Al escuchar esas palabras, el semblante de Sofía se endureció de golpe.Clavó en Daniel Mendoza una mirada cortante.—Daniel, cuida tus palabras. Lo que yo haga no tiene nada que ver contigo.—Y cómo me vaya en la vida, no es asunto tuyo, es todo por mi capacidad.Daniel enmudeció por un instante ante su respuesta, pero recuperó su aire de superioridad casi al momento.—¿Capacidad? Sofía, ¿de qué capacidad hablas? ¡Ahora no eres nadie! Sin mí, no vales nada.Sofía escuchó los insultos, pero no dejaron que le afectaran.Ya conocía de sobra la hipocresía y la arrogancia de Daniel.Alguna vez creyó que él era su luz, su todo.Pero al final, resultó que solo la veía como una marioneta que podía manipular a su antojo.—Daniel —dijo Sofía con calma, su voz serena.—Hace tres años, debí estar ciega para fijarme en ti, pero ya abrí los ojos. No significas nada para mí, y yo, no soy alguien a quien puedas insultar como se te antoje.La determinación en sus ojos pareció molestar a Daniel, y su e
—¡Suéltame! ¡Daniel, me das asco!Sofía luchaba por zafarse, pero la fuerza de él era demasiada; solo sentía un dolor agudo en la muñeca.Mientras tanto, Javier Ortiz, que estaba escondido cerca, salió de las sombras. Sacó su celular con disimulo, listo para grabar lo que estaba por suceder.Y es que Daniel no había venido solo ese día.Se había puesto de acuerdo con Javier Ortiz de antemano para que grabara lo que haría. Con eso tendría material suficiente para hundir a Sofía Vargas.Ya quería ver si Sofía seguía tan insolente después de eso.—¡Voy a asegurarme de que toda la familia Vargas vea lo perdida que andas, Sofía! ¡Eso te ganas por desafiarme!Daniel, casi fuera de sí, le jaló la blusa por el cuello.Pero antes de que lograra aferrarse a la ropa de Sofía, una patada certera lo mandó a volar.Al instante, un saco de vestir amplio cubrió los hombros de Sofía.Todavía conmocionada, se vio envuelta en los brazos de Alejandro, quien había aparecido de la nada.—¿Estás bien?Su voz
Sofía intentó intervenir por instinto, pero Alejandro le sujetó con delicadeza la muñeca.El contacto cálido de su mano le devolvió la calma por un instante.Daniel hizo la llamada y contó su versión exagerada de los golpes que había recibido, omitiendo convenientemente sus propias provocaciones.Colgó y se quedó sentado en el suelo, con la mirada cargada de odio fija en ellos.—¡Ya viene la policía, Sofía! ¿Te encanta andar con tipos mantenidos, eh? ¡Pues a ver cómo lo defiendes ahora! ¡Ni creas que puedes comprar a la policía!Se rio con malicia, su cara adoptó un gesto espantoso.Alejandro, en cambio, se quedó tranquilo. Sacó el celular, tecleó un mensaje rápido y lo envió. Después, esperó con calma a que viniera la policía.La policía no tardó en llegar.Al ver a los oficiales uniformados, Daniel se levantó de un salto y empezó a hacerse la víctima, señalando su cara amoratada e hinchada mientras exigía justicia.—¡Fue ella, oficiales! ¡Ella lo ordenó todo! Es la autora intelectual
Pasaron varios días sin que hubiera noticias de Daniel.Se decía que lo habían apresado de inmediato y que pasarían algunos días antes de que pudieran dejarlo salir.La vida de Sofía Vargas también volvía poco a poco a la normalidad.Solo que Alejandro seguía muy ocupado; apenas se veían.Como tenía algo que la preocupaba, andaba un poco distraída.Los días transcurrían tranquilos uno tras otro.Pronto llegó el día de la fiesta de cumpleaños.—Sofía, hoy tengo unos asuntos que atender, así que quizá llegue un poco tarde a la fiesta.Eso fue lo que le dijo Alejandro antes de salir.Eso impidió que Sofía pudiera decir lo que tenía en la punta de la lengua.Recordó el mensaje que le había mandado Valeria y su expresión se ensombreció un poco; apretó los puños en silencio.Pero al final, Sofía no dijo nada más.«Seguro está ocupado con su gran amor del pasado».«Sería muy imprudente armar un escándalo justo ahora».Pensando en eso, Sofía se molestó en silencio mientras lo veía marcharse.P
