al lavabo.—Carl le dio un beso en la mejilla a Helena y ella levantó hacia él la mirada llena de amor que tenía en su hermoso rostro en forma de corazón.—Creo que te acompañaré.
Marianne Cooper POVEl camarero volvió y nos trajo nuestras bebidas, las coca colas y la botella de vino. También trajo cuatro copas. Carl vertió un poco en cada vaso y nos las pasó. Miré el líquido de color rojo, arremolinándose en mi copa lentamente.—Salud.—Dijo el Dr. Barrington sonriendo, chocando su copa contra la de su esposa.Edgard se inclinó un poco y susurró junto a mi oreja.—Por el amor de mi vida.—Chocamos nuestras copas y cuando lo hice, mi sonrisa creció. Bebí el líquido a sorbos. Le di un trago e intenté no hacer muecas.Charlamos educadamente durante la cena sobre distintas cosas de Chicago. Sinceramente nunca había oído hablar de la mayoría de ellas, lo que me hizo sentir bastante inculta y maleducada. Edgard cogió mi mano por debajo de la mesa, frotándomela haciendo círculos con su dedo pulgar.—¿Desean algo de postre?—Preguntó el camarero con una gran sonrisa.—Esta noche tenemos nuestro pudin con vainilla y salsa de Whisky y nuestra mundialmente famosa mousse de ch
Marianne Cooper POVHacer las maletas me llevó una eternidad. Edgard no dejaba de distraerme con dulces besos y caricias. Sabía lo que me estaba haciendo, me cogía, echándome en la cama. Me besaba en la boca, las mejillas, la nariz, las orejas, el cuello y cualquier otro lugar al que pudiese llegar.—Edgard, tengo que hacer las maletas.—Gemí con fuerza, pero me ignoró. Deslizó la mano por mi pelo, tapándome la boca.—No, no tienes que hacerlo. Te compraré todo lo que necesites cuando lleguemos allí.—Se puso sobre mí, bajando los labios hasta el hueso del cuello.—No, no.—Murmuré.—Lo único que tienes que hacer es coger alguna ropa de abrigo y tu bolso. Te compraré todo lo que necesites.—Sonrió, tirando de mi camiseta para encontrar nuevos lugares que besar.—Me gusta mi ropa.—A mí también me gusta, en el suelo.—Bajó sonriendo hasta mi estómago, levantándome la camiseta y atacando mi carne. Lo único que podía ver era mi camiseta sobre su cabeza. Me reí tontamente por las cosquillas qu
Marianne Cooper POVLo metí en mi bolso. Esperando que fuese suficiente y que lo comprendieran. No me sobraba el dinero. Vivía gracias a las becas y el dinero que había ahorrado cuando me puse a trabajar durante el instituto. El único regalo realmente bueno era Edgard. Le mandé a mi madre un libro sobre quiromancia, su ultima obsesión, y a mi padre un sujeta billetes de veinte dólares.Comprar algo a Edgard fue casi imposible. Él tenía dinero, así que los cheques regalo no servirían, incluso aunque eso fuese lo más fácil. Aunque no quería que se tratase de algo fácil. Quería que significase algo. Que era lo más difícil, entonces caí en la cuenta de que lo más importante en su vida era la música, a parte de mí. Mellevó una semana encontrar un lugar donde conseguirlo, pero cuando lo hice, valió la pena. Cientos de partituras de música en blanco y en braille.—Música de Edgard Anthony Barrington.— Incluso había hecho las líneas en relieve, por lo que él sabría donde escribir. Estaba encu
