SELENEEl ambiente en la habitación de hotel estaba impregnado de un aroma sutil a vino y perfume caro. Yo me encontraba sobre el sillón, mis labios enredados con los de Charles, mientras mis manos se deslizaban con precisión sobre su pecho. Podía sentir su excitación, su impaciencia. Sus dedos jugueteaban con la tela de mi vestido, intentando despojarme de él con torpeza. Yo fingía estar igual de ansiosa, mis suspiros bien calculados, mis movimientos diseñados para hacerle creer que este momento me importaba tanto como a él.Pero la verdad era que no sentía nada.Cuando sus manos empezaron a subir por mis muslos, noté el cambio en su respiración. Su ritmo se tornó errático. Un temblor sutil recorrió su cuerpo antes de que su peso colapsara sobre mí. Charles cayó a un lado, desmayado, su pecho moviéndose con respiraciones profundas y pesadas.Solté un suspiro de alivio. Por un instante temí que la mezcla que Liana me había dado no funcionara. Me incorporé, acomodé su cuerpo sobre el
IGOREl sonido del tono de llamada retumbaba en mi oído mientras presionaba el teléfono con fuerza contra mi rostro. El dolor palpitante en mi brazo apenas me permitía concentrarme, pero no tenía tiempo para debilidades.—Necesito tu ayuda —mi voz sonaba más ronca de lo que esperaba.—Igor, ¿qué ocurre? —respondió al instante, preocupada.—Estoy afuera de tu casa. No puedo quedarme aquí. Te necesito.No hubo más palabras. Unos segundos después, la puerta de la casa se abrió y Chelsy apareció corriendo. Abrió la puerta del auto y se metió dentro, su mirada recorriendo mi cuerpo hasta posarse en la herida de mi brazo. Sus ojos se agrandaron, llenos de miedo.—¡Igor! ¿Qué te pasó? —su voz tembló mientras se inclinaba hacia mí.—No aquí. Necesito ir a un lugar donde nadie se dé cuenta de esto —respondí con esfuerzo.Chelsy asintió de inmediato, arranqué el auto. Antes de avanzar, se quitó la blusa y la rasgó con rapidez, improvisando un torniquete que ató con firmeza alrededor de mi brazo
—Te amo mi amor. Un altar, flores blancas y una melodía suave. Alaric me mira con una intensidad que me hace estremecer mientras desliza un anillo en mi dedo. Luego, un salto en el tiempo: su cuerpo desnudo sobre el mío, el calor de su piel fundiéndose con la mía en una noche que debería haber sido eterna. Pero la visión se fractura con un grito desgarrador. No el mío. No el de Alaric. El llanto de un bebé.—¡Igor! —mi voz lo llama, pero el niño corre, su risa infantil resonando en mis oídos. De repente, fuego. Lenguas anaranjadas devoran todo a su paso, el calor abrasador asfixia el aire. Intento alcanzarlo, pero mis piernas no responden. Mi grito queda atrapado en mi garganta. Y luego… oscuridad.Despierto con un jadeo, mi corazón tamborileando contra mi pecho. Un dolor punzante me atraviesa la cabeza. La luz tenue de la habitación me confirma que estoy en un hotel. No en mi casa. Me llevo una mano a la sien, intentando ordenar los fragmentos de recuerdos que aún se sienten borro
ALARICEl motor del auto rugía suavemente en la oscuridad de la noche. Mis manos estaban firmes en el volante, pero mis pensamientos estaban en otra parte. Giré la cabeza y observé a Esther, recostada en el asiento del copiloto, su respiración era pausada, su pecho se elevaba y descendía con un ritmo tranquilo. Pero su piel estaba pálida, su cabello oscuro caía desordenado sobre su rostro y aún había rastros de sangre en sus manos.Cuando llegué a casa, Liana me lo contó todo. Esther ya sabía la verdad. Sabía que era la reencarnación de Elena.No lo asimiló bien. Nadie lo haría. Y ahora, verla así, después de la batalla que presencié en el bosque, después de verla pelear con una fuerza sobrehumana contra esos osos, hacía que me preguntara hasta dónde llegaría su poder. Había considerado intervenir, pero algo me detuvo. Su energía, su ferocidad… no necesitaba mi ayuda.Cuando su cuerpo estuvo a punto de caer, yo la atrapé.Me estacioné y acaricié su rostro suavemente, retirando un mec
