Mikhail observaba a su esposa hablar con su mejor amiga cuando vio a su suegro acercarse a su hija, iba acompañado de otra chica.―Felicitaciones, hija, aunque me hiciste pasar vergüenza lograste el objetivo, eres una Kuznetsov ―expresó Iván.Jelena pensó que no pudo felicitarla sin meter una queja.―Te deseo mucha felicidad, hermana ―dijo Natalia.Rania se retiraba con discreción cuando sintió la mano de Jelena tomándola por el brazo para que no se marchara y la dejara sola con ellos.―Padre, obedecí su mandato, espero que de ahora en adelante Karlen se quede todo el tiempo conmigo.―Eso no fue lo que acordamos, Jelena, pero no me importa dejarlo más tiempo con tu esposo y contigo, siempre y cuando pase al menos dos semanas al año conmigo. Estoy seguro de que mi hijo querrá volver a su casa más seguido de lo que tu piensas.―Solo deseo la promesa de que, si Karlen desea quedarse conmigo, usted no interferirá.―La tienes.Jelena se giró a mirar a Natasha sus ojos azules le mostraban l
La limusina los llevó directamente al aeropuerto en un viaje sorpresa que había preparado Mikhail, no sería mucho tiempo porque ambos tenían obligaciones. Él estaba en plenas negociaciones con Patrick O’Brian y ella comenzaría el semestre en una universidad local.―Debí haberme cambiado el vestido antes de salir del hotel, tenía preparado lo que vestiría en el vuelo ―dijo Jelena mientras admiraba el lujo del avión que Mikhail había alquilado para el viaje.―Le pedí a Katerina que empacara tu ropa de viaje en tu maleta de mano, no quería perderme el placer de quitarte el vestido de novia ―expresó admirándola―. Cuando el piloto coloque la señal de quitarnos el cinturón de seguridad, podremos pasar al dormitorio a descansar un poco.―¿Estás seguro de que quieres descansar? ―preguntó provocadora.«Va a volverme loco», pensó Mikhail mientras la observaba con deseo. Estaba muy hermosa. Aunque siempre supo que se casaría con ella había tenido sus dudas sobre cómo les iría en el futuro, sin
Mikhail miró a su esposa roncar y pensó que quizás debió de haber esperado al día siguiente para hacer el viaje de luna de miel. Había estado loco por hacerle el amor en el aire y no pensó que ella estaría agotada y se dormiría inmediatamente después. Quizás el error estaba en el destino escogido: Grecia porque el vuelo era lo bastante corto por lo que no le dio a ella mucho tiempo para dormir. Acababan de aterrizar en Atenas y él debía despertarla.Jelena protestó y se arrebujó más en la manta que la cubría. Mikhail sonrió y continuo en sus intentos de despertarla, la joven pensó que la estaban torturando, no podía abrir sus ojos, sentía que tenía un camión de arena en cada uno. Con un gruñido se dejó vestir por su marido y a ciegas lo siguió tomada de su mano. Al pasar por inmigración Jelena casi no se mantenía en pie, los parpados le pesaban, literalmente se estaba durmiendo mientras andaba, por lo que Mikhail la sostenía contra su cuerpo. El oficial que los atendió frunció el ceño
El sol entraba a raudales por las puertas francesas de la habitación cuando Jelena abrió los ojos. Estaba sola en la cama, se levantó al baño, se aseo y al salir sacó una bata de su maleta se la puso y salió en busca de su esposo. Lo encontró sentado en la terraza que daba a la playa, vestido solo con su calzoncillo y una gran taza de café en la mano. A su lado un desayuno completo estaba esperando por ella. El movimiento de su bata atrajo la atención de su esposo, que al verla le dedicó una sonrisa.―Buenos días, dormilona. ―Se levantó para depositar un suave beso en los labios.―Buenos días, se me pegaron las sábanas ―respondió la chica con cara de sueño.―Me debes la noche de bodas ―reclamó Mikhail en broma.―¿Y lo del avión que fue? Anoche pudimos seguir, pero no me despertaste ―replicó ella levantando una ceja.Mikhail amaba esa pose atrevida y retadora de Jelena, no conocía ninguna mujer que pudiera hacer ese gesto y lucir tan sexy.―¿Despertarte? Ni con una excavadora hubiese
