Capítulo 24

Eduard me las entrega sin perder el tiempo me las pongo. Armo mis dedos con la manopla de acero listo para demoler ese rostro de puto que tiene. Es mi turno de degustar este manjar y nadie más que yo lo puede hacer. Me pongo al lado de él. Esbozo una enorme sonrisa. De un golpe tras otro empiezo a retumbar las mejillas, haciéndole un facial de carnicero. Sintiendo como las púas desgarran su rostro. 

Aplicó en el golpe Direct, uno… dos… tres... y ocho veces más, mis manos y todo mi ser disfrutan de los gritos de lamentación.

Me alejo un poco del hijo de puta. Eduard me quita las manoplas de acero y le digo de una vez que me pase un bisturí, para hacer lo que mis deseos sádicos quieren. Veo el rostro del imbécil y su cab

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