Sacaron a Carmen Soto a la fuerza de la empresa, dejándola justo en la entrada principal. Un grupo de guardias de seguridad la empujó hacia afuera.Las recepcionistas se asomaban, curiosas, intentando averiguar qué ocurría. Nunca habían presenciado algo así en la compañía.Al instante, los guardias le arrojaron encima sus pertenencias.—Ya lárgate. Y ni se te ocurra volver a acercarte por aquí.Tras decir esto, el guardia se sacudió las manos y se marchó con satisfacción. Eran órdenes directas del gerente, y él las había cumplido al pie de la letra.En todos sus años de servicio, nunca había visto a nadie ser despedido de una forma tan humillante como a Carmen Soto. Era algo insólito.Carmen vio que las dos recepcionistas de la entrada la observaban, una mezcla de burla y desconcierto en sus miradas. Se mordió el labio con fuerza y apretó los puños. Juró en silencio que jamás olvidaría la humillación de ese día.Las recepcionistas notaron la mirada de Carmen y no pudieron evitar coment
Justo lo que necesitaba. Daniel llevaba tiempo pidiéndole que buscara una excusa para vengarse de Sofía.«Estaba preocupado por no tener un pretexto», pensó Javier con cinismo, «¿y ahora me llega esto en bandeja de plata?»Javier Ortiz consoló como pudo a Carmen, que seguía sollozando, y luego se apartó para llamar a Daniel.Carmen observó sus movimientos, y su mirada se endureció.Sabía perfectamente que la actitud prepotente de Javier en la empresa no se debía solo a un respaldo dentro de Inmobiliaria Panorama, sino también al apoyo de Daniel Mendoza.«¡Si le pide ayuda a él, Sofía Vargas no tendrá escapatoria!», pensó con rencor.Al otro lado de la línea, Daniel Mendoza vio la llamada entrante de Javier y sintió una oleada de fastidio.Ver el nombre de Javier le recordó las últimas semanas, en las que había intentado por todos los medios localizar a la heredera Vargas, sin éxito.Desde que la había visto en la recepción aquella vez, no había vuelto a tener noticias suyas.El nombre
Sofía Vargas echó un vistazo a su alrededor y comprendió de inmediato que la habían secuestrado.Repasó mentalmente la situación.Las personas a las que había contrariado recientemente eran pocas; se contaban con los dedos de una mano.Cuando apareció Javier Ortiz, la expresión de Sofía confirmó sus sospechas. Aun así, lo miró con serenidad, como si estuviera observando a un payaso insignificante.Javier Ortiz descifró el desprecio en su mirada. Molesto, le sujetó el mentón con fuerza y, con voz lúgubre, soltó:—Esa miradita qué, ¿muy valiente? ¿Crees que me vas a intimidar?—¿Eh? ¡Contesta!Sofía emitió un sonido gutural de desprecio. Bajó ligeramente la mirada, señalando con los ojos que tenía la boca tapada.En ese instante, Carmen Soto se acercó y le arrancó la cinta adhesiva de la boca con brusquedad. Una sonrisa de suficiencia se dibujó en su cara.—¿Qué pasó? ¿Ya no estás tan altanera como en la junta, eh?Mientras hablaba, le dio unas palmaditas condescendientes en la mejilla,
Alejandro se dio la vuelta y salió a toda prisa. Sacó el celular y le marcó a Raúl.—Revisa las cámaras del estacionamiento subterráneo de Panorama, necesito la ubicación de Sofía Vargas. ¡Ya mismo!Al escuchar la urgencia en la voz de su jefe, Raúl colgó de inmediato y se puso a trabajar.Alejandro tampoco perdió el tiempo. Con los labios apretados y la tensión marcada en la cara, sacó su laptop e intentó rastrear la ubicación del celular de Sofía.Gracias a los esfuerzos de ambos, la llamada de Raúl no tardó en entrar.—Jefe, ya la encontré. Se llevaron a la señorita Vargas. Están en…—Sí, una bodega de las afueras —confirmó Alejandro con voz grave, habiendo encontrado la ubicación al mismo tiempo.—Llama a la policía. Voy para allá ahora mismo.Dicho esto, Alejandro colgó.Raúl se quedó en silencio al otro lado de la línea. Podía sentir la furia contenida de Alejandro. Después de tantos años trabajando para él, Raúl pensaba conocer bien a su jefe.«Solo espero que el tipo que secues