Marianne Cooper POVSus padres llegaron exactamente a las cinco. Me sentí mal por necesitar la ayuda de su padre para llevar mis dos maletas y mi mochila hasta el coche. No eran grandes, solo una bolsas de lona y otro bolso un poco más pequeño, junto con mi mochila. Sabía que Edgard tenía razón cuando dijo que mi ropa no me abrigaría lo suficiente. Tendría que comprarme algunas cosas, suéteres, una chaqueta, bufanda, guantes y un vestido para la fiesta. Durante el trayecto al aeropuerto Edgard me cogió de la mano, apretándola de vez en cuando.—Oye mamá ¿Podrías venir mañana con nosotros para ayudar a Marianne a escoger algunas cosas?—La pregunta salió de no sé dónde. Quise pegarle en el hombro, pero me abstuve ya que estaba frente a sus padres.Helena aplaudió y sonrió.—¡Oh! Suena divertido. ¡Conozco algunos lugares a los que te gustará ir, Marianne!No pude evitar reir.—Te pareces a Amanda mi compañera de habitación. —¿Cómo es?—Frunció el ceño.—Le encanta ir de compras. Creo que t
Marianne Cooper POVNo sé cuánto tiempo duró el vuelo. Me dormí en algún lugar del viaje. Lo que no me sorprendió del todo. No había dormido bien la noche anterior, incluso habiéndome acostado tarde.Me desperté en la habitación de un lugar desconocido. Estaba oscuro y no podía ver nada. Eché un vistazo alrededor y vi un reloj que indicaba que eran las once de la noche. Busqué una lámpara o algo pero no pude encontrar nada. Por alguna razón, el temor se agrandó en mi pecho, oprimiéndome la caja torácica.—Edgard…—Dije con voz ronca. No contestó así que le llamé un poquito más fuerte.—¿Edgard?Comencé a llorar. No sabía por qué. Lo más probable es que fuese porque estaba cansada y confusa.—¿Edgard?La puerta se abrió lentamente.—¿Marianne? ¿Amor, estas bien?—La cabeza de Edgard apareció por la rendija de la puerta, de forma que la luz del vestíbulo entró.Me sorbí la nariz, tratando de ocultar las lagrimas.—Sí, no sabía dónde estaba.—¡Oh! Lo siento.—Entró y se sentó en la cama.—Estabas
Edgard Barrington POVSorprendentemente, me desperté antes que Marianne. Me encontraba demasiado emocionado como para dormir. Me puse mi ropa más cómoda, mi camiseta de baloncesto y unos pantalones cortos, y me fui a la cocina.—¡Buenos días!—Saludé. Alguien estaba vertiendo algo en algún sitio.Algo que olía como té caliente o algo así.—Buenos días, hijo.—Me saludó mi padre. Escuché como doblaba el periódico.—Voy a hacer unos huevos ¿Quieres?—Me acerqué a la nevera y me agaché. Los huevos se encontraban en su lugar habitual. Los dejé sobre la encimera antes de coger un poco de mantequilla.—No, gracias. ¿Quieres que lo haga por ti?—Preguntó suavemente. Sabía que estaba intentando no ofenderme. No había cocinado en meses. Tampoco es que cocinase demasiado. Huevos revueltos y cosas de microondas. Sándwich de queso de vez en cuando.—No, lo haré yo.—Dije alegremente. Nada podría quitarme mi buen humor. Puse la sartén en la placa de la vitrocerámica y luego eché un poco de mantequilla.
Edgard POVMarianne se puso como loca cuando obligué a mi madre a sacarla de la tienda mientras yo pagaba. Alguien tuvo que ayudarnos a llevarlo todo al coche. Nunca diría que Marianne gastase tanta ropa como la que ocupaba más que las personas del coche. Quería recuperar el tiempo perdido. Si ella dijo que podía malcriarla, lo haría.Tras nuestras compras fuimos al Bistro 110. Marianne se inclinó contra mí, obviamente cansada por el par de horas que había sido una muñeca Barbie. Pasé los dedos por mi menú.—¿Qué vas a pedir?—No me importa. Sorpréndeme.—Murmuró, acurrucó aun más la cabeza en mi hombro.—Marianne, iba a pedirte un favor, si no tienes ningún inconveniente.—Preguntó mi madre suavemente. Marianne se incorporó un poco.—¿Sí, señora?—Bueno, verás mañana por la mañana iba a ir a un spa para prepararme para la fiesta de la noche. No tengo nadie con quien ir. Me encantaría que viniese conmigo, por favor.—Sabía que mi madre estaba haciendo pucheros por el tono de su voz.—Oh ¿