Los tacones de Jelena resonaron sobre el piso de mármol del hall de entrada de la torre Kuznetsov, saludó con la mano a Phoebe, la recepcionista, al tiempo que le bridaba una sonrisa. Óscar el guardia de recepción le hizo una cortés inclinación de cabeza. Jelena le devolvió el saludo. Aunque no eran sus amigos, Jelena sabía que ellos no avisarían a Mikhail de su llegada. Les había dicho una vez que su esposo amaba las visitas sorpresas que ella le hacía por lo que se volvieron sus cómplices a la hora de ir de inspección como ella se decía a sí misma.Beatriz la tenía harta, seguía enviándole mensajes a Mikhail y llamándolo, se suponía que si ella no trabajaba no debían seguir en contacto. Y no era que ella estuviese revisando el teléfono de su esposo, era que él mismo le pedía que se lo pasara o que atendiera la llamada si estaba haciendo otra cosa. Mikhail decía que no tenía nada que esconder de ella y quizás fuera así, pero la mujer seguía molestando y ese día estaba decidida a pone
Mikhail regresaba ese día, por lo menos eso fue lo que le dijo antes de irse de viaje a Rusia. Se marchó furioso cuando se negó a acompañarlo, después de la pelea inicial por lo de Beatriz intentó convencerla y al no conseguirlo, se lo ordenó. Jelena se rio en su cara. El día de su partida se marchó sin darle ni siquiera un beso de despedida y durante su viaje no se molestó en llamarla. Aunque lamentó perderse el cumpleaños de la tía Tatiana no tenía intención de volver a su país por ninguna circunstancia. Su padre y sus amenazas estaban en Rusia, además toda la familia que le importaba estaba en Inglaterra. Sus hermanas estaban viviendo la vida que querían, quien más le preocupaba era Karlen, por él habría estado dispuesta a volver, a sacrificarse, pero ya había pagado el precio de su libertad. Quien sí la había llamado fue Benjamín, diciéndole que tenía algo urgente que mostrarle, algo que cambiaría su vida. Insinuó que Mikhail tenía otra mujer, que él podía proporcionarle las pr
Jelena sintió su alma caer de la impresión. «¡No, no, no!», gritaba en su mente. No podía estar embarazada, no quería estar embarazada, «no en este momento, no después de lo ocurrido ese día» se dijo a sí misma. Además, su matrimonio tenía fecha de caducidad y si estaba embarazada no sabía si Mikhail la dejaría ir. Esa no era la vida que quería vivir. Quería tener un gran romance y casarse por amor, donde sus hijos fueran criados al estilo occidental, como Gema. Que tuvieran el derecho a tomar sus propias decisiones, a elegir lo que querían hacer con sus vidas. Había imaginado que después de su divorcio, volvería a Durham, trabajaría, conocería a alguien, se enamoraría y se casaría. Quería su casa con cerca blanca, un esposo con quien envejecer, dos hijos, un perro y algunos gatos. Una vida normal, con preocupaciones normales, que sus decisiones fueran qué haría de cenar o qué película quería ver en el cine. Estaba cansada del estrés que significaba hacer las cosas correctas para su c
Su grito resonó en la estancia, asustada se giró a mirar a su marido y lo encontró sentado en uno de los sillones al lado de la chimenea, había estado mirándola en la oscuridad. Vestía un traje formal lo que le daba un aspecto ligeramente distante y amenazador. Su mirada lo devoró, le había extrañado, a pesar de que no quería reconocerlo ante sí misma. En los dos meses que habían transcurrido desde su matrimonio se había acostumbrado a vivir con él, a dormir a su lado, a que le hiciera el amor todas las noches, a sus costumbres.Estaba guapísimo, tenía un rastro de barba que le indicaba que llevaba algunos días sin afeitarse. A medida que se miraban a través de la habitación sintió un poco de nerviosismo cuando vio que la rabia endurecía sus facciones, sus hermosos ojos verdes destilaban fuego, aclarando su mirada hasta un tono de verde casi felino. Un vaso de whisky reposaba en su mano, eso la sorprendió, Mikhail bebía muy poco, alguna copa de vino con la comida. Su postura era rígid