Agaché la mirada hacia los tubérculos en mis manos y sonreí. ―Cuando era niña siempre soñé con escapar lo más lejos de la ciudad y vivir en una pequeña casa modesta donde tuviera un amplio espacio para tener plantas de todo tipo, principalmente, frutales. También quería un ejército de gallinas.
―¿Un ejército de gallinas? ―preguntó divertido. Me sentía como una niña pequeña exponiendo sus fantasías y me sonrojé.
―Sí, son lindas… y regordetas, ponen huevos y comen insectos.
En cuanto me puse de pie, Viktor se acercó para ayudarme a llevar lo que había cosechado. ―Bien, algún día cumpliremos ese sueño. Nos iremos a una cabaña a
La compañía de la familia Volkov había caído en bancarrota y días antes de que fuera oficial, Mikhail huyó, abandonando una vez más a su familia y ahora a su esposa, Alexa, quien perdió la cabeza. La única de la servidumbre que aún estaba con ella era Olga, pero pronto tendrían que desalojar la mansión, pues la condición para vivir ahí era ser heredero directo.Por otro lado, Anastasia estaba pasándola igual de mal, estaba a punto de perder su casa y había recurrido a Mina para pasar unos días en su hogar, pero la hermana de Viktor fue muy tajante al decir que no, para ella no existía más familia que nosotros y no tuvo problemas en darle la espalda a esa mujer.―Compraré la mansión… ―dijo Viktor mientras
Y de nuevo estaba llorando, sus palabras habían calado muy hondo y aunque quería mantener la calma y respirar, las lágrimas brotaban de mis ojos, pero de algo estaba segura, eran de tanta felicidad que no podía contener en mi pecho.―¡Sí! ¡Quiero casarme contigo! ―grité emocionada y me abracé a su cuello mientras lo llenaba de besos insistentes y sedientos de demostrar cuánto lo amaba―. Te amo.―Yo también te amo, mi hermosa princesa ―respondió Viktor deslizando el anillo en mi dedo―. Tal vez pude haber conseguido uno más grande o vistoso, pero…―Es perfecto… ―lo interrumpí viéndolo a los ojos―. Podría no tener ni un solo diamante y estar hecho de cobre, y sería el mejor anil
LAYLALa boda no tuvo ceremonia religiosa, solo un juez que nos casó legalmente. Creo que no era necesario comprobarle a ningún dios el amor que nos teníamos. Firmé el acta con alegría y el beso ante todos los presentes fue dulce y lleno de ternura. Viktor me hacía sentir segura y feliz.Aunque había poca gente presente, estaban los más importantes. No podía pedir algo mejor.Acariciaba mi vientre constantemente, pues, aunque no estuviera abultado, sabía que un pedacito de cielo crecía dentro de mí. Además, no era la única, Viktor también estaba encantado con la idea de volver a ser padre y aprovechaba cada oportunidad para acariciarme de contrabando, posando su enorme mano que parecía cubrir todo mi abdomen, &iques
No era una mujer vanidosa, pero… ver mis brazos regordetes y flácidos, y ese abdomen abultado me causó molestia. Sin darme cuenta había dejado a un lado mi bonita ropa, esa que quedaba pegada a cada curva. De un tiempo a la fecha usaba blusas holgadas y pantalones amplios, en un intento por «sentirme más cómoda», pero ahora entendía que no solo se trataba de eso. Mi cuerpo estaba cambiando y no de una manera positiva. Cuando me di vuelta, noté que mi trasero tenía celulitis. ¡Dios! ¡¿Qué me había pasado?! ¡Yo no estaba así!De pronto entró Viktor a la habitación, arrastrando los pies del cansancio. Ni siquiera me volteó a ver por lo agotado que estaba. Al contrario que yo, conforme se desvestía, mostró un abdomen firme y musculoso, sus espaldas trabajad
Me vi una y otra vez delante del espejo, sin estar muy convencida de salir a tomar el sol. Jamás me había sentido tan incómoda conmigo misma, el traje de baño de una sola pieza era lindo, coqueto, escondía mi vientre, pero no me hacía sentir bonita, no me sentía feliz, como si mi cuerpo fuera ajeno a mí.Tomé un pareo y me cubrí, esa sería la única forma de salir del cuarto. Aunque el lugar era privado y nadie más nos vería, no era suficiente para sentir la confianza de mostrarme, y con un suspiro apagado, salí de la villa.Viktor descansaba sobre una silla de sol, con el celular en la mano, de seguro revisando los pendientes de la oficina. Aunque dijera que tenía tiempo, sabía que nunca dejaba de trabajar. Su cuerpo escultural lo h
No había logrado mucho con Mina. Ya era suficiente ganancia si mantenía la boca cerrada y no le decía nada a Viktor. No quería que él se diera cuenta de que hablé de nuestra vida personal con su hermana.Justo cuando puse el primer pie fuera de su casa, vi que tenía llamadas perdidas de la dirección de la escuela. ¿Qué había pasado? De inmediato me comuniqué mientras me dirigía hacia allá. Temía que se tratara de André.―Hola, buenas tardes… me llamaron por un asunto con André… ―dije ansiosa por entrar a la escuela.―No se preocupe, ya pasó la señora Volkov y arregló la situación con el director ―contestó la encargada torciendo los o
Me llevé el auto y a medio camino vi ese maldito mirador que parecía ser el lugar que vería alguna vez mi muerte. Ya había estado dos veces a punto de perder la vida ahí. Tal vez era mi destino.Me estacioné en la periferia del bosque y avancé hasta el mirador. Llegué hasta el punto más alto y vi el río debajo de mis pies. La vista era hermosa y la fría brisa refrescante. Era extraño sentirme rota y al mismo tiempo fuerte, con ganas de llorar, pero libre. Tal vez ya me había vuelto loca por tanto dolor.―Espero que no estés pensando en lanzarte desde aquí, sería una aparatosa caída…Una voz me distrajo de mis pensamientos. Era un hombre joven, de mirada gentil y sonrisa cargada de
Sentados en sus lugares favoritos, empezaron a devorar la comida que les había preparado. ―¡Mamá cocinó! ―dijo Anika emocionada, reconociendo mi sazón.―¡Sí, fue mamá! ―agregó Rashid haciendo que mi corazón se acelerara.―Gracias, mamá… ―André levantó su mirada hacia mí, parecía perturbado e indeciso.―De nada, mi amor. ―Besé su cabello alborotado y lo peiné con mis dedos. Noté sus intenciones por hablar, algo me quería decir, pero de pronto el ruido de las escaleras llamó la atención de todos, interrumpiendo ese momento mágico.Se trataba de Viktor acomodándose la corbata y a su derecha Raina, c