NEREA

―Y con eso podemos deducir que las ventas, han estado mejorando día con día, por lo que…

―No me dices nada en concreto, solo hablas y hablas y no me gusta nada de lo que escucho, así que…

―Lo lamento señor…

—¿Cómo es que te atreves a interrumpirme?

El hombre se quedó tan pálido como un papel, mientras yo seguía golpeando con mi dedo la enorme mesa de madera.

En la que nos encontrábamos todos reunidos, observe como mi padre daba un fuerte suspiro, y como mi abuelo leía el informe, como si aquello que había escrito no fuese más que maravilloso.

Pero para mí no lo era, nada en verdad, nada lograba saciar mi sed de más y por esa razón, solía exigirles a mis empleados demasiado.

Por lo menos eso decía mis abuelos y mi padre, mientras yo solo pensaba que la única que lograba calmar aquellas exigencias era mi amada Sanda.

Y al no estar, ahora podía hacer y decir lo que deseara, sin el mayor miedo a mostrarme como era en realidad, pues ahora mismo, solo mostraba aquella personalidad burda y c
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