IGOREl ardor no era lo peor. Lo peor era la mirada de Liana.—No puedo creer lo tonto que eres —me dijo mientras presionaba una gasa contra mi herida, limpiandoApreté los dientes, negándome a hacer una mueca de dolor. No iba a darle el gusto de verme quejarme.—Fue necesario —dije con voz firme.—¿Necesario? —bufó, rodando los ojos. Antes de que pudiera responderle algo mordaz a Liana, la puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared con fuerza.El aire en la habitación se volvió denso de inmediato.—¡Ígor! —Su voz retumbó como un trueno dentro de la habitación.Mantuve la mirada fija en él, preparada para la tormenta que se avecinaba. Sus ojos oscuros destellaron. Pero algo en su expresión cambió cuando su mirada bajó a mi brazo herido.—¿Qué te pasó? —Liana dejó el vendaje y cruzó los brazos, mirándome con severidad.—Díselo —me instó—. Ya es suficiente con las mentiras.Saliva tragué. No es que tuviera miedo de mi padre, pero no tenía ganas de lidiar con su ira.Aun así,
CHELSY—Nos vemos el sábado, Chelsy. No puedo esperar.Erick me sonrió con esa seguridad que siempre llevaba en los partidos. —Nos vemos —le respondí con una sonrisa.Él se inclinó un poco, como si dudara en darme un beso en la mejilla, pero al final solo se despidió con un gesto de la mano antes de girarse y caminar hacia el campo de entrenamiento.—Vaya, vaya… —La voz de mi hermana Chloe me hizo girarme.Ella tenía los brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los labios.—¿Qué? —pregunté, fingiendo indiferencia mientras empezábamos a caminar por el pasillo de la escuela.—Nada, solo que parece que alguien está a punto de tener un novio nuevo —canturreó.Rodé los ojos.—No exageres, Chloe. Apenas es una cita.—Sí, claro, “apenas una cita” con Erick, el capitán del equipo de fútbol americano, uno de los chico más guapo y popular de la escuela —enumeró con una sonrisa burlona—. Es un buen chico. Y guapo.Me encogí de hombros.—Supongo.—Casi tan guapo como mi Igor —agregó con una ris
IGOREl primer golpe de consciencia fue un latido sordo en mi cabeza.El dolor se expandió por mi cráneo como una ola, empujándome a la realidad de golpe. Mis párpados pesaban, y un sabor metálico se acumulaba en mi boca.Parpadeé lentamente.El techo de madera oscura me pareció desconocido.No estaba en mi habitación.Me enderecé con un gruñido, sintiendo los músculos tensos y entumecidos. La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por una ventana. El aire olía a madera vieja y a algo más… algo antiguo.Fue entonces cuando la vi.Una mujer estaba de pie junto a la ventana, de espaldas a mí. Su silueta era alta y esbelta, envuelta en un vestido negro que caía hasta el suelo.Sus manos, pálidas como el mármol, se apoyaban en el alféizar de la ventana. Todo en ella irradiaba un aura de misterio y poder.Mi instinto de lobo se activó de inmediato, la adrenalina corrió por mis venas.—¿Quién eres? —Mi voz salió más ronca de lo que esperaba—. ¿Po
ALARICEl sonido de la puerta golpeando la pared me sacó del letargo en el que me encontraba. No me molesté en levantar la vista. Solo suspiré y terminé de abotonarme la camisa.—Si querías derribar la puerta, Selene, podrías haberlo hecho con más dramatismo.—¡No es momento para bromas, Alaric! —gruñó, cerrando la puerta con un portazo.—¿Qué pasa ahora?—¿Qué pasa? —repitió con una risa sin humor—. ¡Que permitiste que descubrieran a Dante! ¡Ahora los cazadores pueden tenerlo secuestrado!Me apoyé en el respaldo de la silla con calma, cruzando los brazos.—Dante está en un lugar seguro.Selene se quedó en silencio un instante, como si intentara leer en mi rostro si estaba mintiendo.—¿Lo estás protegiendo? —Negué con la cabeza.—No lo necesito. Está a salvo.—¿Y quién más lo está protegiendo?—¿Por qué tanto interés en Dante, Selene?Ella desvió la mirada, fingiendo ignorar la pregunta.—¿Quién es la otra persona que está formando una manada? Él te lo dijo, pero tu nos has ocultado l