MINA
―Te juro que si traicionas a mi hermano… ―Tenía el pecho hinchado de rabia. ¿Cómo podía Viktor acceder a los planes de este hombre? ¡Era el puto hijo de jeque!
Viktor había aceptado el plan de Zayn, y aunque estaba seguro de que la ambición del príncipe era más grande que el amor que le pudiera tener a su padre, yo no estaba del todo convencida. Mientras el momento llegaba, revisaba la nariz del príncipe como si fuera doctora y le daba medicamentos para el dolor.
―¿Qué harás? ¿Me secuestrarás como hizo él y me mantendrás el resto de mi vida amarrado a una cama? ―preguntó Zayn y una pizca de lujuria brilló en sus ojos y migró hacia su sonrisa―. Suena tentador.
<Las copas de los árboles estaban pintadas de blanco, empujar la silla hacia el punto de intercambio fue difícil, pero aún no me sentía listo para desenmascararme. En ese momento, mientras uno de mis guardaespaldas mantenía sujeto por un brazo a Zayn. Vi como un auto negro con vidrios polarizados se detenía a unos metros.Sheik y el jeque salieron cubiertos por abrigos pesados y voluminosos que entorpecían sus movimientos, pero también podían cubrir perfectamente cualquier arma. Con delicadeza, un par de manos atadas por una soga gruesa, tomaron la mano de Sheik. Unos finos tobillos se asomaron y entonces la vi, tan hermosa y cautivadora. Mi corazón se aceleró, deseaba tenerla en mis brazos. Sus encantadores ojos, incluso torturados por las circunstancias, brillaban de esa manera tan dulce. MINAHabía pasado el tiempo acordado y para aumentar mi maldita agonía, Viktor no llamaba. Mordía mis uñas y bebía sin que nada pudiera calmar mis ansias. Todo apuntaba a que el idiota de Zayn nos había traicionado. Estaba a punto de doblarme de dolor cuando la puerta sonó.Abrí con sigilo, encontrándome a Mikhail del otro lado. ―¿Qué demonios haces aquí? ―pregunté iracunda, era la persona que menos quería volver a ver. Cuando intentó poner un pie dentro de la casa lo empujé―. Fuera, hijo de puta.―¿Se te olvida que compartimos mamá?―Curioso, ¿no? Porque claramente no somos iguales, ni parecemos hermanos. ―Me moría por golpearlo, desataCapítulo 71: La princesa de sangre caliente y el CEO de hielo
―¡Layla! ¡¿Estás bien?! ―exclamó Viktor preocupado y me llevó al viejo sofá frente a la chimenea apagada. La luz era escasa y aun así intentó buscar la herida en mi cuerpo.El frío había vuelto mi piel insensible y no sentía dolor alguno. Desesperado, Viktor buscó en un cajón una linterna con la cual poder ver. Fue un milagro que aún siguiera funcionando. Al parecer una bala me había rozado un costado, aunque me dolía, no era algo grave que demandara una visita al hospital.Viktor, envuelto en preocupación, buscó dentro de la cabaña el kit de primeros auxilios. ―Necesito encender el generador… Sin luz no podré curar tu herida y esta lámpara no es suficiente… ―dijo ansioso.<
Agaché la mirada hacia los tubérculos en mis manos y sonreí. ―Cuando era niña siempre soñé con escapar lo más lejos de la ciudad y vivir en una pequeña casa modesta donde tuviera un amplio espacio para tener plantas de todo tipo, principalmente, frutales. También quería un ejército de gallinas.―¿Un ejército de gallinas? ―preguntó divertido. Me sentía como una niña pequeña exponiendo sus fantasías y me sonrojé.―Sí, son lindas… y regordetas, ponen huevos y comen insectos.En cuanto me puse de pie, Viktor se acercó para ayudarme a llevar lo que había cosechado. ―Bien, algún día cumpliremos ese sueño. Nos iremos a una cabaña a
La compañía de la familia Volkov había caído en bancarrota y días antes de que fuera oficial, Mikhail huyó, abandonando una vez más a su familia y ahora a su esposa, Alexa, quien perdió la cabeza. La única de la servidumbre que aún estaba con ella era Olga, pero pronto tendrían que desalojar la mansión, pues la condición para vivir ahí era ser heredero directo.Por otro lado, Anastasia estaba pasándola igual de mal, estaba a punto de perder su casa y había recurrido a Mina para pasar unos días en su hogar, pero la hermana de Viktor fue muy tajante al decir que no, para ella no existía más familia que nosotros y no tuvo problemas en darle la espalda a esa mujer.―Compraré la mansión… ―dijo Viktor mientras
Y de nuevo estaba llorando, sus palabras habían calado muy hondo y aunque quería mantener la calma y respirar, las lágrimas brotaban de mis ojos, pero de algo estaba segura, eran de tanta felicidad que no podía contener en mi pecho.―¡Sí! ¡Quiero casarme contigo! ―grité emocionada y me abracé a su cuello mientras lo llenaba de besos insistentes y sedientos de demostrar cuánto lo amaba―. Te amo.―Yo también te amo, mi hermosa princesa ―respondió Viktor deslizando el anillo en mi dedo―. Tal vez pude haber conseguido uno más grande o vistoso, pero…―Es perfecto… ―lo interrumpí viéndolo a los ojos―. Podría no tener ni un solo diamante y estar hecho de cobre, y sería el mejor anil
LAYLALa boda no tuvo ceremonia religiosa, solo un juez que nos casó legalmente. Creo que no era necesario comprobarle a ningún dios el amor que nos teníamos. Firmé el acta con alegría y el beso ante todos los presentes fue dulce y lleno de ternura. Viktor me hacía sentir segura y feliz.Aunque había poca gente presente, estaban los más importantes. No podía pedir algo mejor.Acariciaba mi vientre constantemente, pues, aunque no estuviera abultado, sabía que un pedacito de cielo crecía dentro de mí. Además, no era la única, Viktor también estaba encantado con la idea de volver a ser padre y aprovechaba cada oportunidad para acariciarme de contrabando, posando su enorme mano que parecía cubrir todo mi abdomen, &iques
No era una mujer vanidosa, pero… ver mis brazos regordetes y flácidos, y ese abdomen abultado me causó molestia. Sin darme cuenta había dejado a un lado mi bonita ropa, esa que quedaba pegada a cada curva. De un tiempo a la fecha usaba blusas holgadas y pantalones amplios, en un intento por «sentirme más cómoda», pero ahora entendía que no solo se trataba de eso. Mi cuerpo estaba cambiando y no de una manera positiva. Cuando me di vuelta, noté que mi trasero tenía celulitis. ¡Dios! ¡¿Qué me había pasado?! ¡Yo no estaba así!De pronto entró Viktor a la habitación, arrastrando los pies del cansancio. Ni siquiera me volteó a ver por lo agotado que estaba. Al contrario que yo, conforme se desvestía, mostró un abdomen firme y musculoso, sus espaldas trabajad