Cuando Daniel Mendoza llevó a su amor platónico a la fiesta de cumpleaños, Sofía Vargas supo que había perdido.Desde un rincón, miró el mensaje que su madre le había enviado.—Sofi, perdiste.—Después de tres años, Daniel Mendoza no se enamoró de ti. Según lo acordado, debes regresar para asumir tu responsabilidad.La mirada de Sofía se desvió hacia la chica que Daniel abrazaba no muy lejos de ella.Era la primera vez que veía al amor platónico de Daniel.La chica parecía pura, de apariencia dulce y serena, tranquila y apacible.Aunque vestía ropa barata, llamaba la atención.Así que eso era lo que le gustaba a Daniel.Sofía sintió un sabor amargo en su boca.De repente, recordó aquel momento cuatro años atrás, cuando una ostentosa heredera se acercó a Daniel para confesarle su amor. El hombre, sacudiendo la ceniza de su cigarrillo, con sus ojos seductores mostrando frialdad, le respondió con descaro:—Lo siento, señorita, pero prefiero a alguien más tranquila, más común.En ese enton
Sofía Vargas no permaneció demasiado tiempo en Puebla. Originalmente, había decidido estudiar allí por Daniel, pero ahora que se había graduado de la universidad y Daniel amaba a otra persona, esta ciudad ya no tenía sentido para ella.Reservó un vuelo nocturno y regresó a Monterrey.Al bajar del avión, Marcela Jiménez estaba esperándola.—¿Esta vez regresas para quedarte?—Sí, me quedaré.En años anteriores, Sofía apenas pasaba tiempo en Monterrey porque seguía los pasos de Daniel, lo que significaba que tampoco veía mucho a Marcela.Ahora, después de perder la apuesta, ya no tenía razones para irse.Marcela había escuchado sobre lo sucedido con Daniel Mendoza y, aunque sintió cierta tristeza por ella, solo sonrió mientras la tomaba del brazo.—No hablemos de cosas desagradables. Vamos a celebrar tu regreso.Sofía asintió con una sonrisa, sin rechazar la invitación.Marcela la llevó al club más exclusivo de Monterrey, pidió el mejor licor y organizó una fiesta para ella.Después de un
Marcela sentía bastante temor hacia su primo, así que después de subir obedientemente al auto, no se atrevió a decir ni una palabra.Dentro del vehículo, el ambiente se tornó inquietantemente silencioso.La mirada de Sofía se posó en el brazalete que Alejandro llevaba en la muñeca, sintiendo que le resultaba familiar.Pero bajo los efectos del alcohol, su mente era un completo caos.Sin embargo, por su cabeza pasaron fugaces recuerdos de la primera vez que se encontró con Alejandro.Después de tantos años, este hombre seguía conservando su elegancia intacta.La casa de Marcela quedaba cerca.Después de dejarla, Alejandro planeaba llevar a Sofía de regreso al hotel.Solo quedaban ellos dos en el auto.De repente, la voz del hombre rompió el silencio, preguntando con despreocupación:—¿Piensas quedarte en Monterrey?—Sí.Sofía se sorprendió por un momento antes de asentir.Como no tenía mucha confianza con Alejandro, después de esa breve pregunta, el ambiente volvió a quedar en silencio.
¿Cómo sabía él lo de ella y Daniel Mendoza?Mientras este pensamiento cruzaba por su mente, Sofía Vargas solo sonrió dulcemente:—No, Alex, solo que, ya te divertiste, así que dejemos esto atrás, ¿Vale?Ella pestañeó, aunque en su interior seguía sintiéndose algo nerviosa.Alejandro Ruiz era demasiado especial.Era brillante, talentoso, joven y exitoso, además de ser conocido como alguien inalcanzable, una estrella solitaria en el firmamento.—Qué desastre —se maldijo Sofía en silencio.Alejandro sacudió la ceniza de su cigarrillo, sin decir ni que sí ni que no.Sin embargo, su mirada se tornó más profunda.—Como quieras —respondió con tono indiferente.Sofía respiró aliviada.Se vistió y salió del hotel, tomando un taxi de regreso a la casa de los Vargas.Apenas había subido al vehículo, a unos pocos pasos de distancia.Laura Torres vislumbró su figura y se sorprendió, luego, mordiéndose el labio, jaló ligeramente a Daniel Mendoza.—Daniel, creo que acabo de ver a Sofía.—¿Sofía Varga