Mikhail regresaba ese día, por lo menos eso fue lo que le dijo antes de irse de viaje a Rusia. Se marchó furioso cuando se negó a acompañarlo, después de la pelea inicial por lo de Beatriz intentó convencerla y al no conseguirlo, se lo ordenó. Jelena se rio en su cara. El día de su partida se marchó sin darle ni siquiera un beso de despedida y durante su viaje no se molestó en llamarla. Aunque lamentó perderse el cumpleaños de la tía Tatiana no tenía intención de volver a su país por ninguna circunstancia. Su padre y sus amenazas estaban en Rusia, además toda la familia que le importaba estaba en Inglaterra. Sus hermanas estaban viviendo la vida que querían, quien más le preocupaba era Karlen, por él habría estado dispuesta a volver, a sacrificarse, pero ya había pagado el precio de su libertad. Quien sí la había llamado fue Benjamín, diciéndole que tenía algo urgente que mostrarle, algo que cambiaría su vida. Insinuó que Mikhail tenía otra mujer, que él podía proporcionarle las pr
Jelena sintió su alma caer de la impresión. «¡No, no, no!», gritaba en su mente. No podía estar embarazada, no quería estar embarazada, «no en este momento, no después de lo ocurrido ese día» se dijo a sí misma. Además, su matrimonio tenía fecha de caducidad y si estaba embarazada no sabía si Mikhail la dejaría ir. Esa no era la vida que quería vivir. Quería tener un gran romance y casarse por amor, donde sus hijos fueran criados al estilo occidental, como Gema. Que tuvieran el derecho a tomar sus propias decisiones, a elegir lo que querían hacer con sus vidas. Había imaginado que después de su divorcio, volvería a Durham, trabajaría, conocería a alguien, se enamoraría y se casaría. Quería su casa con cerca blanca, un esposo con quien envejecer, dos hijos, un perro y algunos gatos. Una vida normal, con preocupaciones normales, que sus decisiones fueran qué haría de cenar o qué película quería ver en el cine. Estaba cansada del estrés que significaba hacer las cosas correctas para su c
Su grito resonó en la estancia, asustada se giró a mirar a su marido y lo encontró sentado en uno de los sillones al lado de la chimenea, había estado mirándola en la oscuridad. Vestía un traje formal lo que le daba un aspecto ligeramente distante y amenazador. Su mirada lo devoró, le había extrañado, a pesar de que no quería reconocerlo ante sí misma. En los dos meses que habían transcurrido desde su matrimonio se había acostumbrado a vivir con él, a dormir a su lado, a que le hiciera el amor todas las noches, a sus costumbres.Estaba guapísimo, tenía un rastro de barba que le indicaba que llevaba algunos días sin afeitarse. A medida que se miraban a través de la habitación sintió un poco de nerviosismo cuando vio que la rabia endurecía sus facciones, sus hermosos ojos verdes destilaban fuego, aclarando su mirada hasta un tono de verde casi felino. Un vaso de whisky reposaba en su mano, eso la sorprendió, Mikhail bebía muy poco, alguna copa de vino con la comida. Su postura era rígid
Mikhail salió de la casa dando un portazo, estaba furioso, tenía ganas de romper algo. Estrelló su puño contra la pared, pero el daño de su mano no amortiguó los sentimientos que le carcomían por dentro. Rabia, traición y dolor, por primera vez sintió que la vida lo pateaba. Sin saberlo había sido un hombre afortunado, nunca había sentido un dolor así, nunca había sufrido por una traición, nunca había estado tan ciego de rabia como en ese momento. Siempre había pensado que todo saldría bien, que podía hacer una vida al lado de Jelena, que tendrían hijos y envejecerían juntos. No había estado enamorado de ella, ¿cómo estarlo si era una niña cuando se comprometieron?Cuando la conoció como Katia había quedado cautivado, era hermosa e increíblemente sexy, le había gustado mirarla, la había deseado como nunca había deseado a mujer alguna. Estuvo intrigado y nervioso al percatarse de que era virgen, se sintió culpable de haberla lastimado y se prometió buscarla y explorar hasta dónde los p
