―¿Layla Sharif? ―preguntó la mujer, con media sonrisa, a lo que yo solo asentí.
―Supongo que tendrán que darnos un bono extra ―contestó un hombre alto e imponente, con los cabellos tan negros como la noche y ojos dorados como los de un león. Tomó con gentileza a André, intentando consolarlo―. Tranquilo, pequeño. Tu madre ya está aquí. Ya no llores.
Me entregó a mi bebé, que de inmediato se aferró a mi cuello, asustado, y continuó llorando, mientras mis brazos lo estrechaban y mis besos intentaban confortarlo.
―Se siente bien hacer algo… «justo» de vez en cuando ―dijo la mujer que me había ayudado y acarició la mejilla del feroz león negro que parecí
VIKTORPor primera vez en mucho tiempo me veía al espejo. Mi rostro tenía heridas que no se borrarían tan fácil. El maldito de Max me había golpeado hasta el cansancio, pero ya tendría oportunidad de tomar mi venganza. No permitiría que ese par de hermanos se salieran con la suya, pero aún no era el momento.Vi por el reflejo a Layla durmiendo plácidamente, abrazada a mi almohada, olfateando mi aroma. Me dolía ver su piel herida, pero me sentía dichoso de haber probado su amor. Se levantó, retorciéndose entre las cobijas y cubriendo su cuerpo con una sábana antes de acercarse a mí. Su cabello alborotado y su mirada somnolienta la hacían ver preciosa. ―Buenos días ―dijo con una sonrisa cálida que tocó mi corazón. ―Buenos días… ―contesté mientras se abrazaba a mí y veía con atención mi reflejo. ―Cada cicatriz demuestra los obstáculos que has superado… ―agregó mientras acariciaba mi rostro―. Eres un hombre fuerte. ―Tengo una mujer fuerte, debo demostrar que estoy a su altura ―contest
VIKTORVeía atento las placas en el negatoscopio, como si en verdad pudiera ver lo mismo que el doctor veía. La mano de Layla se aferraba a la mía, ansiosa por escuchar la interpretación de los estudios. ―Es un milagro que su columna siga unida, señor Volkov… ―dijo el doctor pensativo, mientras su mirada seguía analizando las imágenes―. Los golpes que recibió, aunados al escaso reposo y nula atención médica, han derivado en una complicación severa.―Vaya al grano… ―Mi paciencia se estaba acabando.―Su columna está hecha polvo… Los discos intervertebrales protruidos, las vértebras fracturadas. Es un milagro que siga caminando sin dolor…En algo estaba equivocado, y es que el dolor era insoportable. Después de ordenar el papeleo pendiente en la fundación y regresar a Rusia, no pude disfrutar lo suficiente de mi familia cuando el dolor de espalda se acentuó. No podía cargar a mi pequeña Azhar, mucho menos jugar con André. Los dolores me despertaban a medianoche y ninguna pastilla era ca
La voz de Mikhail me tomó por sorpresa. Pegue un brinco y casi tiré la canasta con fresas, pero este la tomó con una mano, evitando que tocara el piso, y me ofreció una sonrisa confiada.No podía dejar de verlo con rencor, ese hombre era un lobo con piel de cordero. ¿Cómo podía darle la espalda a Viktor? ¿Cómo podía ambicionar su lugar?Tomé la canasta y retrocedí, llena de desconfianza. ―¿Qué haces aquí?―¿Esa es la forma en la que recibes a tu cuñado? ―preguntó divertido, como si mi actitud fuera infantil.―Quieres quedarte con el puesto de Viktor. ¿Mereces que te trate mejor? No lo creo…
VIKTORMe sostenía del lavabo del baño, intentando tomar fuerzas para tolerar el dolor que me atormentaba. No me sentía capaz de presentarme a esa fiesta, pero tampoco estaba dispuesto a dejar sola a Layla con toda esa gente.―¿Viktor? ―preguntó asomada por el borde de la puerta―. Toma, te traje tu medicamento…―No lo quiero… ―respondí con los dientes apretados. Esa medicina ya no me ayudaba, no era suficiente. Estaba harto de llenarme de pastillas la boca y no percibir ningún resultado.―Por favor, Viktor… Tomate tus pastillas, te sentirás mejor. ―Se acercó aún más, ofreciéndome el vaso de agua y las tabletas. Era palpable su preocupación, pero también mi enojo.&
