—Jefe, lo llama la señorita Larisa —Eduard se acerca y me susurra cerca del oído.
—Aló —rápidamente le quitó el móvil que llevaba en sus manos.
—Necesito que muevas la tierra completa, pero necesito que me rescates de este cerdo —murmura—. Ese hombre está obsesionado y no sé qué puede pasar si tú no vienes por mí.
—Quédate unos minutos más en línea y verás que estoy en menos de una hora contigo mi amor —trato de sonar tranquilo para que ella no sienta lo desesperado y lo furioso que me encuentro.
Por un momento observo detenidamente todas las miradas que están penetradas hacia mí. Chasqueo
Sin importar que una bala me atraviese o que el techo completo me caiga encima, me arrastro como tortuga al salir de mi mejor escondite, ¡bajo de la cama! Sin esperarlo siento como me sostienen el brazo y me ayudan a levantarme. Mis ojos buscan quien es la persona que está sujetándome, es difícil ver, ya que hay una neblina de humo cubriendo mi visibilidad de ver más allá de las cosas que hay a mi alrededor.—Eres tú —hablo mientras toso.Si no salgo de aquí me asfixie de todo este humo tóxico, intento no respirar, pero es imposible hacer tan semejante locura. Si no muero de una cosa moriré de otra manera. No le vería nada malo hacerme una limpia total y alejar todas las malas vibras que mi imán atrae.—Soy Dmitriy y
Eduard me las entrega sin perder el tiempo me las pongo. Armo mis dedos con la manopla de acero listo para demoler ese rostro de puto que tiene. Es mi turno de degustar este manjar y nadie más que yo lo puede hacer. Me pongo al lado de él. Esbozo una enorme sonrisa. De un golpe tras otro empiezo a retumbar las mejillas, haciéndole un facial de carnicero. Sintiendo como las púas desgarran su rostro.Aplicó en el golpe Direct, uno… dos… tres... y ocho veces más, mis manos y todo mi ser disfrutan de los gritos de lamentación.Me alejo un poco del hijo de puta. Eduard me quita las manoplas de acero y le digo de una vez que me pase un bisturí, para hacer lo que mis deseos sádicos quieren. Veo el rostro del imbécil y su cab
Larisa.Intento dormir, pero es imposible porque mi cabeza se convirtió en un huracán de pensamientos, no dejo de pensar en lo que mi Dmitriy debe estar haciendo o de lo que la bazofia de Emilio le debe estar tramando para salirse con la suya. La duda me carcome consumiendo mi tranquilidad, cuanto daría por saber qué es lo que está ocurriendo ahora mismo. No lo sé, pero en lo más profundo de mi corazón divaga una preocupación existencial que hace que se me estremecen las entrañas o un tsunami de mal presentimientos que me acecha y me ahoga lenta y fuertemente. Es claro que lo que siento no es nada bueno que se diga.Mark no se despega de mí, y eso que le he insistido una y otra vez que se vaya porque necesito descansar o pensar por un momento, pero no se va por temor a su vida, ya que el señor V&oacu
(...)Una hora después de tener un lindo momento lleno de lujurias mil sensaciones. Me he dado una ducha en compañía de mi mafioso, para luego hablar de lo que haremos de hoy en adelante. De una vez le dije que tenemos que casarnos porque no quiero que eso se posponga más tiempo por el simple hecho que ambos nos amamos. Dmitriy casi se vuelve loco al decirle de lo de la boda y obviamente me dijo que no perdería el tiempo y menos dejar pasar esta oportunidad.Ambos salimos de la habitación para encaminarnos al comedor, ya que a ambos nos rugen los estómagos pidiendo a gritos ser alimentados. Antes de llegar a nuestro destino le exigí a Dmitriy que se comporte con Mark y que le dé la oportunidad que se encargue de la boda junto a la supervisión de tu padre, y lo último fue que ambos tene
Dmitriy.***Está por amanecer y todavía no llegamos al lugar de la reunión que organice. Le ordené específicamente a Eduard que organizara una reunión urgente y me vale mierda si ellos no se encontraban en el país o si estaban ocupados, pero si yo ordeno algo es porque se va a cumplir.Llevamos ocho horas de camino, dirigiéndonos a la ciudad de Tomsk, y más vale apresurarme porque de lo contrario pueda que quede sin novia y menos boda, así que me tengo que apresurar a la reunión. Me emociona mucho los temas que tocaré, puesto que tengo pensado hacer muchas cosas con el país entero.El italiano viene en la cajuela, no lo he visto porque no podría contenerme hasta matarlo a golpes, por eso p
(...)¡Dos de la tarde y Dmitriy no aparece!Estoy vestida y alborotada, y nada que Dmitriy aparece. Nuevamente me pregunto ¿dónde está?Pensé que el día de mi boda seria como un cuento de hadas, pero lastimosamente mi cruda realidad me dice otra cosa.Estoy a punto de renunciar y de quitarme todo lo que llevo puesto. ¡Si Dmitriy Vólkov no se presenta en menos de diez minutos, lastimosamente la boda se cancelara!—No llores nena —Mark trata de alentarme dándome un fuerte abrazo.—¿Dónde está? ¿Quiero saber dónde está?—se me hace un nudo en la garganta.&mda
—Dmitriy… bájame Dmitriy —suplico antes que me gane la risa.—Quiero decirte que solo tenemos una hora para disfrutar de la fiesta porque nuestra luna de miel se aproxima.Trago grueso al imaginarme qué es lo que pasará en nuestra luna de miel, ¡es obvio que no voy a dormir!Dmitriy me baja en la puerta abierta principal del salón donde puedo ver a todos los invitados penetrar su mirada en nosotros, inmediatamente tomo la mano de Dmitriy, entrecierro y abro los ojos diciéndole a mi amado esposo de que tenemos que pasar al frente.—Amor, sonríe un poco—susurro.Podemos ver todo el salón adornado de globos, las mesas decoradas de mantel
—¿Quieres salir? —siento unos brazos fuertes rodeando mi cintura—, no quiero tenerte prisionera.Mi esposo me sorprende admirando lo que se ve tras esta ventana, suspiro al ver a las personas caminar con emoción y no se diga de los niños que saltan por su pequeño juguete que llevan en sus manos.Estamos casi a unos días de abrazar el mes de diciembre y eso me dice; luces, árbol, regalos, familia, unión y mucha alegría. Sé que no la pasaré con mis padres, pero si la pasaré con mi esposo y con mi nueva familia.—No amor, lo único que pasa es que no pude evitar quedarme ida ante esta hermosa ciudad —suspiro—, no sería mala idea que ambos nos quedáramos a vivir aquí, cambiar de lug