El vuelo le pareció excesivamente largo a Jelena, a pesar de que durmió gran parte del mismo. Estaba muy cansada por lo que, cuando la azafata le ofreció la habitación principal del avión de Gael, no dudo en irse a descansar. Pensó que no podría dormir después de tantas emociones, pero el agotamiento la venció.Mucho tiempo después de que Mikhail hubiese salido azotando la puerta se obligó a sí misma a levantarse de la cama, buscó su móvil y llamó a Ivanna. Necesitaba huir y sabía que quien podía ayudarla era su hermana mayor, ella entendería su necesidad de esconderse, de ocultar su embarazo. No sabía qué le depararía el futuro, pero se prometió a sí misma que lucharía por su hijo con uñas y dientes. Si su esposo pensaba que ella se iría con él mansamente estaba muy equivocado, ella nunca sería mansa, ni sumisa, ni siquiera cuando se sentía vencida.Ivanna llegó a su casa pocos minutos después acompañada por Gael y Karlen. La preocupación marcaba sus facciones, aún tenía muy presente
Mikhail despertó sintiendo que su cabeza martilleaba, abrió los ojos lentamente para acostumbrarse a la claridad que percibía a través de sus párpados cerrados. La luz inundaba la habitación del hotel donde se alojó la noche anterior, sentía en la boca el sabor amargo del licor ingerido provocándole una ligera náusea. Se incorporó hasta quedar sentado en la cama, aún permanecía vestido, con el pantalón, la camisa y los zapatos puestos.Los recuerdos de lo sucedido en las últimas veinticuatro horas inundaron su mente como en una avalancha repentina, la rabia se había marchado dando paso a un dolor sordo en su pecho. Colocó los codos en sus rodillas, con los puños apretando sus ojos tratando de contener las lágrimas que pugnaban por salir. Reprimió las ganas de llorar, no lo había hecho desde que su padre murió hacía ya varios años. Él nunca lloraba, no había habido en su vida suficientes motivos para hacerlo, nunca había sido desdichado hasta Jelena. El recuerdo de su esposa provocó u
El día transcurrió lentamente mientras Mikhail permanecía acostado en la almohada de Jelena, buscando consuelo en el olor que su esposa dejó en la cama. Su móvil repicó innumerables veces sin que él se molestara en atenderlo, no quería hablar con nadie. Ni siquiera se molestó en llamar a la oficina, al día siguiente volvería a asumir sus funciones como CEO en el consorcio familiar.El timbre de la puerta lo despertó de un sueño ligero, al mismo tiempo, su móvil repicó por enésima vez, lo levantó. Era Alexander, su hermano mayor, el que siempre lo apoyó y muchas veces tomó la responsabilidad de su padre en asuntos relacionados con su educación y su forma de percibir la vida.―Hola, Alexander. ―Fue su saludo con voz enronquecida.―Abre la puerta, estoy fuera.A regañadientes se levantó y se dirigió a la puerta, al abrirla se encontró con la mirada preocupada de su hermano.―¿Cómo estás? ―preguntó Alexander examinándolo con la mirada.―He tenido días mejores. ¿Y tú como estas? ¿Y Katerin
La primera noche que paso en Nueva York, Jelena se preguntó cómo pudo haberse torcido su vida de esa manera. ¿Acaso no había sufrido lo suficiente desde el mismo día que se comprometió? Su mente volvió al pasado buscando la respuesta a sus preguntas.Recordó como al día siguiente de que su padre la hubiese abandonado en la casa de los Kuznetsov, se levantó muy temprano para esperarlo, pensando que seguramente iría con Karlen para que pudieran despedirse y le llevaría su ropa. Al final de la tarde, varias doncellas entraron con sus maletas en la habitación, señal inequívoca de que su padre había llegado. Sin poder contenerse corrió escaleras abajo esperando encontrarlos allí. Llegó sin aire al despacho donde se discutió su compromiso y, recordando sus modales, tocó la puerta y esperó impaciente la autorización para entrar, el mismo Dimitri le abrió y al verla, la invitó a pasar.―Buenas tardes, Jelena ―saludó con amabilidad el hombre.―Buenas tardes, señor Dimitri ―respondió ella tímid