Al oír eso, la sonrisa se le borró de los labios a Valeria.Arrugó la frente y miró a Sofía con incredulidad, sin saber qué decir por un instante.—Sofía, ¿viniste nomás a molestar? Tu hermana solo se preocupa por ti. Bien que te aferraste a Daniel por tres años, y perdiste toda la dignidad por él, ¿y al final qué? Terminaste regresando sola y humillada, ¿no?Eduardo rodeó a Valeria con un abrazo protector, mientras sus palabras mordaces iban directas a la herida de Sofía.Las voces atrajeron pronto la atención de varios invitados.La gente empezó a reunirse a su alrededor, cuchicheando y lanzando miradas disimuladas.—¿No es la hija de los Vargas? Dicen que hasta se fue de su casa según que por amor verdadero.—Sí, y que el tipo al que perseguía ni la quería, que al final la botó.—¿Pero no se acaba de casar? ¿Saben quién es el marido? Qué raro que venga sola hoy.—Capaz que es una vergüenza. Si no, ¿por qué vendría sola? Es muy triste la realidad de la gente que se humilla totalmente
—No te preocupes, sé que estás ocupado. Lo importante es que pudiste venir.Sofía respondió con la misma sonrisa, dejando ver su calma ante la situación.Al ver la cercanía y la química tan especial que había entre ellos, las miradas de envidia de los presentes eran más que obvias.Incluso en la mirada que Lorena dirigía a Alejandro se percibía ahora un tono de aprobación.La expresión de Valeria, en cambio, se ensombreció. El enojo se volvió obvio en sus facciones y volteó a ver al carro estacionado afuera.«Ese tipo acaba de bajarse de ahí…», pensó. «Si no recuerdo mal, es el último modelo que salió hace poco, solo hay diez en todo el país y vale una fortuna».Recordó que Eduardo Vega había intentado comprar uno, pero se agotaron en cuanto salieron a la venta.«¿Cómo es que un carro así acabó en sus manos?».A simple vista, no parecía más que un simple aprovechado.«¿No será que Sofía, para guardar las apariencias, gastó un dineral en rentar el carro solo para que él lo manejara?».C
La sonrisa de Lorena Vargas se desvaneció poco a poco. Volvió a mirar el jarrón que Eduardo le acababa de entregar y su semblante se tornó de confusión.Y es que Alejandro también le había regalado un jarrón.¡Idéntico al que le dio Eduardo!—¿Pero qué significa esto? ¿Los dos regalaron lo mismo? —murmuró alguien entre los invitados—. Se supone que una pieza así, tan antigua, es dificilísima de encontrar. ¿Cómo puede ser que haya dos iguales?—Yo he oído de ese jarrón, creo que solo existe uno, ¿no? Lo compró algún magnate por una fortuna en una subasta hace tiempo. ¡Es pieza única!—Entonces eso quiere decir que uno de los dos tiene que ser falso, ¿no creen?Valeria, al darse cuenta de la situación, hizo un gesto de disgusto.—Mira, cuñado, no sé si tu carro y los demás regalos son rentados o imitaciones baratas, pero hoy es el cumpleaños de mi mamá. Al menos había que traer algo auténtico para mostrar un poco de respeto. ¿No crees?—¿Cómo se te ocurre darle una falsificación a mi mam
El señor Héctor escuchó sus palabras y apenas asintió con la cabeza.Se puso unos guantes y palpó con sumo cuidado el jarrón.Tras un largo rato, levantó la vista hacia Eduardo Vega.—¿Cuánto le costó, si se puede saber?Eduardo irguió la cabeza con orgullo e hizo un gesto con la mano indicando una cantidad considerable.—Mientras a mi suegra le guste, el dinero es lo de menos. ¡El dinero no es lo importante!Se oyó un murmullo de asombro entre los presentes.—¡Vaya que el joven Vega se lució esta vez! Se nota que es de familia de dinero, ¡qué espléndido para los regalos!—¡Muy generoso!Eduardo escuchaba los halagos con una sonrisa de suficiencia. Miró al experto.—¿Qué me dice, señor Héctor? Impecable mi elección, ¿o no?El señor Héctor pensativo se acarició el mentón barbado, entrecerró los ojos y negó. —Una lástima… tanto dinero, para que resulte ser una imitación.De golpe, a Eduardo se le mudó el color de la cara.—¿Cómo que falso? —preguntó con la voz tomada—. ¡Pero si me costó