Pese al infortunio de tener la presencia de mi hermano en esa cena de caridad, la fundación de Layla tuvo éxito. Muchos empresarios se acercaron ofreciendo su dinero, la mayoría parecían asesorados por el señor Ghazi. Me sorprendía que apoyara con tanto empeño a Layla sin conocerla.Al día siguiente, Layla y los niños disfrutaron de los extensos jardines antes de que regresáramos a Rusia, y durante todo el camino mi hermosa princesa árabe no dejaba de ofrecerme sonrisas dulces y pícaras.―Pronto estaremos en casa ―dijo emocionada, acariciando mi cabello―. ¿Sabes lo que eso significa? ―Cambiaremos la arena por la nieve…―En parte… ―contestó frunciendo el ceño de esa forma tan adorable―, pero hay más.Se sentó con cuidado en mis piernas, era tan ligera que apenas y la sentía, o tal vez ya había comenzado a perder la sensibilidad. La idea me torturó. ―Por fin te operarás, te recuperarás y dejarás de sentir dolor. ―Sus manos acariciaban mi rostro con devoción. Su tacto me hacía sentir t
Riendo a carcajadas, Max metió su mano por el escote de Layla, humillándola ante mis ojos sin que pudiera hacer algo para detenerlo. Las lágrimas y la desesperación de mi hermosa princesa me estaban carcomiendo. ―¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Pídeme lo que sea y te lo daré! ¡Solo déjala en paz! ―supliqué, por primera vez en mi vida estaba dispuesto a doblegarme. ―Eso hubieras pensado antes de humillarnos a mí y a mi hermana… ¡Fuimos una burla por tu culpa! ―exclamó iracundo. Tomó a Layla por el cuello una vez que la desató, y la acercó a mí―. Anda, abofetéala como aquella vez en la que aún nos creías más a nosotros que a esta esclava árabe.―Basta, Max… ¿Dinero? ¿propiedades? ¡¿Qué?! ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Solo dilo! ―grité desesperado.―No tienes nada que ofrecer, Viktor… Lo has perdido todo y ahora lo único que queda es la poca dignidad que aún conservas, pero incluso eso también lo perderás…De pronto uno de sus ayudantes liberó mis manos.―¡Vamos! ¡Dale una buena bofetada como
Era desesperante no recibir más información de mi familia y tenía miedo de no estar para Viktor y para mis pequeños. Mi corazón ardía por la ansiedad. Después de desayunar en silencio ante la mirada insistente de Hakeem, las doncellas me llevaron al enorme baño donde me quitaron el blusón de seda y me remojaron en agua de rosas. Lavaron mi cabello y untaron aceites en mi piel. Era el trato que recibiría una princesa, pero no lo quería. ¡¿Qué hacía aquí, tan lejos de mi familia, tan lejos del hombre al que amo?!Apreté los dientes y, aunque no salió ningún sollozo de mi boca, las lágrimas caían de mis ojos. Estaba harta de perder todo lo bueno en mi vida. Las doncellas ignoraron mi dolor y cuando mis lágrimas eran un inconveniente, solo las secaban con pañuelos de seda.Me ayudaron a vestir un hermoso vestido violeta y cubrieron mi cabello con un velo del mismo color. Antes de que comenzaran a enjoyarme, un médico revisó cada una de mis heridas, sin hacer preguntas, sin prestar atenció
―Hace muchos años me enamoré de ella. La quería para mí. Su familia era humilde y ella una mujer dadivosa con un corazón noble, así como tú ―dijo el señor Ghazi con lágrimas en los ojos―. Lamentablemente mi amor no era correspondido. Su padre quería solo la felicidad de Fátima y la dejó escoger. Ella me rechazó, pero no me detuve. Seguí pretendiéndola, y descubrí que su corazón le pertenecía al asqueroso y deshonesto de Basim. »Cuando su familia tuvo dificultades económicas, le ofrecí todos los recursos que tenía en mis manos para ayudarla a cambio de su amor. Creí que, si me conocía lo suficiente, se daría cuenta de que era mejor que Basim, pero no fue así. Aceptó el matrimonio y el dinero, pero nunca me entregó su corazón. »El día menos pensado ella huyó y regresó a los brazos de Basim. Al ver su felicidad decidí no intervenir y, por el contrario, desaparecer de su vida. Lo que nunca me dijo fue que había dado a luz a mi hija. ―Crees que yo soy tu hija… ―dije en un susurro.